Historia de un pequeño
país llamado Hamelón, en tiempos remotos. De escasa población, pobre y caótica,
donde la miseria se enseñoreaba en los suburbios, no lejanos de suntuosos
palacetes y castillos de señores feudales y de subversivas tribus.
En una noche bella y sin
nubes, las numerosas estrellas increíblemente nítidas, no impedían ver el
inmenso universo, a un abrumado rey que, desde la torre más alta de su
alcazaba, se encontraba atribulado por
las tristes noticias que recibía de su pequeño reino. Eran tiempos de pesadumbre y penuria.
Iba cumpliendo con su
ritual nocturno, en solitario, como normalmente se encuentran las personas con
alta responsabilidad sobre la población y el futuro del país que gobiernan.
Voces cercanas de aparentes
amigos y confidentes le iban alertando de la precaria situación de su reino. Las
tribulaciones le inquietaban y sus sueños alteraban, y solo encontraba cierto
alivio, aunque fuera pasajero, observando el firmamento, intentando imaginar la
solución de los problemas que le acuciaban.
Pero aquella noche, como
algo mágico que nacía de su imaginación, presagió una solución tan inesperada
como desesperada. Ocurrió entre las tinieblas de la noche, con la única
claridad del fulgor que irradiaba una luna llena en todo esplendor, como una
luz que iluminaba su entendimiento.
Llamó a la guardia
personal que desde lejos vigilaba su seguridad, ordenando que llamasen a
palacio a las personas de su gobierno y a su secretario personal. Aunque
deseaba evitar que por absolutista le tuvieran, en los momentos de importancia
para la seguridad de su reino y de sus gentes, cuya vida y porvenir dependían
de los actos que fuera a sentenciar de forma colectiva, era el rey quien tomaba la decisión final.
Quería terminar con los
problemas de la población que se sentía acosada por abusos de las tribus y sus
caciques; de los impuestos que les imponían unos y otros; de los míseros
precios de sus cosechas, y los salarios que se les imponía. De las corrupciones
que alteraban la vida ciudadana, teniendo que intervenir los soldados del reino
para evitar conatos de rebelión, en un país antaño pacífico, heredado de sus
antepasados.
En aquel pequeño país,
también existían pícaros buscavidas y
valentones, que con facilidad sacaban la espada, el florete o el puñal para
robar o saciar venganzas; corruptos de la corte real sin olvidar los
recaudadores de impuestos, y otras joyas de la historia humana. Pululaba la
envidia, la incompetencia, las rencillas y rencores, y la avaricia de muchos
que no tenían en cuenta que todo en la vida se tiene a título de depósito temporal,
convirtiendo la convivencia en un bebedero de patos. Difícil de conseguir la
armonía entre las diversas tribus, aumentando el desconcierto del atribulado rey,
que gozaba de buenos principios, pero carecía de energía para afrontar con
severidad los problemas de su país, por lo que temía perder su autoridad, pese
al entusiasmo que recibía de los más beneficiados de su pueblo.
No obstante mantenía la
esperanza de encontrar soluciones para
que su país fuese feliz, y también por salvar su pellejo y el de su familia.
Reunidos estaban los
convocados y el rey les expuso su idea para resolver los problemas en cuestión,
y de esta forma les dijo:
-Observo no tener
respuesta positiva de vuestra parte dar solución a los delicados momentos que
vive nuestro país, por lo que propongo llamar al famoso trompetista Goethe, que
con la magia de su palabra y la armonía de sus baladas musicales en otros países ha conseguido apaciguar la
furia de las gentes. Vuestro rey comparte la insatisfacción del pueblo de
Hamelón, y deseo castigar a quienes les
aflige y hacen daño y se aprovechan de sus debilidades, siendo mi intención de
luchar por su futuro, y recuperar los decaídos valores humanos de nuestro
reino-
Los convocados quedaron
asombrados por la proposición real, pero para no alterar su relación con el
rey, dócilmente asumieron lo que entendían se trataba de una descabellada forma
de dar respuesta al deterioro del país, aunque ellos mismos fuesen incapaces de
resolverlo.
Considerando el rey que
callando sus ministros otorgaban la decisión de aplicar su idea, ordenó
llamaran al trompetista para que se presentara en el castillo.
