En recuerdo de mi padre oriundo de la ciudad del Doncel
El viajero, que vivía el momento
en que remontaba la verde colina de la juventud y no tenía otra fortuna al sol
de sus 25 años que el valor, que es la virtud de los jóvenes, y su sueño viajar
y conocer las ciudades y tierras
hispanas, había tomado el tren en la capital del Reino, pensando que resultaría un viaje más cómodo y
romántico, y así evitar los 130 kilómetros que distan por carretera hasta
Sigüenza. El tren marchaba veloz por la
fértil vega del río Henares camino de su destino, y el viajero sacó su libreta
de anotaciones sobre la visita turística que motivaba el viaje, especialmente
la historia relativa a un personaje que le tenía fascinado, y empezó a leer:
Añadía también el viajero en sus
anotaciones, que así leía:
Mas la historia no hace fiel
justicia sobre lo acaecido en su vida, pues ha sido más conocido por su muerte
en la zona de la Acequia Gorda, por la vega de Granada, a la edad de 26 años,
estando en campaña guerrera acompañando a las tropas castellanas en la
conquista de aquella ciudad, y por su sepulcro llamado del Doncel construido en
su honor en la capilla de San Juan y Santa Catalina en la catedral de Sigüenza,
que a través de los siglos ha sido símbolo de la ciudad donde está
inmortalizado, quien sabe, si hasta el final de los tiempos”.
El Doncel
A lo lejos, entre las ramas
desnudas de los árboles, en un día de frío otoñal por aquellas latitudes, se
ocultaba el sol. Está echando sus últimos resplandores anaranjados sobre los
cerros próximos; un ligero viento engendrado en la sierra envolvía la ciudad.
Sus decadentes rayos iluminan las torres de la catedral con una luz de oro
pálido que parece de ensueño, resaltando la
vetusta silueta de la monumental construcción. Suenan sus campanas,
anunciando oficios religiosos, con un triste y pausado retumbar. Acechan en su
mente las palabras escritas por Ramón y Cajal: “Cuando desde el tren
descubramos una ciudad desprovista de altas chimeneas y coronada de campanarios
elevados, apeémonos. Allí hallaremos seguridad para el cuerpo y sosiego y deleite
para el espíritu”.
Ya cercanas las tinieblas de la
noche seguntina, dejando a un lado el romántico jardín de la Alameda,
alfombrado por hojas amarillas, el viajero camina hacía la casa rural en la que
tiene concertado hospedaje, con la vana intención de descansar un rato, aunque
su impaciencia por conocer cuanto más mejor hará estéril el empeño; y después
reponer fuerzas para pasear por las calles de la fascinante ciudad, gozando del
encanto de la gran herencia recibida a través de los siglos, donde se transmite
el admirable y grandioso mensaje que los artistas cincelaron monumentos en
piedra y mármol, con deseos de inmortalidad y que recrea al visitante
recordando su historia medieval, con
rincones siempre evocadores de sus viejos barrios, que desde hacía tiempo
estaba ilusionado en conocer.
El viajero, después de aposentarse y librarse
de la pequeña bolsa que por bulto llevaba para sus atenciones personales, pasa
a tomar un refrigerio en un bar del barrio de la Travesaña, y al mismo tiempo
le servirá para repasar una rústica guía donde tiene anotado visitar lugares repletos de historia escondida entre sus
piedras grises y sentir el latir de tiempos pasados. Ávido estaba por conocer
cuanto había anotado y poco el tiempo a su favor, por razones laborales, ya que
solo un fin de semana tenía para disfrutar de tanto por ver.
Vistas de la ciudad y su castillo
Al poco tiempo estaba ya
paseando por las calles silenciosas del casco viejo y pronto queda embelesado,
como trasladado en el tiempo, ante el hechizo de los medievales escenarios de
las calles de la Travesaña Alta y Baja, de la Sinagoga (antigua judería), de
Arcedianos, de Infantes, y admirado queda ante la blasonada fachada de la Casa
del Doncel y los escudos de piedra sobre algunos portales que reflejan un
pasado glorioso. Vaga por calles y plazas con el silencio de la noche como
único acompañante, solo roto por el tenue bullicio al pasar cerca de algún bar,
con gentes alternando y parejas de jóvenes enamorados al resguardo de la fría
noche.
Pasó por la Plazuela de la
Cárcel y se detuvo en la Plaza Mayor, de estilo renacentista, pausadamente paseó por los soportales que
resaltan las columnas que los embellecen y las casas construidas con fuertes
paredes de piedra bien labrada y recias balconadas de hierro. La plaza fue construida
en el siglo XV gracias a la influencia del famoso Cardenal Mendoza, nacido en
la capital alcarreña, canciller de Castilla durante el reinado de Isabel la
Católica. De su mano llega a Sigüenza el arte renaciente y dibuja la silueta de
su posterior desarrollo urbano.
