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Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

19 julio 2022

LOS MISERABLES

 

Guardo especial recuerdo, entre las diversas obras literarias leídas hasta el momento, de la extraordinaria novela que hago referencia en este escrito, del gran novelista y poeta Víctor Hugo, de origen francés, publicada en el año 1862, considerada de las más importantes del siglo XX.

Como creo conoceréis, su argumento trata sobre el bien y el mal, la ley, la política, la justicia y la religión. Se trata de una obra  de crítica social, que describe las virtudes y las miserias humanas. Tiene mucho paralelismo con la realidad que acontece en los tiempos actuales, a causa de la desigualdad de la sociedad moderna. Quiero entender que encaja su contexto en los tiempos que vivimos.

En principio deseo transcribir el inicio de un artículo que escribía en XL Semanal en el año 2006, con el título “Nuestros nuevos amos”, el  eminente  académico de la Real Academia Española, escritor contemporáneo español, mi admirado Arturo Pérez-Reverte.

“A los españoles nos destrozaron la vida Reyes, aristócratas, curas y generales. Bajo su dominio discurrimos dando bandazos, de miseria en miseria y de navajazo en navajazo, a causa de la incultura y la brutalidad que impusieron unos y otros. Para ellos solo fuimos carne de cañón, rebaño listo para el matadero o el paredón según las necesidades de cada momento. Situación a la que en absoluto fuimos ajenos pues aquí nunca hubo inocentes. Nuestros Reyes, nuestros curas y nuestros generales eran de la misma madre que nos parió. Españoles, a fin de cuentas, con corona, sotana o espada. Y todos, incluso los peores, murieron en la cama. Cada pueblo merece la historia y los gobernantes que tiene”.

Y no ha cambiado mucho en algunos aspectos referidos a los políticos, jueces y determinados sectores de la sociedad, quizás a peor. Hay nuevas castas, especialmente de gobernantes, pero no varían la costumbre de chuparnos la sangre a base de impuestos, algunos de forma desmedida, según mí parecer. No cambian, sean del signo que se precien, los mismos fulanos y fulanas, pero con distintas prendas, que en todos se aprecia su desmedido afán de gobernar como sea.

El ejemplo lo tenemos ahora mismo, de radiante actualidad, y para que repetir en contar lo que estamos viendo, que causa gran vergüenza y tribulación, por el desarraigo de unos españoles contra otros. Que regiones altaneras, oportunistas y desleales pretenden dividir la esencia patria de la unión conseguida desde hace siglos. Miserables las  actitudes políticas, que fomentan la discordia entre ciudadanos, creando mucha crispación.

Aquellos que están empeñados en reescribir la historia de nuestro País, con las virtudes y sombras que las personas  forjaron en el transcurrir de los tiempos. En lugar de aspirar a una búsqueda continua de la paz y la concordia, igual que lo hicieron sus antepasados, que ya habían enterrado las divergencias que les habían enfrentado en situaciones trágicas.

También son miserables los que  fomentan el odio por el que triunfa, el que deja estelas de sudor por el esfuerzo durante su vida, que empezando de la nada en pequeña empresa, llegan a ser  grandes empresarios que engrandecen nuestro País, y algunos en especial, extraordinarios mecenas, con importantes donaciones  a través de la Sanidad Pública, especialmente, colaborando en favor de los ciudadanos, y más  en momentos de tribulación por la desgracia que vivimos por el   coronavirus, que no solo no ha pasado, sino que se extiende como la polvorilla, aunque parezca en muchos casos poco más que un catarro.

Y a todo ello, respondiendo torpemente de forma absurda y con aptitudes incomprensibles desde ciertas esferas del poder en este atribulado País. Personas soberbias y arrogantes, taifas de vanidades e incompetencia, que demuestran mezquina actitud, fruto de la envidia que les embarga, que es la raíz de infinitos males y pesadumbre de las virtudes.

 Son los que atizan o propagan el fuego, y después se aprestan para apagarlo. Los que mienten con reiterada frialdad. Los que dicen estar con los más necesitados, pero que se blindan con buenos emolumentos y viven en distinguidas mansiones. Son los adalides de la propaganda embaucando a las gentes con bonitas promesas. Pero sus hechos tienen escasa realidad en la solución de los verdaderos problemas de la sociedad, más bien predomina la demagogia, de la que son especialistas. Se muestran prepotentes y despiadados con los que no comulgan con sus ideas, es la España eterna de siempre. Estás conmigo o contra mí.