Llegado a presencia del
rey aquel mágico músico y de reconocida
oratoria, de esta forma le propuso actuar por todos los lugares del reino:
-Después de tus bellas
baladas musicales, hablarás al pueblo en mi nombre en todas las tribus y
aldeas, con lenguaje sencillo, pero contundente, con razonadas pláticas para el
convencimiento de las gentes, también con el auxilio de tu imaginación y la energía de tu experiencia. Especialmente a
sus caciques, a los nobles y señores feudales que habitan en sus castillos y
palacios, y a todos aquellos que se consideran por encima de los más humildes, para
que les respeten y no humillen, y no se aprovechen de los vasallos y lacayos, y
de los laboriosos hombres y mujeres que cultivan la tierra que nos alimenta, así
como de los pescadores que se juegan la vida por nosotros en la mar bravía-
-A los afanados alfareros,
caldereros, toneleros, curtidores,
herreros y otros oficios y gremios dignos de considerar, tan necesarios unos y
otros para el engrandecimiento de nuestro reino. Insistirás que se valore la
honradez de todos, la lealtad y el honor, la dignidad y el comportamiento humanitario
hacia los más débiles curtidos en el
infortunio y el sufrimiento-
-Destacando que todos han
de respetar las leyes del reino, que de
no ser cumplidas, serán castigados severamente-
-Informarás a tu rey en un
tiempo prudencial, pues los problemas acucian y hemos de dar cumplida respuesta
conforme hayas actuado, que de ser positivos los resultados, serás bien remunerado y elevado a la categoría
de músico de la corte real. En esa empresa importante te acompañará mi secretario
personal y varios soldados para tu seguridad-
Pronto partieron
expectantes y gozosos en cuanto a la excepcional empresa que les aguardaba,
especialmente el trompetista y poeta, que ilusionado estaba por haber contado
con la confianza de aquel rey iluminado, que les alentaba por el éxito de la
acción histórica que iban a realizar por el bien del reino de Hamelón.
Pasaron días y días sin
tener noticias del trompetista y sus acompañantes, y el rey ya estaba intranquilo por conocer si
estaba solucionada la infección de los males de su reino, esperanzado de que
aquel mágico personaje lo lograría. Pero de sus informadores recibía noticias
poco alentadoras.
Al atardecer de un día
soleado y limpio el horizonte, se
encontraba el rey en la torre del homenaje, donde con frecuencia se situaba desde
hacía días a la espera de noticias, observó que regresaba solo una persona de cuantas había enviado para
tan alto cometido, que cabalgaba lentamente sobre un caballo y que no pudo
distinguir bien hasta estar cerca del castillo. Se trataba de su secretario
personal que aparecía maltrecho y a
duras penas se sostenía sobre su corcel. Rápido bajó a las estancias inferiores
para recibir a su secretario, y al verle tan abatido y a punto de desfallecer, los
malos augurios le hicieron sospechar lo peor.
Aquel pobre hombre, apenas
balbuceando, comenzó a contarle como
grupos de reconocidos matones al servicio de los señores feudales, de las
tribus y sus caciques, y otras malas hierbas, les habían apaleado, ensañándose
especialmente con el trompetista, y les echaron al mar para acabar con sus
vidas, más él pudo salvar la suya; pero que dándole por muerto, pudo nadar mar
adentro hasta asirse a un madero, y muchas horas después la corriente le llevó a
la orilla agotado y desfallecido. En una aldea le atendieron, y recuperado en
parte, continuó su camino.
Asombrado el rey del
espectáculo, mandó que llevaran a su
secretario a los aposentos reales para reponerse de su trágica aventura y
tranquilizar sus ánimos, para que después le
pudiera contar la historia de lo sucedido. Una vez recuperado de su
convalecencia, al cuidado del médico real, el rey decidió visitar a su secretario, para
interrogarle y saber los motivos de tan extrañas circunstancias.
-Majestad- dijo el
secretario, todavía atemorizado por los hechos que había vivido -nuestro reino
está perdido. Se han sublevado varias de las tribus a la órdenes de sus caciques más levantiscos y también gran parte
de los señores feudales, además de otras gentes a las que han intoxicado con
sus proclamas sediciosas, que no asumen las diatribas que vuestra majestad
recomendó al famoso trompetista, quien con mucho ardor y entusiasmo trató de
convencer a las gentes en general de las bondades para la felicidad del reino-
-Pero me cuesta mucho
confesar a vuestra majestad que, su amado pueblo, en el que tenía puesta toda
esperanza por conseguir su felicidad, al no ver realizados sus sueños y vanas
las promesas recibidas, se ha rebelado
contra su rey, junto a bellacos tabernarios, malandrines aventureros y
gentes de malvivir, además de los bufones de palacio. Creo que el sentimiento
de reparación personal o colectiva está en el instinto natural de las personas,
que surge cuando el rey y su gobierno son incapaces de resolver sus problemas,
la miseria de sus vidas, y se ven traicionados por promesas incumplidas, y
frustradas las esperanzas que tenían en
su rey-
-Majestad, cierto desorden
se va extendiendo por el país, y hasta los soldados, que hasta no hace mucho
tiempo velaban por su custodia, ahora hacen causa común al lado de los
rebeldes. Creo que es el precio de la vida y del oficio del rey, que contentar
a todos es de suma dificultad. Confieso, que un pueblo donde el sufrimiento no
es algo que considere extraordinario, pues su miseria y dolor le es tan natural
como la vida y la muerte, en un momento
indescriptible, se rebela contra el que entiende no soluciona sus males-
-Las intenciones de su
pueblo son las de asaltar el castillo, destronarle, respetando su vida y la de
su familia, pero a su majestad le condenan a cabalgar sobre un simple jumento,
como alma errante por todo el país, para que conozcan de verdad la realidad de
su pueblo hasta el final de sus días-
P.D.:”Quienes buscan la verdad, merecen el castigo de encontrarla” S.Rusiñol
Eugenio
Marzo de 2020
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