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Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

30 noviembre 2019

HISTORIA DE UN ABUELO Y SU NIETO



El octogenario Octavio, asomado en la terraza de la casa en la que vivía con su hijo Lucio, su nuera Clara  y su nieto Cesar, contemplaba el cielo desde temprana hora de la mañana y se maravillaba de aquel alborear tan distinto de días anteriores que habían padecido de muchos nubarrones, con serias tormentas que inundaron las calles de la ciudad de Guadalajara. Ahora eran sus ideas que afluían a borbotones en su veterana cabeza aderezada con escasos cabellos plateados. Se mostraba triste y preocupado  por los acontecimientos de toda índole  que se estaban produciendo en nuestro País y por la esencia de su propia vida y la de su familia, apreciando serias dudas sobre el horizonte de tiempos venideros.

Había decidido salir a pasear con su nieto, aquel sábado del mes de Mayo víspera del  aniversario de su nacimiento. El cielo prometía un hermoso día. La luna pálida en un rincón del cielo, destacaba, sin embargo, en el campo gris azulado del inmenso  universo. Algunas nubes se extendían en el horizonte con aspectos desiguales de un bello azul, y los rayos del sol intentaban abrirse paso entre rosadas nubes, para florecer un nuevo día por el lejano levante.

Después de desayunar decidieron pasear hasta el Parque de la Concordia,  con más de 150 años de larga historia. Es un lugar de encuentro de gentes variopintas, especialmente de mayores que  charlan animadamente, y con frecuencia exponen sus lindezas en competir sobre sus males; de jóvenes enamorados, y de niños con sus juegos. Todos amenizan con su presencia los hermosos jardines, con el bien trazado de sus diversos paseos alfombrados a un lado y a otro de bonitos diseños de rosales y otras plantas, con variadas  y sinuosas lomas de césped.  En el centro del espacioso lugar destaca un artístico kiosco donde se celebran conciertos de bandas musicales. También luce una bonita y luminosa fuente  elevando con fuerza diversos chorros de agua hacia el cielo.

Después de un rato de contemplación del entorno, con cierta nostalgia el veterano Octavio comentaba a su nieto, que la mayor  parte de las personas, especialmente los que ya tenemos avanzada edad,  nos quejamos de la maldad de la naturaleza, porque nos ha engendrado para un tiempo tan breve y porque la vida corre tan veloz, tan rápida, que si exceptuamos a unos pocos, a todos los demás les priva de ella en el preciso momento en que se aprestan a vivirla. Pues bien es cierto que hace falta una vida para aprender a vivir.
Así se manifestaba en la charla con su nieto, que más parecía un monólogo, al que le confesaba que no le había entusiasmado el haber traspasado, la que él llamaba con cierta ironía, línea roja del grupo  de los ochenta.

Para animarle, su nieto trataba de convencerle que no debía de caer en  desaliento, porque otros estaban peor que él, además por el mucho cariño que recibía de su familia. En su próximo cumpleaños se lo iban a demostrar  ofreciéndole un destacado homenaje: un almuerzo familiar en un distinguido restaurante de la ciudad.  Un regalo especial, que él desconocía (se trataba de un reloj de pulsera de prestigiosa firma suiza, que su nieto no le quiso descubrir). También  tenían reservada la asistencia, acompañado de la familia, a un espectáculo musical en el Teatro Auditorio Buero Vallejo, donde estaban representando el Sombrero de Tres Picos y el Amor Brujo de Manuel de Falla, y la Suite Iberia de Isaac Albeniz, músicos por los que sentía verdadera admiración. Así mismo, manifestó su nieto que se le había gestionado la estancia en un balneario de los que el Imserso tiene programados para el dorado mundo de los jubilados, donde siempre encontraba feliz esparcimiento.

En tiempos pasados, antes de fallecer su esposa, eran asiduos en acudir a los programas de termalismo, que el citado Organismo organiza anualmente.

No obstante los momentos en los que sentía  cierta tribulación y nostalgia, estaba feliz con su familia por las atenciones que de ellos recibía, pero especialmente preocupado por su menguada salud en los últimos años. Pensaba y los transmitía con cierta preocupación, pues observaba tener disminuidas sus posibilidades físicas, para avanzar en la aventura de la vida con el optimismo que siempre había demostrado. Significaba el no poder realizar normalmente deseados paseos, como lo hacía anteriormente, recorriendo la ciudad de Guadalajara, y observar con deleite  sus riquezas monumentales e históricas; así como viajar por la provincia, especialmente acompañado de su querido nieto Cesar, con el que tenía una comunión, no solo familiar, también de compañero de fatigas en los viajes y confidente de sus tribulaciones desde que quedó viudo, y se acentuó su tristeza y soledad. No obstante, fue atenuado por el cariño mutuo que sentían.

Tiempo atrás recorrieron juntos buena parte de la ciudad y de la provincia, disfrutando de las cosas bellas que iban descubriendo.

Octavio recordaba con entusiasmo sus largos recorridos por el norte de la provincia, visitando los bellos pueblos de la ruta de la Arquitectura Negra del Parque Natural  de la Sierra Norte, que engloba las sierras de Ayllón y Pela, y los espacios de la Tejera Negra, con el macizo de Pico Lobos y Cebollera, continuación del Sistema Central, que limita con las provincias de Madrid, Segovia y Soria. Uno de los lugares más montañosos de la comarca, destacando el famoso pico Ocejón, el más alto de la provincia de Guadalajara con más 2.000 metros de altitud, al que se atrevieron subir, no con poca fatiga del abuelo queriendo competir con su nieto, que contaba entonces con 14 años.

