Se preparaban para
regresar a sus hogares en la tarde de aquel primero de año. Toda la familia,
trece en total, hacían sus maletas y otros bultos con acentuada rapidez, pues
querían ponerse en marcha antes del crepúsculo, pues ya los decadentes rayos
solares se iban perdiendo entre los cerros circundantes de la villa, en la que
habían disfrutado de cuatro noches hasta celebrar el día de fin de año, motivo
principal del viaje.
Desde un excelente mirador
de la casa rural que les había acogido, donde estuvo un antiguo molino de
aceite, regentado por un agradable y servicial matrimonio, con cierta nostalgia
recordaron los felices días vividos, y se aprestaron a disfrutar por última vez
de la bonita panorámica que ofrecía el pantano de Entrepeñas en un
bello atardecer, y con un mayor encanto en aquella zona de originales calas,
cercana a la cabecera de la presa, que en los últimos meses había incrementado su caudal superando
pertinaces sequías anteriores. No obstante se continuaba con los discutibles
trasvases a la cuenca del río Segura.
Todavía humeaba la
barbacoa por el último almuerzo disfrutado como un aderezo más al gozo que
habían sentido de su estancia en aquella villa llamada Alocén, situada en la
Alcarria Alta, cercana al citado embalse, donde gran parte de los terrenos de
su término se encuentran bajo sus aguas.
La villa está situada en
una pronunciada pendiente que desciende hasta la ribera de las aguas del
pantano, goza de unas vistas extraordinarias dada la belleza del paisaje. Lo conforman infinidad de cerros
de carrascales, encinas y plantas aromáticas, y con valles que se pierden en el
lejano horizonte. También se atisban las pintorescas villas de Chillarón del
Rey y Pareja, cercanas asimismo a las aguas del pantano. Desde aquella destacada
atalaya donde se complacían de relajada contemplación, se apreciaban las
impresionantes chimeneas de la Central Nuclear de Trillo.
Al fondo más inmediato se
divisan diversas urbanizaciones, con sus respectivos pantanales para el atraque
de embarcaciones de recreo. Por todo ello, desde sus principios, al conjunto de
los embalses de Entrepeñas y Buendía, se les ha llamado el mar de Castilla, por
la destacada extensión de sus aguas, que afectan a los términos de las diversas
poblaciones limítrofes.
Fue fundada durante la Reconquista de la Alcarria en la segunda mitad del siglo XI, por las huestes de Alvar Fáñez de Minaya, capitán a las órdenes del Cid Campeador, que también conquistó la capital de la provincia, en cuyo escudo de la ciudad está representado el famoso caballero de la Reconquista, durante el reinado del rey Alfonso VIII. Por entonces, siendo una alquería, el citado monarca la cedió al Monasterio de Monsaluz, en la villa de Córcoles, población cercana a Sacedón, siendo cabecera de la comarca y antiguo partido judicial.
Cuenta con larga historia,
extensa de enumerar, por el paso de los siglos, consiguiendo en 1519 el
privilegio de villazgo, y en el siglo XX fue clave para su devenir histórico la
construcción del embalse de Entrepeñas,
que anegó gran parte de sus tierras cercanas al curso del río Tajo. En la
actualidad su economía está basada especialmente por el auge del turismo y de
la agricultura.
En la mañana del primer
día del año, los componentes más jóvenes y andarines de aquella familia, habían
decidido realizar una última excursión, descubriendo nuevos lugares de encanto
por los alrededores de Alocén, regresando al tiempo del almuerzo, para así
disfrutar también con el ajetreo de la barbacoa, pues desde que llegaron
preparaban el almuerzo como un divertimento más de sus vacaciones. Los demás
familiares, condicionados por la edad y la comodidad de los sillones, se
quedaron para escuchar música.