Estaba admirado por haber
conservado la ciudad su trazado medieval, que ha permanecido intacto con el
paso del tiempo. En la citada plaza está situado el Palacio Municipal, que
realza aún más si cabe la belleza del conjunto arquitectónico.
El viajero decidió extender su
paseo hasta el castillo volviendo sobre sus pasos, pensando que al día
siguiente vería la catedral y otros monumentos, pues en esos momentos todo
estaba durmiente. Se detuvo a admirar la fachada neoclásica de la iglesia
parroquial de Santa María, y la bella
portada románica del siglo XII de la parroquia de Santiago.
Después de las paradas
anteriores siguió su camino y pronto estaba ante aquel vigía de espectacular
belleza construido en el siglo XII, situado en lo
alto de la colina que domina la ciudad, sobre una antigua edificación árabe,
donde siglos antes estuvieron asentamientos romanos. Fue palacio fortaleza
residencia de obispos, cardenales y reyes, y en la actualidad le han convertido
en Parador Nacional de Turismo.
El castillo
Su visita resulta inolvidable y
sugerente para ocupar estancia en sus dependencias o cuando menos pasar algún
rato en la cafetería o el restaurante. A nuestro viajero tanto le entusiasmó el
lugar que decidió quedarse a cenar y degustar la deliciosa comida alcarreña,
después de haber disfrutado de un paseo por casi todas las instalaciones, pues
la entrada es libre a su magnífico patio
y otras dependencias.
Sentía pereza por ausentarse de
aquel divino lugar, como diría a sus familiares al regreso de su viaje, donde
se sentía trasladado a tiempos remotos, gozando de gran paz y sosiego pues el
lugar invitaba a ello, prometiéndose volver algún día para hospedarse el tiempo
que su economía lo permitiera.
Dedicada a la reliquia de Santa
Librada, patrona de la ciudad seguntina, cuya arqueta de plata contiene sus
restos situados en el altar que lleva su nombre. Cuenta la leyenda, que por curiosa merece ser
contada, que la referida Santa era natural de antigua villa gallega llamada
entonces Balcagia, identificada en la actualidad con Bayona, donde gobernaba su
padre el cónsul Catelio, en nombre de Roma, en el año 119.
Su madre tuvo nueve hijas a la
vez en el parto. Avergonzada de ello las tiró a un río, siendo recogidas
posteriormente por los aldeanos de los alrededores, quienes las educaron en el
cristianismo. En una persecución contra ellas, las nueve hermanas fueron
llevadas a presencia de Catelio, y una vez identificadas como hijas suyas, éste
les ofreció grandes honores y bodas si dejaban la religión de Cristo y volvían
al paganismo. Al negarse ellas repetidas veces, su padre las mandó dar martirio
y finalmente ordenó matarlas. Las reliquias originales de la Santa fueron
traídas por el anteriormente citado primer obispo de la ciudad. A todas las
hermanas se les dedicó un magnífico altar y grandes honores en los comienzos
del siglo XVI.
El viajero se admira de cuanto
puede ver en el interior de la catedral; de aspecto sobrio, muros gigantescos, altas bóvedas que se apoyan
en gruesos pilares, y que encierran un impresionante conjunto de obras de
eminentes autores que intervinieron a través de los cerca de nueve siglos de su
historia. Dedica interés a una de las más importantes obras originales del Renacimiento
europeo: La Sacristía de las Cabezas. El
nombre se debe a las 304 grandes y
expresivas cabezas labradas en piedra que cubren su bóveda encañonada, junto
con otras 3.000 de menor tamaño en los frisos, capiteles, etc., obra maestra de
Covarrubias.
Capilla del Doncel
También tiene especial deseo por
ver la Capilla de Los Arce, donde se encuentra la escultura más conocida de la
catedral de Sigüenza y de allende sus fronteras: El Sepulcro del Doncel Martín
Vázquez de Arce, que luce las armas de la Orden de Santiago y aparece recostado
y sumido en atenta lectura de un libro que sostiene entre sus manos. Descansa
sobre el sepulcro propiamente dicho.
Después de verlo todo
pausadamente sin dejar nada al azar, ya que guía en mano se pasó largo tiempo
admirando cuanto tesoro se exponía a la contemplación humana, pasó al Claustro
y nutrido Museo Catedralicio para finalizar la visita, avanzada la mañana.
