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Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

07 marzo 2019

ALOCEN



Se preparaban para regresar a sus hogares en la tarde de aquel primero de año. Toda la familia, trece en total, hacían sus maletas y otros bultos con acentuada rapidez, pues querían ponerse en marcha antes del crepúsculo, pues ya los decadentes rayos solares se iban perdiendo entre los cerros circundantes de la villa, en la que habían disfrutado de cuatro noches hasta celebrar el día de fin de año, motivo principal del viaje.


Desde un excelente mirador de la casa rural que les había acogido, donde estuvo un antiguo molino de aceite, regentado por un agradable y servicial matrimonio, con cierta nostalgia recordaron los felices días vividos, y se aprestaron a disfrutar por última vez de la bonita  panorámica  que ofrecía el pantano de Entrepeñas en un bello atardecer, y con un mayor encanto en aquella zona de originales calas, cercana a la cabecera de la presa, que en los últimos meses  había incrementado su caudal superando pertinaces sequías anteriores. No obstante se continuaba con los discutibles trasvases a la cuenca del río Segura.



Todavía humeaba la barbacoa por el último almuerzo disfrutado como un aderezo más al gozo que habían sentido de su estancia en aquella villa llamada Alocén, situada en la Alcarria Alta, cercana al citado embalse, donde gran parte de los terrenos de su término se encuentran bajo sus aguas.


La villa está situada en una pronunciada pendiente que desciende hasta la ribera de las aguas del pantano, goza de unas vistas extraordinarias dada la belleza del paisaje. Lo conforman infinidad de cerros de carrascales, encinas y plantas aromáticas, y con valles que se pierden en el lejano horizonte. También se atisban las pintorescas villas de Chillarón del Rey y Pareja, cercanas asimismo a las aguas del pantano. Desde aquella destacada atalaya donde se complacían de relajada contemplación, se apreciaban las impresionantes chimeneas de la Central Nuclear de Trillo.


Al fondo más inmediato se divisan diversas urbanizaciones, con sus respectivos pantanales para el atraque de embarcaciones de recreo. Por todo ello, desde sus principios, al conjunto de los embalses de Entrepeñas y Buendía, se les ha llamado el mar de Castilla, por la destacada extensión de sus aguas, que afectan a los términos de las diversas poblaciones limítrofes.
                                                                                                                   
Fue fundada durante la Reconquista de la Alcarria en la segunda mitad del siglo XI, por las huestes de Alvar Fáñez de Minaya, capitán a las órdenes del Cid Campeador, que también conquistó la capital de la provincia, en cuyo escudo de la ciudad está representado el famoso caballero de la Reconquista, durante el reinado del rey Alfonso VIII. Por entonces, siendo una alquería, el citado monarca la cedió al Monasterio de Monsaluz, en la villa de Córcoles, población cercana a Sacedón, siendo  cabecera de la comarca y antiguo partido judicial.

Cuenta con larga historia, extensa de enumerar, por el paso de los siglos, consiguiendo en 1519 el privilegio de villazgo, y en el siglo XX fue clave para su devenir histórico la construcción del  embalse de Entrepeñas, que anegó gran parte de sus tierras cercanas al curso del río Tajo. En la actualidad su economía está basada especialmente por el auge del turismo y de la agricultura.


En la mañana del primer día del año, los componentes más jóvenes y andarines de aquella familia, habían decidido realizar una última excursión, descubriendo nuevos lugares de encanto por los alrededores de Alocén, regresando al tiempo del almuerzo, para así disfrutar también con el ajetreo de la barbacoa, pues desde que llegaron preparaban el almuerzo como un divertimento más de sus vacaciones. Los demás familiares, condicionados por la edad y la comodidad de los sillones, se quedaron para escuchar música.

Recordaban el espectáculo que habían disfrutado en la mañana.  En esa ocasión se deleitaron en ver y escuchar a la orquesta filarmónica de Viena en su clásico concierto de primero de año, con los tradicionales valses y polcas, especialmente los más conocidos, entre ellos: El Danubio Azul y la Marcha Radetzky, de la dinastía de los Strauss, con la belleza del Ballet Nacional de Viena. Maravilloso espectáculo que se viene retransmitiendo al mundo desde el año 1959. En esa ocasión fue dirigido magistralmente  por el director alemán  Cristian Thieleman.

El día de fin de año fue memorable para nuestra familia, en particular y recordado con añoranza por lo entrañable de los momentos vividos en plena armonía familiar.

La cena fue excelente gastronómicamente hablando, gracias a un veterano marinero de altura, de procedencia asturiana y allegado a la familia por el azar de la vida. Surcador de los mares de la tierra, hombre que ha vivido felices y también arriesgadas aventuras de pesca en el bravío mar Cantábrico, y en el jubileo de su vida pescador infatigable, les proporcionó hermosos besugos, pescados personalmente por él.


