Google Analystics

Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

08 junio 2019

COGOLLUDO



El viajero que nos ha acompañado en diversos viajes por Guadalajara y su provincia, enamorado de sus tierras, monumentos y sus gentes, ya había remontado la verde colina de la juventud y ahora le acompañaba  una joven y bella alcarreña con la que recientemente había contraído matrimonio, se disponían a conocer una población de la zona norte de la provincia llamada Cogolludo, antiguo partido judicial, que en la actualidad pertenece a la capital.


Nuestro antiguo viajero, especialmente, deseaba una vez más hacer universal y legible aquella hermosa región de España. El caso era andar y descubrir, hablar con la gente, saber de sus vidas, de sus genealogías y de sus sueños.

A su reciente esposa la conoció en uno de sus viajes a Guadalajara,  y ahora intenta inculcar sus ilusiones por conocer nuevas tierras de España, pero especialmente los feudos alcarreños por su proximidad a Madrid, donde residían actualmente.

Partieron temprano en un nuevo automóvil, que habían adquirido hacía pocos meses, y para aprovechar bien el tiempo del que disponían en un fin de semana  del mes de Mayo, gozando de una espléndida primavera.

Como tenía por costumbre nuestro viajero, pararon en Guadalajara capital, para desayunar en un bar cercano al famoso Palacio del Infantado, monumento emblemático de la ciudad, que él ya conocía por viajes anteriores, pero que deseaba dar a conocer a su reciente esposa. Ella quedó encantada de la magnífica joya arquitectónica más importante y representativa que la ilustre familia de los Mendoza ha legado a la capital alcarreña, pues en el monumental palacio pusieron lo más intenso de su carga intelectual y humanística, y el más acendrado sentimiento de apego hacia su tierra alcarreña.

Se construyó por voluntad del segundo duque del Infantado don Iñigo López de Mendoza a partir del año 1480. Al terminar el siglo XV lucía el monumento todo su esplendor.

Después siguieron su camino en dirección a la villa de Cogolludo, que cuenta con unos seiscientos habitantes, y distante de Guadalajara a unos cuarenta kilómetros, por lo que desde Madrid había unos cien kilómetros. Actualizaron el GPS de su automóvil para no tener problemas en las carreteras que tenían que tomar hasta llegar a su destino, a la que pensaban llegar en aproximadamente unos treinta minutos.

En un “cogollo” o montículo, de fuerte pendiente en la estribación del Sistema Central, está situada la villa de Cogolludo, en un declive hacia el valle del río Henares. Es la puerta de entrada al Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara, y al Hayedo de la Tejera Negra, ruta de la arquitectura negra. Forma parte de la Serranía y fue señorío de los Duques de Medinaceli.

Ilustre por su extensa y notoria historia, cuyo origen se remonta al siglo XI, durante la reconquista cristiana de la zona a los musulmanes por las huestes de Alvarfañez de Minaya, capitán a las órdenes del Cid Campeador, reinando Alfonso VI en Castilla y León.

El origen de la villa de Cogolludo se remonta a la primitiva fortaleza musulmana construida en el alto del cerro que domina la población, usada principalmente con fines militares, y que con el paso del tiempo dio lugar a la que ahora conocemos.

El destino de Cogolludo se decidió en el año 1176, durante el reinado de Alfonso VIII que donó la villa a la Orden de Calatrava, la cual mantuvo su dominio durante dos siglos.

En el devenir de los tiempos se sucedieron determinados dominios de la villa en favor de reyes y nobleza. Es largo de enumerar su extensa historia, por lo que puede aburrir al lector, pero conviene destacar la influencia de la dinastía de los Duques de Medinaceli desde el siglo XV, siendo su primer Duque don Luis de la Cerda, donde su protección hacia la villa de Cogolludo fue siempre solícita, y en su tiempo ordenó la construcción del magnífico palacio que hasta ahora se puede admirar, gala del Renacimiento Español, y sigue siendo el monumento principal de la villa de Cogolludo.

Ayudaron también en la construcción de iglesias, y fundaron un convento a la Orden Franciscana. Mantuvieron muchos años en pie el castillo medieval de origen musulmán, que en tiempos posteriores ha quedado en lastimosa ruina a consecuencia de haber sufrido los rigores de la invasión napoleónica, que también destruyó gran parte de la población.