Catedral
Ya en la explanada de la catedral aledaña a las calles de la ciudad, se encontró nuestro viajero con un gentío que le llamó la atención, pues le causaba cierto asombro ver tanto turismo por la ciudad. Eran grupos procedentes de Madrid que habían tomado el Tren Medieval, que en periodo otoñal hace viaje de ida y vuelta en el día, saliendo de la estación de Chamartín. Incluye visita guiada a la ciudad y animaciones durante el trayecto, con historias protagonizadas por los actores de la compañía Tarambana Teatro, que encarnan personajes de la época, además de degustar deliciosos dulces seguntinos. En esos momentos los viajeros acudían en tropel a visitar la catedral.
Catedral
Ya en la explanada de la catedral aledaña a las calles de la ciudad, se encontró nuestro viajero con un gentío que le llamó la atención, pues le causaba cierto asombro ver tanto turismo por la ciudad. Eran grupos procedentes de Madrid que habían tomado el Tren Medieval, que en periodo otoñal hace viaje de ida y vuelta en el día, saliendo de la estación de Chamartín. Incluye visita guiada a la ciudad y animaciones durante el trayecto, con historias protagonizadas por los actores de la compañía Tarambana Teatro, que encarnan personajes de la época, además de degustar deliciosos dulces seguntinos. En esos momentos los viajeros acudían en tropel a visitar la catedral.
Nuestro viajero también tenía
proyectado visitar el Museo Diocesano que ocupa un precioso edificio del siglo
XVI, y allí encaminó sus pasos, pues enfrente de la catedral estaba. Reúne un importante
fondo artístico de piezas en incomparable marco, pertenecientes a la Diócesis
de Sigüenza-Guadalajara. Destacan importantes obras, especialmente de arte
religioso de los siglos XII al XX: Retablos, esculturas, orfebrería, pinturas,
códices, etc., recogidos por los pueblos e iglesias de la Diócesis. Destacan la
Anunciación del Greco y la Inmaculada de Zurbarán, así como obras de Salcillo,
Morales, Madrazo, y largo etc.
Le satisfizo cuanto vio, pues
contiene todo sobre el arte religioso de la provincia alcarreña, y en resumen
de su larga historia.
Después de esta última visita
nuestro viajero sintió la llamada de su estómago, y se dispuso a atender con
presteza tan preciada demanda, con el fin de degustar el plato estrella de la
gastronomía seguntina, que anotado tenía en su libreta: el cabrito asado,
regado con buen vino y como postre los famosos bizcochos borrachos. No tardó en
encontrar el restaurante que había reservado, pues aún habiendo muchos donde se
puede comer tan deliciosos manjares, alguien le había recomendado aquel lugar.
Nuestro viajero quedó plenamente
satisfecho con acertados momentos de buen yantar, que muy humano es dar
satisfacción al cuerpo sin menoscabo de la salud. Recordaba al poeta cuando
escribió: “No se ha de descuidar la vida del cuerpo. La vida del cuerpo es la
vida de las sensaciones y de las emociones. El cuerpo conoce la verdadera
hambre, la verdadera sed, la verdadera alegría al sol y a la nieve. La
verdadera felicidad con el perfume de
las flores, en la visión de las lilas en flor. El amor, la ternura, el ardor,
la pasión, el odio y el dolor verdaderos. Todas las emociones pertenecen al
cuerpo y el espíritu se limita a reconocerlas”.
Pensó que lo mejor sería dar un
largo paseo y ayudar a la digestión de la exquisita comida. Dirigió sus pasos
hacia el barrio barroco de San Roque, camino de la Alameda, parque principal de
la ciudad. Allí meditaría sobre cuanto había visto y escribiría en su libreta
sus vivencias a fin de contar las maravillas de esta villa medieval llena de
encanto y misterio.
No quería despedirse de la
ciudad, pues solo dos horas le quedaban para tomar el tren de regreso a Madrid,
sin antes ver el magnífico conjunto de edificios: Universidad de Porta Coeli o
Universidad de Sigüenza, que inició servicio docente el año 1.489, finalizando
sus actividades académicas en 1.824. Actualmente es la sede del Palacio
Episcopal. El Monasterio e Iglesia de los Jerónimos, orden que tuteló la
Universidad hasta el año 1.835. Y el Seminario Mayor, de donde han salido
ilustres obispos y cardenales.
Nuestro viajero acudió presto a
recoger su bolsa de viaje y encaminó sus pasos a la estación de ferrocarril.
Caminaba con el alma henchida de puro gozo por las horas vividas, y manteniendo
viva la idea de volver algún día para terminar de ver el resto de la ciudad con
sus monumentos menores; así como descubrir las cercanías a la ciudad, que
también son muy merecedoras de conocer: Barranco del Río Dulce, lugar donde
recreó Félix Rodríguez de la Fuente sus famosos seriales televisivos sobre el
hombre y la tierra; y el pueblo amurallado de Palazuelos, entre otras villas y
tierras donde la obra humana y la naturaleza se manifiesta con todo su
esplendor.
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