Junto al resto de los vecinos, habían sido invitados por el laborioso y agradable alcalde de la villa, para participar en la fiesta que había organizado el Ayuntamiento en la Plaza Mayor. Situada frente a la magnífica  iglesia que preside aquel lugar, desde donde también se aprecian unas vistas extraordinarias. Además de la entrañable hermandad de los concentrados, hubo confetis para todos, bebidas y turrones, y por supuesto las uvas que no faltaban para desear las bondades del próximo año. Después traca incluida y mucha música en los salones del Consistorio, que por fuera el relente frío de la noche alcarreña era evidente.


Por la mañana después de apreciar con admiración el amanecer de aquel claro día de intenso azul, sin una sola nube que lo enturbiara, aprovecharon los andarines más atrevidos y mejor dotados para realizar una excursión hacia el Club de Velas, situado a unos cinco kilómetros de Alocén, con suave y pendiente y sucesivas curvas para salvar la quebrada orografía  desde la salida,  por carretera bien trazada y con escasa circulación de coches en aquellas fechas.


Transcurría la ruta por lugares de encanto donde la montaña se muestra de una belleza salvaje, y gozaron al ver corzos corretear huidizos por la presencia humana. Iban bordeando los barrancos por los que se adentraban las aguas del pantano, formando bonitas calas. Se apreciaban las barcas y veleros en sus pantanales y algunos navegando por las serenas y azuladas  aguas, espejo de un cielo espléndido en aquella mañana que gozaba de  sol radiante, pero con baja temperatura propia de aquellas fechas. Regresaron felices por cuanto había disfrutado, pero cansados por el largo caminar, pues la vuelta fue toda cuesta arriba.

Volviendo a conocer un poco más de la historia de aquella ilustre villa, es interesante conocer el importante acontecimiento acaecido con la llegada del ferrocarril, inaugurado el tramo que transcurría desde Sacedón a Alocén en el mes de diciembre de 1921, con una distancia de 10,5 kms. Fue la última estación que se construiría según el proyecto inicial de la Compañía del Ferrocarril de Madrid a Arganda, fundada en el año 1883. En 1901 quebró la empresa promotora y tomó el relevo la Compañía del Ferrocarril del Tajuña, cuyo plan era hacer una línea que uniera Madrid con la del Ferrocarril Central de Aragón. Sería el origen de la vía férrea que llegó a aquella villa. La línea en su integridad llegó a tener 142 kms. en el recorrido desde Madrid, saliendo de la antigua estación del Niño Jesús, situada cercana al Parque del Retiro, por la calle de Menéndez Pelayo de Madrid.

Desde Alocén nunca continuó la línea del ferrocarril. Estaba estudiado que llegase hasta Trillo, Cifuentes y Molina de Aragón, y desde allí que llegara a Monreal del Campo, donde enlazaría con el ferrocarril  central de Aragón.

La importancia que supuso para muchas poblaciones de la provincia de Madrid y de Guadalajara fue un espaldarazo en su desarrollo económico y social y un importante aliciente para aquella pequeña población de Alocén, teniendo en cuenta las precarias comunicaciones que existían entonces por carretera.

En aquella línea de ferrocarril de vía estrecha había dos trenes de servicio que salían de Madrid hasta Alocén y otros dos en sentido contrario. Se caracterizaba por su escasa velocidad y por parar en las muchas estaciones de su recorrido. De ahí aquel dicho “el tren de Arganda que pita más que anda”. Tardaba 12 horas en realizar el referido recorrido de 142 kms.

La línea de ferrocarril se clausuro en el 1943, en el tramo de Sacedón a Alocén, con motivo del inicio de las obras de construcción del embalse de Entrepeñas, al que sucedió la clausura del tramo de Auñón a Sacedón en 1946. A partir de 1953 fue suspendido el tráfico de viajeros en toda la línea, por lo que quedó para el servicio de  mercancías, principalmente de las canteras de la vega del Tajuña, y en especial para la cementera Portland Valderrivas que consiguió la exclusividad del tránsito desde 1964. Finalmente se clausuró la línea en 1997.

Para tantas poblaciones que se habían ilusionado con su ferrocarril, por las mejoras de todo orden que habían conseguido, supuso un duro golpe en su economía.


Como una reliquia del pasado, a la entrada de Alocén está expuesta  la portada de su antigua estación del ferrocarril, salvada de las aguas por la inundación que supuso la construcción de la citada presa de Entrepeñas.



Cercano está la famosa picota o rollo como también se llama, lugar donde se aplicaba la justicia a los reos por severos delitos en tiempos remotos.


En la tarde del tercer día habían decidido celebrar un cumpleaños de uno de los niños, jovencito de trece años, aficionado al deporte pero destacando en el tenis, que estaba exultante y emocionado. Habían engalanado la casa rural de forma tan entusiasta y vistosa, que bien parecía una verbena multicolor. A  todos les entusiasmó la originalidad ideada por las jóvenes féminas, en especial al muchacho homenajeado y al otro menor de la familia, una linda y vivaracha niña de ocho años que provocó a todos mucha delicia. Hubo hasta una escenificación pintoresca con  disfraces y canciones, con mucha gracia y encanto. Resumiendo,  una tarde muy emotiva y llena de ternura en una familia que gozaba de entrañable hermandad.