Miserables los que con sus palabras intentan justificar lo injustificable, a la hora de mencionar el futuro de los  jóvenes. Esos jóvenes por los que tanto dicen se desvelan. Así como muchos de los ciudadanos, los mileuristas, si es que llegan a ese estatus, que algunos ni eso, sufriendo además la falta de  esperanza por mejorar el futuro de sus vidas, con ausencia de oportunidades, sufriendo el peregrinaje agotador en busca de trabajo, y posiblemente vivir la inquietud de la  inestabilidad pasando  por ese estadio de la vergüenza del paro. Y después, con un poco de suerte, conseguir temporalmente algún trabajillo que dure un par de telediarios, o al final tener que caer al amparo de los padres y hasta de los abuelos, que siempre estarán como un burladero donde resguardarse de las finas astas de la vida. Todo ello a pesar de las bondades que prometen los destacados demagogos que pululan por los escenarios de la política.

Miserables, los que por un puñado de votos, contentan a grupos que reivindicando derechos de la mujer, satanizan a la mayoría de los varones, por la maldad de algunos descerebrados, que de todo hay en la viña del Señor, y que nadie con sentido común pretende defenderlos, pues que caiga el peso de la Ley sobre ellos sin contemplaciones.

Miserables los que permiten interesadamente que  otros miserables se salten impunemente las leyes a su antojo  porque de ellos se espera decisiones poco alentadoras para la paz y la unidad de nuestro País.

Miserables las personas aviesas, algunas de agresividad evidente, que invaden impunemente los hogares de honrados ciudadanos, que sufren la impotencia  por la tragedia  de no poder recuperar sus propiedades de inmediato. Y los  incomprensibles creadores de unas leyes que no garantizan plenamente esas  situaciones que están creando  importante  clamor social.

Miserables los que no encuentran soluciones para evitar el drama, cuando los miembros de una unidad familiar se encuentran  a punto de cruzar el umbral de la pobreza. Y de reducir la enorme inflación que atenaza a todos los ciudadanos,   en horizontes de tragedia para poder conseguir vivir dignamente.

Miserables también los legitimados para aplicar  las leyes, que en ocasiones privilegian al canalla en detrimento de las personas decentes. Y pongo por ejemplo un caso real sucedido en la ciudad de Vigo. En una ocasión, fue una jueza la que sentenció a un valiente muchacho, con tres meses de cárcel y multa de 15.000 euros, como consecuencia de tratar de impedir que un hombre adulto maltratase a su pareja. Me explico, el maltratador afeó la conducta de aquel varón ejemplar propinándole un fuerte cabezazo que le hizo caer al suelo.

En respuesta el defensor e intrépido personaje, le devolvió desde el suelo una patada en la cara que le rompió la mandíbula. Resumiendo, el resultado fue el que he descrito, argumentando la jueza, “que la patada fue un exceso defensivo que no puede estar ya justificado por una notoria desproporción en el mismo”. Así que mal ejemplo para las personas decentes  que intentan ayudar en hechos parecido al narrado, ya que más de uno, conociendo estos casos, lo pensarán más de dos veces antes de actuar como manda toda lógica humanitaria. En este caso defender al maltrato de las mujeres, no obstante  el pésimo concepto que tienen de los varones ciertos grupos feministas. 

Y así hasta diversas situaciones que sería largo de enumerar, donde los miserables pululan por nuestro País fastidiando a los demás, haciendo lo que les viene en gana, al margen de las leyes humanas y divinas.

Pero a pesar de todo lo dicho, consuela pensar que hay mucha más gente que son formidables, que gozan con ayudar a los demás, que no reparan, como el muchacho de Vigo, defender las muchas injusticias que acaecen en la atribulada sociedad que vivimos. De los que están en primera línea de la batalla que se libra cada día por conseguir un mundo mejor, luchando contra las adversidades.

Destacando el admirable comportamiento de entrega, sacrificio y abnegación, de los sufridos sanitarios, las fuerzas de orden público, y servidores de todo engranaje para que la vida de los ciudadanos continúe en momentos de tribulación, especialmente por la guerra abierta contra el enemigo invisible del coronavirus; y recientemente por los temibles incendios que luchan por sofocar, con peligro de sus vidas. En general todos desde la  primera línea de vanguardia, para atender sin menoscabo alguno a una sociedad atemorizada por los estragos de las tragedias.

Cuando todo termine, porque todo tiene su fin, y que hemos de confiar en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades, por mucha tragedia que engendre los males que nos acechan, acrecentados por la degradación y la incapacidad de quienes deben protegernos, y  que produce sonrojo e incredulidad sobre su gobernanza; no obstante la sociedad entera deberá  reconocer en justo homenaje por cuanto hicieron esos héroes anónimos en favor de los ciudadanos y de una gran nación llamada España.  

                                

Julio de 2022

Eugenio