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Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

28 agosto 2009

¡¡¡Quiero viviiiiirrrrr¡¡¡¡¡¡¡

A mi hija Maria Eugenia con todo cariño 


"Un día frío del invierno de 1880 la señora Grace se levantó antes de la hora que acostumbraba para atender las múltiples tareas domésticas, cuidando de los cuatro hijos que su esposo el señor Hugh había aportado al matrimonio, y los dos hijos de uno y dos años que había tenido desde que se casaron en segundas nupcias en 1876, cuando ella tenía 23 años y su esposo 59.

Vivían felizmente en la granja Lochfield Farm, situada cerca de Darvel, en la fértil comarca de Ayrshire, en el suroeste de Escocia. Se dedicaban al cultivo de diversos productos agrícolas, especialmente la avena y la patata. El primero para alimentar la cría de ovejas y otros animales domésticos, y el segundo como principal sustento de la familia.

La finca la tenían arrendada y vivían humildemente en una casa que carecía de las más elementales comodidades, con tan solo tres dormitorios. Y al carecer de instalaciones de agua corriente se lavaban en el fregadero de la cocina con cubos de agua que se abastecían de un manantial cercano a la granja. La vida familiar la hacían en la cocina-comedor donde todos se reunían alrededor de una gran mesa para compartir los alimentos.

Después de su matrimonio, la señora Grace demostró ser muy prolífica. En 1877 dio a luz a una hija y en 1879 a un hijo, y en los dos años siguientes trajo al mundo a otros dos hijos.

Ella tuvo el mérito de unir felizmente a los hijos de los dos matrimonios del señor Hugh en una sola familia. Tenía virtudes que favorecían la convivencia familiar. Era piadosa y comprensiva, que con su dulzura y humildad completaban los aderezos para conseguirlo.

Pero volvamos al invierno de 1880 cercana la navidad. Como era habitual por aquellas fechas, una brisa gélida y húmeda se extendía por las verdes praderas y campos de cultivo que rodeaban la granja.

Como lo hacía habitualmente, la señora Grace preparó lumbre con la leña amontonada en el cobertizo y se dispuso una vez más a asar unas patatas, que después ponía en los bolsillos de los muchachos para minorar el frío durante el camino a la escuela rural, que distaba como media milla de la granja. Patatas que más tarde se las comerían a la hora del almuerzo.

Después, con aspecto de sentimiento de preocupación y de haber dormido mas bien poco, dejando dormida a su familia, se dirigió hacia el camino que enlazaba con la pequeña colina cercana a la granja, donde tenían instalado un molino de viento para molturar los cereales. Escuchó los afilados ladridos de los perros, que alborotadamente la daban la bienvenida esperando la comida de todas las mañanas, tranquilizándoles con mondas de patatas cocidas, piensos de cereales y algunos restos de la comida familiar.

La señora Grace se sentó debajo del molino como lo había hecho en otras ocasiones cuando atormentaban su ánimo las dudas y tribulaciones. Desde aquella magnifica atalaya atisbaba el amanecer de un nuevo día, observando la salida del sol emergiendo entre las montañas que circundan la comarca de Ayrshire, intentaba encontrar serenidad y sosiego a su espíritu.

En esta ocasión la señora Grace esperaba un tercer hijo de su matrimonio con el señor Hugh. Tenía señales naturales que la hacían suponer un nuevo embarazo. Solo ella lo sabía y estaba aturdida. Pensaba en las dificultades que se le presentaban para poder atender a su extensa familia y su responsabilidad con la granja. Era como si el camino fuese superior a sus fuerzas.

Conocía que existían medios en la ciudad para resolver esas situaciones. En las dos ocasiones anteriores de sus embarazos no tuvo duda alguna, pero ahora estaba indecisa y su ánimo decaído.

Después de un largo rato meditando, empezó a comprender que la vida feliz es el alma libre, recta, intrépida y constante, que no siente el miedo ni la ambición. Al poco tiempo vió alterada su abstracción, por las continuadas voces de sus hijos y de su esposo: ¡Mamá, Mamá... Grace, Grace..! Evidentemente se les observaba preocupados por su inesperada ausencia. Aquello fue como un rayo de luz que provocó la respuesta más hermosa y limpia en la historia de una mujer: Dar vida a un ser humano y permitir su venida al mundo, superando toda incredulidad y egoísmo.

Supo aplicar discernimiento en el importante y trascendental juicio que el destino le presentaba una vez más ante su conciencia, distinguiendo al final de sus tribulaciones claramente entre lo falso y lo verdadero. Abogaba al fin por el compromiso del derecho a la vida en toda circunstancia, y soportando las tormentas del desconcierto y la desconfianza ante el futuro.

