INDIGNADOS EN EL CORAZON
En mi último viaje por tierras de
Andalucía, estaba una mañana sentado en el banco de un jardín de la zona del
Aljarafe sevillano, al resguardo del tórrido sol que en esas fechas abrasaba el
cuerpo y hasta el alma. Reparé en dos jóvenes jardineros, una dama y un varón,
que por su aparente juventud y semblante representaban no más de veinticinco
años.
Estuve un rato observando la
diligencia con que realizaban su cometido en el mantenimiento y conservación de
los bellos jardines que me rodeaban. Pensaba en el feliz deleite de los que nos
place disfrutar de la naturaleza. También en el salario que percibirían por tan
honesto trabajo y sentí la curiosidad de conocer algo de sus vidas cuando se
acercaron cerca de donde yo me encontraba.
De su porte y de cuanto hablaban
entre ellos deduje se trataba de jóvenes cultos y bien formados, más allá del
trabajo que realizaban. Efectivamente no desilusioné a mi atrevida curiosidad,
cuando entablé conversación con ellos, que no rehusaron, pues entendí deseaban
manifestar cierto descontento con la sociedad en que vivían y por el oficio que
obligados estaban a representar, pues pensaban no les correspondía ejercer, por
muy honesto que éste fuera. Se trataba de licenciados en Filología Inglesa, ella,
y su compañero en Derecho, con remuneración aproximada de los mil euros, así
que se les podía considerar mileuristas.
Pensé en los muchos jóvenes en
situación similar y en otros que ni siquiera la pueden gozar, si este verbo se
puede aplicar, cuyos destinos e
ilusiones están aparcados en espera de un trabajo por muy miserable que sea.
Por estas tierras meridionales
parece ser que el paro es el más alto del País. Triste y alarmante situación
para los ciudadanos en general, pero para los jóvenes en particular, creando
situaciones de tragedia y desesperanza por un futuro sombrío.
Situación que ha motivado
movimientos de masas como el 15-M, que después de un año de comentarios sigue
abierto a las interpretaciones más diversas para desentrañar las manifestaciones
de su indignación y protesta, que parecen representar a ciudadanos jóvenes, por
lo menos en sus principios, por ser los que más directamente sufren las
perspectivas de un puesto de trabajo. Pero se aprecia, que indeseados grupos
politizados intentan manipular y monopolizar las nobles iniciativas de
aquellos, tratando de conseguir desde la calle lo que no consiguieron en las
urnas, incitando a la revuelta callejera y el conflicto en contra del poder
legalmente constituido.
En el curso de la conversación,
el joven jardinero, con lengua clara y suelta, pausadamente pero con evidente
melancolía, comentó de la existencia de una intensa problemática del mecanismo
del poder corrupto en los diversos niveles del Estado: Central, Comunidades y
Ayuntamientos, creando una atmósfera de moral decadente, que está engendrando
personajillos indecentes, culpables de
acentuar a situación máxima la crisis que en general vienen padeciendo diversos
países con la diversidad de sus particularidades.
La joven filóloga, ahora
jardinera, que estaba esperando poder
hablar, con mirada escrutadora y cierta agudeza, me vino a decir a modo de
pregunta: Usted cree que es normal los males que estamos padeciendo como
consecuencia de la incompetencia de aquellos que no fueron capaces de buscar
soluciones a su debido tiempo, reaccionando solo cuando el barco navegaba a la
deriva y sin rumbo. No se enteraron o prefirieron ignorar el despilfarro en las
instituciones del Estado, ni de la falta de control de los que estaban
obligados a ello para evitar lo que ahora estamos padeciendo. Nos piden
sacrificios sin fin, pero ellos siguen manteniendo privilegios propios de una
casta que vive al margen del común de los ciudadanos.
Se cuestiona el Sistema Financiero
y en particular las Cajas de ahorro que han naufragado en un mar de
incompetencia, con nefastos dirigentes
percibiendo cifras astronómicas y blindajes escandalosos. Personajes
soberbios y ambiciosos, que a pesar de su pésima gestión se van de “rositas”,
sin reconocer su desatino ni pagar culpa alguna. Y nadie frenó tanto desorden,
ni reparó en la incompetencia de sus consejeros: políticos de todo orden o
desorden, sindicatos, etc., pero careciendo de gestores cualificados.
El joven y futuro abogado,
levantando su tono de voz, dijo: Hasta cuando hemos de pagar los simples
ciudadanos las torpes acciones y el grosero desenfreno que han mostrado muchos en la función de sus cargos, creando
confusión y espanto, desconcertándonos hasta helarnos la sangre por cuanto nos
hacen padecer. A todos les despierta la ambición cuando toman el poder y sus
delitos pueden hasta torcer y quebrar con dádivas la rectitud de la Ley.
Aquellos que con ingenio hechizo, seducción y lisonjas rindieron nuestra
voluntad en las urnas para conseguir el poder. En ellos se depositó confianza e
ilusiones y de su herencia recibimos tiempos desquiciados que están consumiendo
la esperanza en el futuro de infinidad de hombres y mujeres decepcionados.
Continuó la joven filóloga: De no
ser por la tragedia que se vive en muchos hogares, podíamos decir que esto es
como una comedia de enredo, donde en la escena nacional aparecen situaciones
tan extrañas como construir aeropuertos donde no despegan aviones, y raíles por
donde ya no circulan trenes de alta velocidad, que no rentabilizan suficientes
pasajeros, donde se han invertido vanamente ingentes cantidades de dinero
público. Más infinidad de otros desafueros fruto de los delirios de grandeza,
vanidad y megalomanía que tanto gozan dirigentes de todo tipo, cuyo solo afán
es medrar y hacer fortuna. No obstante, los culpables se van o les echan con
honores, medallas y buenas rentas, y algunos aún siguen pululando en pos de
nuevas aventuras que les lleva su desmedida ambición y desvergüenza.
Y ahora discúlpenos señor, pues a
lo lejos viene hacia aquí nuestro capataz, que nos puede amonestar por dejar de
hacer nuestro trabajo. Nos gustaría seguir charlando con usted, pero disciplina
obliga, así que hasta otra ocasión que le veamos por aquí.
Nos despedimos pensando que ésta
sería la primera y última ocasión que me vería con tan agradables jóvenes, pues
al día siguiente tomaría el Ave para retornar a casa, pero con la certeza de
haber tenido un encuentro difícil de olvidar.
Quedé meditando un rato más y mis
pensamientos, como golondrinas soñadoras, volaron en recuerdo de la gran nave
llamada Iberia, que quedó desarbolada y a la deriva después de la tragedia
sufrida en los tumultuosos océanos de la vida, cuando su capitán y oficiales no
fueron capaces de afrontar la furia de Neptuno. Ahora se intenta reponer de los
estragos sufridos para volver a navegar y soñar, desplegando su orgullosa
arboladura por los confines de la tierra
y que sus nuevas aventuras comporten esperanza, credibilidad y días de
gloria.
Mayo 2012
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