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Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

07 febrero 2015

MOLINA DE ARAGON



El joven viajero, enamorado de las tierras alcarreñas, no se cansaba de admirar su historia y sus tradiciones enraizadas en el sentir popular, y la rica fisonomía de espectaculares paisajes. Tierras de sabor a miel, esencia principal de la comarca de la Alcarria, y olores a tomillo, romero y  espliego, que embriagan al viajero al pasar por sus tierras salpicadas por el morado de la lavanda.  Destacaba ante sus familiares y amigos en cuantas ocasiones se presentasen, y así lo hacía constar en su diario de viajes, las características singulares de la geografía de cuantos lugares visitaba de la provincia de Guadalajara.

Situada en la  unión de los Sistemas Ibérico y Central, zona obligada de paso entre ambas mesetas, lo que explica el gran número de fortalezas y castillos que aún ahora se mantienen en píe y que se construyeron en todas las épocas para controlar el paso con miras ofensivas y defensivas, testimonios de campos de batalla, principalmente entre moros y cristianos.

Molina de Aragón y su castillo-fortaleza
 
Nuestro viajero sentía especial curiosidad por el llamado histórico Señorío de Molina, situado al este de la provincia haciendo frontera entre Castilla y Aragón. Con frecuencia comentaba, “que algo de historia conviene conocer por todo buen viajero de las tierras que desee recorrer”.

El Señorío de Molina, más bien conocido como Molina de Aragón, y en la antigüedad Molina de los Caballeros, ha sido una población bisagra entre Castilla y la Corona de Aragón. Cuenta la historia que en su término existieron asentamientos celtíberos y parece ser que fue habitada por los romanos. Después, durante mucho tiempo, estuvo bajo la influencia musulmana, y en el año  1129 el rey de Aragón, Alfonso I el Batallador, reconquistó la villa, pero la repoblación corrió a cargo del Reino de Castilla, lo que provocó las disputas de los dos Reinos por el territorio molinés, pero se consiguió que en el 1138 aceptaran que las tierras de Molina fueran declaradas independientes de ambas coronas, naciendo así el Señorío de Molina, quedando independiente durante más de siglo y medio, y recibiendo un fuero propio.

Después de muchos avatares políticos, con alternancia de subordinación a los reinos de Castilla y Aragón, a lo largo de su historia y hasta el siglo XIX, para no cansar al lector por los muchos acontecimientos pasados, merece la pena significar lo sucedido en el año 1465 cuando el rey Enrique IV de Castilla, entregó el Señorío y su entorno a Don Beltrán de la Cueva, amante de la reina Juana de Portugal, y supuesto padre de la infanta, heredera del trono, apodada la Beltraneja, lo que provocó se rebelaran en armas los molineses, que eran fervorosos partidarios de Doña Isabel de Castilla, futura reina católica, lo que supuso que el rey desistiera de su empresa y el Señorío pudo mantener su fuero hasta la integración en la provincia de Guadalajara creada en 1833, produciéndose la abolición del fuero que gozaba.

Como final de esta breve historia, es notorio y justo recordar, que por la activa colaboración y patriotismo de sus habitantes en su resistencia ante la invasión napoleónica, las Cortes de Cádiz otorgaron a la villa el estatuto de Ciudad.

 
 
Nuestro incansable viajero contaba a su familia y amigos cuanto había vivido en su último viaje. Aprovechando varios días de sus vacaciones laborales, había recorrido buena parte de las tierras y poblaciones de la comarca de Molina de Aragón. Y añadía: “Mucho había que agradecer a la Madre Naturaleza por cuanta belleza mostraba en aquella parte del país a la humana contemplación”.

 
No le preocupó la considerable distancia que tuvo que recorrer en su pequeño automóvil, que desde Madrid son 195 kilómetros y desde Guadalajara 139, pues consideraba que merecía la pena el largo paseo para conocer aquellas lejanas tierras de la provincia alcarreña.

Tierra de llanuras y sierras excavadas por ríos que nos conducen por entre casi inaccesibles parajes que constituyen el Parque Natural del Alto Tajo, el mismo que no hace muchos años fue testigo de aquellos míticos “gancheros” en la tarea de conducir cargamentos de troncos de pinos, principalmente, hasta las tranquilas aguas de Aranjuez, que eran cargados en vehículos hacia los aserraderos, a los que inmortalizó el famoso escritor José Luis Sampedro, en su novela “El río que nos lleva”, obra que fue llevada a la cinematografía.

 
La naturaleza salvaje y el contacto con la riqueza histórica de esas tierras impresiona al viajero que se adentre en sus hermosos parajes.

La provincia de Guadalajara no es tierra uniformemente llana y mesetaria, como algunos viajeros  pueden imaginar, pues aquellos que la surcan fugazmente siguiendo la ruta con dirección Zaragoza-Barcelona, bastará que se desvíen pocos kilómetros a derecha o izquierda de la nacional II, para descubrir un mundo de contrastes paisajísticos e insospechadas bellezas naturales. Unas tierras bastante más montañosas de lo que generalmente se cree.