Recordaban el espectáculo
que habían disfrutado en la mañana. En
esa ocasión se deleitaron en ver y escuchar a la orquesta filarmónica de Viena
en su clásico concierto de primero de año, con los tradicionales valses y
polcas, especialmente los más conocidos, entre ellos: El Danubio Azul y la
Marcha Radetzky, de la dinastía de los Strauss, con la belleza del Ballet
Nacional de Viena. Maravilloso espectáculo que se viene retransmitiendo al
mundo desde el año 1959. En esa ocasión fue dirigido magistralmente por el director alemán Cristian Thieleman.
El día de fin de año fue
memorable para nuestra familia, en particular y recordado con añoranza por lo
entrañable de los momentos vividos en plena armonía familiar.
La cena fue excelente
gastronómicamente hablando, gracias a un veterano marinero de altura, de
procedencia asturiana y allegado a la familia por el azar de la vida. Surcador
de los mares de la tierra, hombre que ha vivido felices y también arriesgadas
aventuras de pesca en el bravío mar Cantábrico, y en el jubileo de su vida
pescador infatigable, les proporcionó hermosos besugos, pescados personalmente
por él.
Junto al resto de los
vecinos, habían sido invitados por el laborioso y agradable alcalde de la
villa, para participar en la fiesta que había organizado el Ayuntamiento en la
Plaza Mayor. Situada frente a la magnífica
iglesia que preside aquel lugar, desde donde también se aprecian unas
vistas extraordinarias. Además de la entrañable hermandad de los concentrados,
hubo confetis para todos, bebidas y turrones, y por supuesto las uvas que no
faltaban para desear las bondades del próximo año. Después traca incluida y
mucha música en los salones del Consistorio, que por fuera el relente frío de
la noche alcarreña era evidente.
Por la mañana después de
apreciar con admiración el amanecer de aquel claro día de intenso azul, sin una
sola nube que lo enturbiara, aprovecharon los andarines más atrevidos y mejor
dotados para realizar una excursión hacia el Club de Velas, situado a unos
cinco kilómetros de Alocén, con suave y pendiente y sucesivas curvas para
salvar la quebrada orografía desde la
salida, por carretera bien trazada y con
escasa circulación de coches en aquellas fechas.
Transcurría la ruta por
lugares de encanto donde la montaña se muestra de una belleza salvaje, y
gozaron al ver corzos corretear huidizos por la presencia humana. Iban
bordeando los barrancos por los que se adentraban las aguas del pantano,
formando bonitas calas. Se apreciaban las barcas y veleros en sus pantanales y
algunos navegando por las serenas y azuladas
aguas, espejo de un cielo espléndido en aquella mañana que gozaba de sol radiante, pero con baja temperatura propia
de aquellas fechas. Regresaron felices por cuanto había disfrutado, pero cansados
por el largo caminar, pues la vuelta fue toda cuesta arriba.
Volviendo a conocer un
poco más de la historia de aquella ilustre villa, es interesante conocer el
importante acontecimiento acaecido con la llegada del ferrocarril, inaugurado
el tramo que transcurría desde Sacedón a Alocén en el mes de diciembre de 1921,
con una distancia de 10,5 kms. Fue la última estación que se construiría según
el proyecto inicial de la Compañía del Ferrocarril de Madrid a Arganda, fundada
en el año 1883. En 1901 quebró la empresa promotora y tomó el relevo la
Compañía del Ferrocarril del Tajuña, cuyo plan era hacer una línea que uniera
Madrid con la del Ferrocarril Central de Aragón. Sería el origen de la vía
férrea que llegó a aquella villa. La línea en su integridad llegó a tener 142 kms.
en el recorrido desde Madrid, saliendo de la antigua estación del Niño Jesús,
situada cercana al Parque del Retiro, por la calle de Menéndez Pelayo de
Madrid.
Desde Alocén nunca
continuó la línea del ferrocarril. Estaba estudiado que llegase hasta Trillo,
Cifuentes y Molina de Aragón, y desde allí que llegara a Monreal del Campo,
donde enlazaría con el ferrocarril
central de Aragón.