Había llegado nuestra pareja de viajeros a la Plaza Mayor, ubicada en un amplio recinto de planta rectangular, y largas hileras de soportales, con una gran fuente en la parte central.  También está situado en la referida plaza el edificio del Ayuntamiento de la villa, que goza de una singular construcción. Fue ordenada en el siglo XV, cuando la ilustre familia de Medinaceli construyó el referido palacio, diseñado para presidir la gran plaza de Cogolludo. Su construcción comenzó en el año 1488 y finalizó en 1492.  Considerado por eruditos consagrados como primer edificio renacentista de nuestro País, con cierta influencia del gótico. Goza de bella portada, y en su interior un patio plateresco.  Declarado Monumento en 1931.

En el referido Palacio, recientemente restaurado, se puede disfrutar de exposiciones y diversas actividades culturales.




Nuestros viajeros se encontraron con la encantadora familia  de nueve adultos y dos menores, niño de trece años y niña de ocho, que vimos disfrutando el fin de año último en la villa de Alocén, cercana al pantano de Entrepeñas, demostrando sus grandes virtudes en paz y armoniosa convivencia. Ahora estaban admirando la magnífica fachada del Palacio de Medinaceli, y a ellos se acercaron el joven matrimonio, para consultarles la posibilidad del ver el interior del monumento. Les contestaron que  estaban esperando el próximo turno de entrada al recinto.


Aquella circunstancia fue el inicio de unas cordiales relaciones con aquella simpática familia que les acogió con agrado y les brindaron para que les acompañaran durante toda la estancia que estuvieran por allí, si así lo estimasen; pues siendo conocedores de Cogolludo y su entorno por haberlo visitado en otras ocasiones, les podían ayudar a conocer mejor la población. En esta ocasión habían ido a Cogolludo, especialmente, a degustar la rica gastronomía de aquel lugar, celebrando una onomástica familiar.

Salieron felices de la visita al Palacio, y decidieron acercarse al mesón donde tenía reservada mesa aquella extensa familia, para que la ampliaran a dos más, cosa que nuestros viajeros aceptaron con mucho agrado.

Después decidieron subir a la parte alta de la villa donde se levanta la magnífica iglesia parroquial de Santa María, construida en la primera mitad del siglo XVI. Forma su arquitectura un conjunto muy hermoso de su época renacentista, aunque la forma y ornamentos son góticos.


La Iglesia Parroquial consta de tres naves longitudinales, la central más ancha que las laterales, separadas por pilares cilíndricos. Destaca  la obra pictórica “Jesús despojado de sus vestiduras”, que representa los momentos previos a la crucifixión de Cristo, del pintor valenciano José Ribera “El Españoleto”, que anecdóticamente se conoce en la villa con el título del “capón de palacio”, debido a que fue regalado por el Duque de Medinaceli a la Parroquia a cambio de un capón, que anualmente debían los parroquianos entregar al Duque como obsequio de Navidad. Es la más pura técnica del tenebrismo del pintor Ribera.

Al lado del Evangelio, se sitúan dos capillas cuadradas también con bóvedas de crucería.  En la fachada situada al oeste se encuentra el conjunto renacentista más completo de la iglesia. La fachada está rematada con un gran frontón triangular. La torre está compuesta por estilizado chapitel forrado por placas de plomo y pizarra, terminado con decoración de bola y cruz. Y otras muchas descripciones dignas de ser admiradas, que hacen del monumento una obra de extraordinaria grandiosidad.

Aquella extensa familia tenía concertada una visita a las trece horas, en una finca cercana a la villa de Cogolludo, llamada Río Negro. También sugirieron a la pareja que les acompañaran, pues se trata de un lugar muy interesante.


Está situada en un bello lugar formado por unas seiscientas hectáreas, con un paisaje inigualable, donde cuentan con un viñedo llamado de altura, cercano a los mil metros de altitud, desafiando los límites tradicionales para el cultivo de las vides, rodeado de bosques de pinos, encinas y robles.




De propiedad familiar, creada al final de los años 90 del pasado siglo, ha recuperado la afamada tradición vinícola de Cogolludo, perdida hace mucho tiempo, como en casi toda la provincia a consecuencia de la enfermedad que padecieron  los viñedos, llamada filoxera.