También le dejó buen recuerdo los días que pasaron en una casa rural en el pueblo de El Cardoso de la Sierra, limítrofe con la Comunidad de Madrid, a pocos kilómetros del famoso Hayedo de Montejo, los bosques de haya más meridionales de Europa, con rincones de inolvidable belleza y encanto.

Su nieto también le recordaba con cierta admiración las cosas hermosas que descubrieron en sus viajes, recorriendo la Reserva Natural del Alto Tajo, en la zona de Molina de Aragón, con sus numerosos arroyos y ríos, destacando el Tajo y Gallo, formando impresionantes barrancos y profundos valles, dando un aspecto de serranía de singular belleza. Observaron con admiración rincones hermosos e inesperados, como el Barranco de la Hoz, en el río Gallo, formando  el Parque Natural del Alto Tajo, que junto con el Hayedo de Tejera Negra en la zona norte, forman los dos parques naturales que goza la provincia, ambos de gran belleza por lo agreste del paisaje.

Así mismo no olvidaba los momentos felices vividos  por la extensa comarca de La Alcarria, la que ha dado mucha fama por la producción denominada Miel de La Alcarria, a nivel nacional e internacional.

Y el viaje inolvidable por  tierras de Extremadura, en recuerdo de su abuelo y del familiar de uno de sus amigos, oriundo de la ilustre villa de Barcarrota, lugar de gran riqueza histórica.

También extendieron sus ricas vivencias por la Mancha, concretamente por la ciudad de Tomelloso,  en honor y recuerdo igualmente de otros buenos amigos.

El joven nieto también recordó el extraordinario viaje que realizaron  a Grecia toda la familia, y el ensueño fantástico que tuvo en la noche anterior al viaje.

Cesar que estaba en el ecuador de su carrera universitaria de turismo, también recordó el largo paseo que realizaron por la ciudad, especialmente, por el Palacio del Infantado, joya arquitectónica más importante y representativa que la familia de los Mendoza ha legado a la capital alcarreña, y simboliza el arte y la historia de Guadalajara.

Muchos recuerdos  afluían por la mente joven de Cesar,  pero no llegó a concluir otros más, porque sentía que su abuelo estaba a punto de derramar alguna lágrima. Llegando el mediodía, decidió sugerir a su abuelo caminar  hasta un conocido  bar cercano y tomar unas copas con el deseo de  animarle. Allí charlaron animadamente de todo lo humano y divino, de los momentos actuales y principalmente por el futuro de Cesar, por el que su abuelo estaba  muy orgulloso, por sus buenos sentimientos  y destacados  principios.

Al rato siguieron camino hacia el barrio limítrofe  de San Roque, donde la calle principal es peatonal.  Había desaparecido la casa en la que habitó Octavio durante muchos años, poco tiempo después de haber llegado a Guadalajara procedente de su tierra extremeña, en su lugar se había construido un  edificio moderno. El paseo estaba cambiado con algunos  otros edificios modernos, con varios bares, cafeterías y restaurantes, pero quedaba la esencia del encantador paseo antiguo de los guadalajareños.

Después pasearon por sus bellos y modernos jardines, e  idílicos estanques donde nadaban patos  y cisnes, y reinaba la paz y el sosiego. Tomaron asiento cerca de la histórica ermita del santo que lleva el nombre del barrio, y con vistas al famoso Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo, uno de los monumentales mausoleos funerarios más grandiosos del País.

Estaban pensativos ambos personajes disfrutando de aquellos momentos, con la bonita perspectiva que les rodeaba. Pero al rato el abuelo Octavio, como si estuviera ensimismado en sus pensamientos, dijo a su nieto:

-Querido Cesar, no puedes imaginar lo que agradezco tus buenas intenciones y las de tus padres por cuanto hacéis por mí, y nunca lo olvido, pero la vida me ha enseñado reconocer  que generalmente olvidamos la caducidad humana, sin reparar que la naturaleza es inexorable en aplicar sus misterios, que nos hacen  sucumbir al rigor del destino, por lo que todos  caminamos hacia el mismo fin, pues no hay nada eterno y pocas cosas duraderas, que todo lo que tuvo principio ha de tener su fin.

-No obstante, mis tribulaciones se disipan y la felicidad me acompaña cuando estoy con mi familia y con mis buenos amigos, que la enriquecen por los momentos venturosos que paso con todos, y consigo liberarme de los temas que me causan tribulación. También gracias al sueño y la esperanza que la Providencia me ha dado como compensación,  viviendo experiencias especiales con la música y la  literatura.

-Y por último, Cesar, si algún día ves que ya no sigo, no sonrío o callo, solo te pido que te acerques a mí y dame un beso, un abrazo o regálame una sonrisa, con eso será suficiente.

Su nieto afectado por el melancólico mensaje del abuelo, con su mejor intención de animarle,  le recordó el bonito y reconfortante poema -NO TE RINDAS- del famoso escritor Mario Benedetti:

“No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo.

“No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo.

“No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque lo has querido y porque te quiero.

“Porque existe el vino y el amor, es cierto, porque no hay heridas que no cure el tiempo, abrir las puertas quitar los cerrojos, abandonar las murallas que te protegieron.

“Vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar el canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos.

“No te rindas por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,  aunque el sol se ponga y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo, porque ésta es la hora y el mejor momento, porque no estás solo, porque te quiero.

Con lágrimas en sus ojos, el abuelo Octavio se levantó y se fundió en un abrazo con su nieto.


Eugenio

Noviembre 2019