La importancia que supuso
para muchas poblaciones de la provincia de Madrid y de Guadalajara fue un
espaldarazo en su desarrollo económico y social y un importante aliciente para
aquella pequeña población de Alocén, teniendo en cuenta las precarias
comunicaciones que existían entonces por carretera.
En aquella línea de
ferrocarril de vía estrecha había dos trenes de servicio que salían de Madrid
hasta Alocén y otros dos en sentido contrario. Se caracterizaba por su escasa
velocidad y por parar en las muchas estaciones de su recorrido. De ahí aquel
dicho “el tren de Arganda que pita más que anda”. Tardaba 12 horas en realizar
el referido recorrido de 142 kms.
La línea de ferrocarril se
clausuro en el 1943, en el tramo de Sacedón a Alocén, con motivo del inicio de
las obras de construcción del embalse de Entrepeñas, al que sucedió la clausura
del tramo de Auñón a Sacedón en 1946. A partir de 1953 fue suspendido el
tráfico de viajeros en toda la línea, por lo que quedó para el servicio de mercancías, principalmente de las canteras de
la vega del Tajuña, y en especial para la cementera Portland Valderrivas que
consiguió la exclusividad del tránsito desde 1964. Finalmente se clausuró la
línea en 1997.
Para tantas poblaciones
que se habían ilusionado con su ferrocarril, por las mejoras de todo orden que
habían conseguido, supuso un duro golpe en su economía.
Como una reliquia del pasado,
a la entrada de Alocén está expuesta la
portada de su antigua estación del ferrocarril, salvada de las aguas por la
inundación que supuso la construcción de la citada presa de Entrepeñas.
Cercano está la famosa picota
o rollo como también se llama, lugar donde se aplicaba la justicia a los reos por
severos delitos en tiempos remotos.
En la tarde del tercer día
habían decidido celebrar un cumpleaños de uno de los niños, jovencito de trece
años, aficionado al deporte pero destacando en el tenis, que estaba exultante y
emocionado. Habían engalanado la casa rural de forma tan entusiasta y vistosa,
que bien parecía una verbena multicolor. A
todos les entusiasmó la originalidad ideada por las jóvenes féminas, en
especial al muchacho homenajeado y al otro menor de la familia, una linda y
vivaracha niña de ocho años que provocó a todos mucha delicia. Hubo hasta una
escenificación pintoresca con disfraces
y canciones, con mucha gracia y encanto. Resumiendo, una tarde muy
emotiva y llena de ternura en una familia que gozaba de entrañable hermandad.
Por la mañana decidieron
realizar una excursión en coche a la bonita villa de Mantiel, situada en las
estribaciones de la otra orilla del embalse. Tuvieron que atravesar el moderno
puente construido en tiempo de las obras de la presa, en la década de los años
50 del pasado siglo, pues el antiguo
quedó sumergido por sus aguas. Aprovecharon hacer una ruta por nuevos e insólitos
lugares hasta llegar a la ribera del pantano disfrutando de nuevos paisajes. Y
también avistaron otros grupos de corzos.
En la tarde del segundo
día de su estancia en Alocén, decidieron subir andando hasta el mirador situado por
encima de la villa, a una distancia de poco más de un kilómetro, desde donde se
admiraba un panorama impresionante, abarcando hasta un lejano horizonte de la
comarca de La Alcarria, que lo describía
una placa instalada para mejor comprensión del visitante.
A sus pies se observaba la
población de Alocén, medio oculta por la vegetación, como si estuviera colgada
en la ladera de la montaña que se extendía hacia las aguas del pantano, allí
donde hiciera curvas el río Tajo, entre profundos desfiladeros.
Después de haber pasado un
tiempo contemplando aquellas maravillosas vistas, esperaron la llegada de la
noche. Querían observar y admirar desde
aquella perfecta atalaya el firmamento y apreciar la grandeza que se nos oculta
en las ciudades por la contaminación y sus luces. Desde aquel lugar quedaron
extasiados por la maravilla de la
Creación. Acertaron al escoger aquella tarde de radiante luna llena que les
serviría de orientación para regresar a casa.