Habían llegado a la finca en momentos que la naturaleza se manifiesta con todo esplendor, cuando los sarmientos de las cepas afloran acompañando el albor de los diminutos  racimos que en su momento darán vida a unos vinos especiales que por allí cultivan con todo esmero.

Los campos de cereales de los alrededores  extendían sus doradas mieses, adornados de amapolas y otras florecillas resaltando un cromatismo que su contemplación provocaba un gozo exultante. De hecho decidieron parar los coches en el alto de una loma para apreciar tan singular belleza, contemplando en el lejano horizonte las montañas de la serranía del Sistema Central, en la Sierra de Ayllón, límite natural de las provincias de Segovia y Soria.

Ya en la finca dieron un pequeño paseo por la viña, donde sus dueños les explicaron  la historia y las peculiaridades de aquellas tierras y del viñedo tan singular. Después visitaron la bodega de elaboración donde les dieron charla de acercamiento ameno al mundo del vino, y posteriormente degustaron los ricos caldos con unos aperitivos.

Había transcurrido el tiempo previsto de poco más de una hora, para volver a Cogolludo y cumplir con la cita gastronómica que tenían acordada para el almuerzo en el mesón, pues habían reservado degustar un cabrito asado para poco antes de las tres de la tarde.  El referido producto y el cordero de la zona, destacan como uno de los repertorios gastronómicos más suculentos, por lo que desde hace tiempo ha sido motivo de un turismo activo para degustar tan exquisitos manjares.



La velada fue para recordar, y especialmente a nuestros viajeros les encantó, pues se habían cumplido las expectativas de cuanto les habían comentado del rico yantar que por fama tiene aquella población.


Después del relativo descanso, pasearon  por la parte media del pueblo, donde en una recoleta plaza está la Iglesia San Pedro, obra del siglo XVI, actualmente no utilizada para realizar oficios religiosos. Y el Convento de Las Carmelitas, también construido en el mismo siglo anterior. Duró hasta la Desamortización de Mendizabal, en cuyo momento fue suprimido. Hoy todavía se aprecian ruinas de la iglesia y edificios conventuales.


Paseando por las calles de la población, pudieron ver algunas casas blasonadas, y ejemplos notorios de arquitectura popular. Bellos rincones típicos, interesantes plazas y fuentes que dan encanto a la villa, en la que se vivieron hechos muy relevantes y por donde pasaron personajes que han enriquecido la larga historia de aquella villa alcarreña.

Desde tiempos antiguos Cogolludo fue además de agrícola, en gran medida artesana, donde se fabricaron buenos paños. Hubo tenerías significantes, y también fuerte tradición de alfarería que producían diversas piezas de uso diario. Los alfareros de Cogolludo se hicieron famosos por la diversidad de las piezas que elaboraban.

En el crepúsculo de aquella maravillosa tarde primaveral, la extensa familia decidió partir de regreso a sus domicilios en Madrid capital y provincia, y nuestra pareja de viajeros, continuaron viaje hacia los llamados  pueblos negros que ya habían programado con anterioridad.


Se trata de pequeñas y austeras poblaciones que a lo largo de los tiempos han conservado su peculiar y rústica fisonomía arquitectónica, y su principal característica son las grandes superficies de pizarra negra que sirven tanto de cubiertas como de muros para las edificaciones, y que son extraídas del propio terreno de la zona, atesorando uno de los conjuntos de gran uniformidad cromática, y de un particular atractivo, que junto a la naturaleza que les rodea forman parajes bellísimos y de mucho encanto.

Arquitectura negra-Campillo de Ranas

Desde la villa de Cogolludo comienza la entrada a aquellos lugares, donde nuestros viajeros podían dejar volar su imaginación, y llegar a pueblos encantadores, donde en uno de ellos pensaban pernoctar y finalizar el fin de semana.

Eugenio

Junio 2019   

24 abril 2019

UNA HISTORIA TRASCENDENTE



Que espero tenga la buena fortuna de serle grata al lector, pues es una historia que está basada en un hecho real.

Generalmente el ser humano, al final de sus días, suele sincerarse con el recuerdo de su pasado, rebuscar la complacencia de sus bondades y arrepentirse de cuanto hiciera en su vida poco recomendable.