Por la mañana decidieron realizar una excursión en coche a la bonita villa de Mantiel, situada en las estribaciones de la otra orilla del embalse. Tuvieron que atravesar el moderno puente construido en tiempo de las obras de la presa, en la década de los años 50 del pasado siglo, pues  el antiguo quedó sumergido por sus aguas. Aprovecharon hacer una ruta por nuevos e insólitos lugares hasta llegar a la ribera del pantano disfrutando de nuevos paisajes. Y también avistaron otros grupos de corzos.

En la tarde del segundo día de su estancia en Alocén, decidieron  subir andando hasta el mirador situado por encima de la villa, a una distancia de poco más de un kilómetro, desde donde se admiraba un panorama impresionante, abarcando hasta un lejano horizonte de la comarca de La Alcarria, que lo describía  una placa instalada para mejor comprensión del visitante.




A sus pies se observaba la población de Alocén, medio oculta por la vegetación, como si estuviera colgada en la ladera de la montaña que se extendía hacia las aguas del pantano, allí donde hiciera curvas el río Tajo, entre profundos desfiladeros.

Después de haber pasado un tiempo contemplando aquellas maravillosas vistas, esperaron la llegada de la noche. Querían observar y admirar  desde aquella perfecta atalaya el firmamento y apreciar la grandeza que se nos oculta en las ciudades por la contaminación y sus luces. Desde aquel lugar quedaron extasiados por la  maravilla de la Creación. Acertaron al escoger aquella tarde de radiante luna llena que les serviría de orientación para regresar a casa.

En el primer día no dejaron de visitar la villa, una vez recuperados y descansados del viaje de poco más de cien kilómetros. Instalados en su nuevo hogar con infinidad de maletas y bultos, que parecía iban a afincarse por más tiempo del que en realidad disponían.


Pasearon por sus angostas y estrechas calles, que sinuosa ha crecido en abrazo mutuo con el monte. Observaron que en el trazado urbano hay construcciones dignas de destacar, longevas obras civiles con escudos heráldicos; la hermosa Plaza Mayor, y el Ayuntamiento, edificio porticado y rematado con una pequeña torre. Visitaron la magnífica iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y su alta torre, que datan del siglo XVII. Goza de un gran retablo barroco policromado. En la actualidad alberga pequeño museo en la Sacristía, con cuadros, orfebrería, ropas litúrgicas y documentos históricos. Era como  un recital de arte sacro.



También conocieron las ermitas de San Juan y de la Soledad.


Los agradables vecinos de la villa les informaron que el patrón de Alocén es el Santísimo Cristo del Amparo, que remonta su celebración a un voto realizado por los vecinos en el año 1670.

En todo caso, la villa de Alocén, está repleta de atractivos encantos, principalmente por las bellísimas vistas desde sus miradores.

Más bien pareciera que con la subida de las aguas del embalse, Alocén  sé recondujo  en una nueva imagen de diferente concepción, especialmente enfocada hacia el turismo, ofreciendo comodidad, limpieza, originalidad y buenos servicios, como corresponde a una población para el descanso y la práctica de los deportes acuáticos en las extensas aguas cercanas.

Es un balcón de Entrepeñas y de su larga historia, que dejará una bonita huella en el recuerdo de sus visitantes, además de ser considerado uno  de los pueblos más bellos de la provincia de Guadalajara, y  también  por su limpieza, instalaciones deportivas dentro de la villa, con piscina pública y pistas para el juego del tenis,  y en especial por el bien hacer de sus ciudadanos.
  
En la tarde noche de la llegada de aquella encantadora familia a la villa de Alocén y una vez ubicados cada cual en su habitación según iban llegando, a la hora de la cena, uno de los mayores, viendo tan felices a aquella extensa familia, para pasar unos días unidos y dichosos por la Alcarria, en un arranque de entusiasmo se le ocurrió con un simil trascender la importancia de la familia en general  y de aquella en particular, manifestando lo siguiente:

“La familia es un plato que emociona. La gente va aprendiendo poco a poco, improvisando y transmitiendo lo que sabe en el día a día. Lo que este veterano cocinero puede decir es que, por poca gracia que tenga, por malo que sea el sabor, la familia es un plato que tienes que probar y comer. Aprovecharla al máximo. La familia es un plato que, cuando se acaba nunca más se repite ¡feliz quien la tiene y sabe disfrutarla, aprovecharla y valorarla! Así que perdónense, tolérense, ámense como si fuera hoy el último día que van a estar juntos, porque cuando falta algún miembro de ella, es cuando nos vemos como familia. Pareciera que el ingrediente que une es el dolor y la ausencia. Más bien pareciera, que la Divina Providencia les protegiera y uniera. Y que siempre se os recuerde como personas de buenos sentimientos”
                                                    
Marzo de 2019
Eugenio