En el primer día no
dejaron de visitar la villa, una vez recuperados y descansados del viaje de
poco más de cien kilómetros. Instalados en su nuevo hogar con infinidad de
maletas y bultos, que parecía iban a afincarse por más tiempo del que en
realidad disponían.
Pasearon por sus angostas
y estrechas calles, que sinuosa ha crecido en abrazo mutuo con el monte.
Observaron que en el trazado urbano hay construcciones dignas de destacar, longevas
obras civiles con escudos heráldicos; la hermosa Plaza Mayor, y el Ayuntamiento, edificio
porticado y rematado con una pequeña torre. Visitaron la magnífica iglesia
parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y su alta torre, que datan del
siglo XVII. Goza de un gran retablo barroco policromado. En la actualidad
alberga pequeño museo en la Sacristía, con cuadros, orfebrería, ropas
litúrgicas y documentos históricos. Era como
un recital de arte sacro.
También conocieron las
ermitas de San Juan y de la Soledad.
Los agradables vecinos de
la villa les informaron que el patrón de Alocén es el Santísimo Cristo del
Amparo, que remonta su celebración a un voto realizado por los vecinos en el
año 1670.
En todo caso, la villa de
Alocén, está repleta de atractivos encantos, principalmente por las bellísimas
vistas desde sus miradores.
Más bien pareciera que con
la subida de las aguas del embalse, Alocén
sé recondujo en una nueva imagen
de diferente concepción, especialmente enfocada hacia el turismo, ofreciendo comodidad,
limpieza, originalidad y buenos servicios, como corresponde a una población
para el descanso y la práctica de los deportes acuáticos en las extensas aguas
cercanas.
Es un balcón de Entrepeñas
y de su larga historia, que dejará una bonita huella en el recuerdo de sus
visitantes, además de ser considerado uno de los pueblos más bellos de la provincia de
Guadalajara, y también por su limpieza, instalaciones deportivas dentro
de la villa, con piscina pública y pistas para el juego del tenis, y en especial por el bien hacer de sus
ciudadanos.
En la tarde noche de la
llegada de aquella encantadora familia a la villa de Alocén y una vez ubicados
cada cual en su habitación según iban llegando, a la hora de la cena, uno de
los mayores, viendo tan felices a aquella extensa familia, para pasar unos días
unidos y dichosos por la Alcarria, en un arranque de entusiasmo se le ocurrió
con un simil trascender la importancia de la familia en general y de aquella en particular, manifestando lo
siguiente:
“La familia es un plato
que emociona. La gente va aprendiendo poco a poco, improvisando y transmitiendo
lo que sabe en el día a día. Lo que este veterano cocinero puede decir es que,
por poca gracia que tenga, por malo que sea el sabor, la familia es un plato
que tienes que probar y comer. Aprovecharla al máximo. La familia es un plato
que, cuando se acaba nunca más se repite ¡feliz quien la tiene y sabe
disfrutarla, aprovecharla y valorarla! Así que perdónense, tolérense, ámense
como si fuera hoy el último día que van a estar juntos, porque cuando falta
algún miembro de ella, es cuando nos vemos como familia. Pareciera que el
ingrediente que une es el dolor y la ausencia. Más bien pareciera, que la
Divina Providencia les protegiera y uniera. Y que siempre se os recuerde como
personas de buenos sentimientos”
Marzo de 2019
Eugenio
2 comentarios:
Que hermoso comentario a tu familia, es verdad que esos momentos que estais juntos en completa armonia, son el tesoro Divino mas apreciable de ésta vida.
J.A
Me encanta el articulo, el cuidado y elegancia al describir personas, elementos y hechos, y, de especialmente la exaltación de la familia.
Víctor
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