Nuestro gran hombre de esta historia, no iba a ser una excepción cuando cercano a su muerte, se confesó, comulgó y recibió la santa unción de los enfermos que había solicitado con mucho fervor. Muchos años atrás se había convertido al catolicismo, después de haber acaecido en un momento de su vida un hecho fuera de lo común.

No era una persona superficial, de los que son incapaces de profundizar en las cosas y que pretenden conocerlo todo, sin saber nada en absoluto. Todo lo contrario, se trataba de un hombre humilde y sincero, con mucho ánimo de aprender sin presunción y gozaba de gran talento.

Recordaba a sus alumnos ya en la madurez de su vida, cuando en los estudios universitarios en la universidad de Lyón, en Francia, abandonó las convicciones religiosas que había recibido de su familia y abrazó la filosofía materialista, que afirma que el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico.

Se movía arbitrariamente en el tema complicado del espíritu, tendiendo a demostrar la ambigüedad de los fenómenos espirituales de la vida, la naturaleza y de la lucha por los grandes principios en el  debate del alma humana.

Era un escéptico de la religión y especialmente incrédulo sobre los hechos sobrenaturales de los que tenía conocimiento, y que aparentemente habían acaecido en una pequeña población del sur de Francia llamada Lourdes.
                                                                                                                                                                                                   Con lágrimas en los ojos deslizándose por sus mejillas, recordaba también el viaje que realizó en tren en la estrenada primavera del año 1902. Con 29 años sintió en su corazón una llamada de amor. El principio de la vida. Sueño embriagador de todo ser humano.

En aquel entonces, como si estuviera predestinado por las estrellas, le ocurrió un fenómeno celestial del que dependió la suerte de su destino.

Nuestro personaje hacía nueve años que había terminado la carrera de medicina, especializándose en cirugía, sirviendo durante dos años en un hospital de la Cruz Roja, y varios años en distintos hospitales de la ciudad de Lyón.

Había decidido tomar un tren que le llevaría hasta Lourdes, para conocer personalmente los hechos extraordinarios que se atribuían a la Virgen María en aquella población, participando como médico en una peregrinación de enfermos. En su vagón  conoció a una enferma llamada María Brailly, con una grave enfermedad que padecía desde su juventud. Desahuciada por los médicos, y aun sabiendo  que ya no había nada que hacer para su curación, había decidido ir hasta Lourdes, convencida de que la Virgen le concedería, si no la salud, al menos la fuerza para morir en paz.

A los veintidós años de edad, desesperada al ver que su enfermedad no le daba respiro alguno, después de un largo peregrinaje por diversos hospitales, tras soportar duros tratamientos desde la edad de los trece años. Con un profundo sufrimiento, manifestó su deseo que la llevaran a Lourdes, donde veía una luz de esperanza a pesar del negro horizonte que le habían pronosticado, aun con oposición de todos para que abandonara la idea del viaje porque no sería capaz de soportarlo. No obstante se inscribiò en una peregrinación en tren que realizó el 26 de Mayo de 1902 desde la ciudad de Lyón.                                                                                                                                                               

Aquel doctor biólogo, cirujano, fisiólogo y sociólogo llamado Alexis Carrel, Premio Nobel en Fisiología en 1912, se interesó por la situación de aquella enferma, a la que atendió personalmente durante todo el viaje.

Al llegar a Lourdes el doctor Carrel se encontró con un antiguo compañero de colegio, colega como él, católico practicante, que conociendo su escepticismo en relación a los hechos de las revelaciones sobrenaturales en aquel lugar, y su experiencia espiritual de hechos insólitos relacionados con las curaciones de algunos enfermos, le preguntó: “Amigo Carrel, ¿Con qué curación te convencerías de la existencia de los milagros? El doctor Carrel respondió: “Con la curación imprevista de una enfermedad orgánica, como una pierna cortada que vuelve a crecer, un cáncer que desaparece, una deformidad congénita que de pronto ya no está, etc. Entonces si creería, si se me concediese ver un fenómeno de tal magnitud, sacrificaría todas mis teorías. Pero no tengo miedo de llegar a ese punto”.

El doctor Carrel continuó comentando: “Hay una chica, que he tenido que atender varias veces durante el viaje y cuya vida peligra. Tiene una peritonitis tuberculosa y su estado es crítico. Temo que se me muera entre los brazos. Si ella se curase, sería un verdadero milagro y yo creería todo y me haría sacerdote”.