La señora Grace bajó corriendo al encuentro de su familia, sintiendo un supremo gozo en lo más hondo de su alma y con lágrimas en los ojos los abrazó y con voz alegre, les comunicó que la familia se vería incrementada en el próximo año.

Así fue, el 6 de Agosto de 1881 la señora Grace dio a luz felizmente un varón al que le pusieron de nombre Alexander, sí, Alexander Fleming, el que años más tarde recibiría el Premio Nobel de Medicina, por sus importantes investigaciones, que le llevó a descubrir la penicilina, antibiótico que revolucionaría la medicina moderna en la primera mitad del sigo XX. Considerado el hombre que, gracias a sus investigaciones, más vidas ha salvado a la humanidad, personaje al que se le reconocía, no solo por su gran talento, sino por su bondad y humildad".

La historia pudo ser cierta, como lo fueron los lugares, las fechas y sus personajes, y puede aplicarse al mundo actual, con tantas confusiones ideológicas y oscuridad de criterios. Entiendo que el tema del aborto no trata solo de cuestiones religiosas, sino del derecho natural, que es el que se debe proteger. Un feto de 12 semanas, éste parece ser el plazo legal de gestación sobre el que se pretende legislar, es un bebé con ojos, nariz y boca, manos y piernas, un ser humano en definitiva, tan débil e indefenso, que todo ello ofende y vulnera el verdadero sentido de nuestra existencia y el valor de nuestros afanes en el mundo. En resumen es una involución de la sociedad, y lo curioso es que algunos, con morbosa habilidad, tratan de hacernos creer que son aciertos y conquistas progresistas sus reiterados errores.

¡Cuánta perversidad y cinismo existe en la sociedad! Cuando a ese mismo ser humano se le haya amnistiado de la muerte, permitiéndole ver la luz del mundo, recibe todos los honores y merecida bienvenida y protección, y para mayor gloria se ha instituido el día de los derechos del niño

Ahora me pregunto: ¿Cómo se entiende que se hayan hecho tantas barbaridades en centros de asistencia médica, por profesionales que en su momento juraron sus deberes deontológicos con la sociedad, segando vidas nonatas y que se les haya permitido?

¿Cómo es posible que miles de jóvenes parejas, que desean adoptar bebés, se tengan que marchar a otros países para conseguirlo? ¿ Y qué país es éste, donde parece que todo vale, que defiende que las chicas de 16 años, con todas las limitaciones por tratarse de menores de edad, no obstante puedan abortar sin decírselo a sus padres, pero que éstos sí apechen con todas sus consecuencias; tratando los poderes públicos de dar carácter formal y legal a las situaciones humillantes que se vienen dando sin limitación de plazos, que no dejará de ser igual de patético, pues la tragedia de atentar contra el derecho a la vida seguirá sucediendo, eso sí, legalizado por ley, argumentando, no exento de cierta frivolidad e hipocresía, que se hace para ayudar a la mujer ante la Ley, denigrándola de antemano?

Tratándose de un problema tan serio, que por desgracia viven muchas jóvenes por falta de formación en general, la sociedad permanece inerte y los padres en particular mucho tendrían que decir; y los poderes públicos bien podrían establecer planes de formación sobre esta cuestión y arbitrar o instituir centros de acogida donde las futuras madres, puedan entregar el bebé no deseado sin consecuencias legales ni administrativas para ellas, y que fuesen adoptados por familias seleccionadas previamente para la adopción. Si esto pudiese ser así, cuántas vidas se salvarían y tendrían la posibilidad de criarse y educarse en una familia honesta, con el noble fin de que se conviertan en personas valiosas para la sociedad.

Todos debemos saber transmitir a esas personas atribuladas que viven momentos difíciles, el gran don que tenemos los humanos en saber elegir, usar inteligentemente el don de la libertad para poder realizarse como persona, y que para poder optar libremente sobre determinaciones tan serias, debe haber plenitud de convencimiento, formación de principios morales, éticos y culturales, y recibir la ayuda necesaria de la sociedad. En definitiva cumplir con los más elementales principios que es el respeto a la vida.

Escribía Quevedo: "Los necesitados no han de buscar al rey ni a los ministros: esa diligencia su necesidad la han de tener hecha. Los ministros y los reyes han de salir al camino: ese es su oficio; y consolarlos y socorrerlos, su premio".


Madrid, Agosto 2009