Así quedó la conversación entre los dos amigos.

La referida enferma estaba ya en el hospital, esperando su turno para meterla en las piscinas que existían para los enfermos, con agua que brotaba del manantial del que se comentaba fluían fenómenos celestiales.

Aquel doctor se acercó a la enferma que estaba postrada en una camilla y dijo a los médicos presentes: “Es una peritonitis tuberculosa en el último estadio. Ella es hija de padres muertos de tuberculosis cuando eran jóvenes. Puede vivir todavía algún día, pero se acerca su fin”.

No fue posible meterla en las piscinas, solamente le lavaron el vientre con una esponja, pues el aspecto de la enferma era cadavérico y la llevaron ante la gruta  llamada Massbielle, en las afueras de la ciudad de Lourdes, donde se dice que la Virgen se apareció a una adolescente llamada Bernadette Soubirous en el año 1843, 30 años antes de que naciera nuestro premio nobel.

Pasadas unas horas, al doctor Carrel le pareció que el rostro de la enferma estaba más normal. La examinó, y la respiración parecía que mejoraba. Pero contaba en sus memorias el doctor, que lo importante fue cuando observó que la sábana que cubría a aquella pobre enferma, se deshinchaba por el vientre, y que poco después toda la hinchazón había desaparecido. No podía dar crédito a sus ojos. Se acercó a ella y le preguntó cómo se sentía, a lo que ella contestó: “Muy bien, tengo pocas fuerzas, pero creo que estoy curada”.

El doctor Carrel estaba perplejo y enmudecido ante aquel acontecimiento extraordinario. Se levantó y cruzando la fila de peregrinos que estaban orando se marchó a la residencia donde estaba hospedado. Su pecho se agitaba emocionado, pues nunca hubiera podido comprender  lo que ahora había observado en aquella desgraciada joven, que hasta allí había sido desahuciada por la terrible enfermedad que se le había diagnosticado por la ciencia médica.

Marie Braille, ya curada, fue llevaba al hospital. El doctor Carrel, la visitó varias veces aquella tarde con otros médicos y constataron que la curación era completa.

En la noche nuestro protagonista se acercó a la Basílica, donde vio a su antiguo amigo, quien le dijo: “¿Te convences ahora, filósofo incrédulo? Ahora te tendrás que meter a cura”.

El propio doctor contaba, que se había quedado solo en la Basílica, y que pronunció aquella oración que se ha hecho famosa: “Dulce Virgen que socorres a los infelices, protégeme, creo en ti. Toma a este pecador inquieto de corazón atormentado que se consume en la búsqueda de quimeras”.

Aunque desconcertado y atónito, informó de forma precisa sus observaciones a la comunidad médica de Lyon, donde fue atacado por el clero por considerarlo demasiado escéptico, y por  sus propios colegas médicos, que le consideraron demasiado crédulo. Situaciones que le ocasionaron cierta amargura, por lo que decidió seguir sus investigaciones en Canadá y en los Estados Unidos.

La curación de Marie Bailly ha sido de las más interesantes que se han presenciado en Lourdes desde el punto de vista científico, con una investigación rigurosa y confiable, por el testimonio de varios doctores, pero especialmente del doctor Carrel, cuyo talento e imparcialidad estaba fuera de toda duda, conociendo también su incredulidad que mantuvo hasta el final.

Aquel médico positivista, corriente que afirma que el único conocimiento auténtico es el científico; convertido en creyente, no se hizo sacerdote, sino que pensó dedicarse toda su vida al servicio de la ciencia y mejorar a los enfermos. Recibió el premio nobel de medicina en el año 1912, por el descubrimiento de un específico procedimiento de sutura que permitía el trasplante de vasos sanguíneos y órganos. Y al final de sus días, el 5 de noviembre de 1944 con 71 años de edad, confesó que no hallaba nada que esté en posición real con los datos ciertos de la ciencia.

Como final de esta historia, este narrador desea recuperar la maravillosa “memoria histórica” en homenaje a un gran hombre de sobrenatural sabiduría, que inspiró gran admiración y particular reverencia, pues sus estudios del cuerpo humano fueron la admiración del mundo entero, por lo que recibió tan importante premio como agradecimiento de la humanidad por haber salvado muchas vidas.

Eugenio
Abril 2019