 
El joven viajero narraba sus experiencias y estaba emocionado por  las vivencias con sus nobles gentes y al admirar un increíble y agreste  paisaje de encantadora belleza, en el que se suceden encajadas hoces, profundas gargantas, escarpaduras de vértigo, desfiladeros y barrancos por los que transcurren ríos de aguas cristalinas. También de los verdes valles e innumerables  bosques, especialmente de pinos resineros.

Se paró un momento, para hacer un inciso  queriendo destacar algo especial que le impresionó en su viaje. Se refería a la la Hoz del Río Gallo, imponente desfiladero de quince kilómetros, en el término de Corduente, cerca de la ciudad de Molina, donde está situado el Santuario de la Virgen de la Hoz, a orillas del citado río.


Santuario de la Virgen de la Hoz
 
Lugar magistral al pie de un alto roquero, por el que se puede subir con cierto esfuerzo para todo amante de la aventura. Merece la pena intentarlo por una  escarpada escalera esculpida en parte sobre la roca, que el esfuerzo se verá recompensado al observar desde lo alto el impresionante espectáculo de toda la zona, y después visitando el Santuario su cuerpo y alma encontrarán especial armonía en un lugar de suntuosa paz espiritual.

El viajero destacaba también  la grata impresión que le había causado en los recorridos que había efectuado en el Parque Natural del Alto Tajo, con una extensión aproximada a las 200.000 hectáreas, situado en zona elevada, con temperaturas bastante frías en invierno y con veranos cortos y suaves.

 
La acción erosiva de los elementos ha sido intensa en el devenir de los tiempos por el citado parque en particular, modulando el paisaje con contundencia.  El río Tajo serpentea por cañones y encrespados barrancos en terreno muy fracturado de singular belleza, unida con la abundancia de espectaculares bosques de pinos, sabinas, encinas y robles. También el Parque goza de una variada fauna: alimoches, águilas y buitres leonados, halcones y gavilanes, azores y cernícalos, que harán la delicia del viajero al verlos planear sobre los altos cerros.

También en sus ríos se encuentran diversas especies de peces que hacen las delicias a los aficionados al deporte de la pesca.

El viajero describía la infinidad de rutas que se pueden realizar, no solo en el Parque sino en todo el Señorío de Molina, “que sin pecar de exagerado”, así decía, “pues las hay muy variadas y a cual más bellas y pintorescas”. Pero recomendó una en particular que un amigo le había informado y que pudo corroborar en una guía turística que había adquirido con motivo de su viaje.

 
Y acierto tuvo, pues tan encantado quedó de la ruta que a sus familiares y amigos invitó a conocer.

Así decía: “La ruta recorre el Alto Tajo, partiendo de la orilla del río Tajo en el pueblo de Ocentejo. Siguiendo a trechos el cauce del río, recomiendo detenerse y descender con frecuencia del vehículo para disfrutar de fantásticos paisajes, haciendo un alto en la desembocadura del río Ablanquejo, en Sacecorbo, donde se puede ver la bonita iglesia del siglo XVII. Desde este lugar se continuará hacia el valle de Los Milagros, en Riba de Saelices, no dejando de visitar la Cueva de los Casares con pinturas rupestres del Paleolítico. También aconsejo detenerse en el Monasterio cisterciense de Buenafuente del Sistal, que data del siglo XII, en el término de Huertahernando. Lugar privilegiado de acogimiento y retiro para la oración y convivencia espiritual”.

“Tras efectuar una parada en el pueblo de Zaorejas y admirar su monumental plaza, no dejar de visitar la zona del Puente de San Pedro, situado a 8 kilómetros, y así poder admirar la belleza de sorprendentes parajes, y el viajero puede dedicar un tiempo precioso que no olvidará recorriendo a pie el curso del río Tajo y sentir el placer de la naturaleza salvaje de su entorno”. 

 
“Parar también en Armallones, para conocer su famoso Hundido. Seguir la ruta hasta Poveda de la Sierra, población amurallada con casonas del siglo XVII, y conocer en sus alrededores los impresionantes desfiladeros y bellas cascadas del río Tajo”.

“Después tomar la pista forestal  siguiendo el curso del río Tajo que conduce a Taravilla, para contemplar nuevos paisajes de gran belleza y encanto, y visitar su laguna. El itinerario termina en Peralejos de las Truchas, en el que se ha conservado la típica arquitectura serrana, que cuenta con buenas infraestructuras turísticas de casas rurales, restaurantes y zonas de acampada. En el pueblo merece ser visitada la Iglesia de San Mateo, siglo XVII, y la ermita de Ribagorda, de origen medieval. En los alrededores de la población existen bellos bosques de tejos”.

 
El joven viajero resumía, que para los amantes del montañismo y aficionados de la pesca, recomendaba remontar el río a pie y recorrer las fuentes del Tajo, y para los que gusten practicar el piragüismo lo pueden hacer por diversos tramos del río. Significando que  por la abundancia y riqueza de sus recursos naturales, el Señorío de Molina es un auténtico paraíso para la práctica de deportes en contacto con la Naturaleza.

También significaba, que a lo largo de las rutas los viajeros pueden disfrutar de la rica gastronomía de la comarca, destacando las truchas asalmonadas, el venado, las setas y como plato característico la caldereta de cabrito, así como los platos con trufa negra.

Como final feliz de su viaje por la comarca del Señorío, dedicaba infinitos elogios a su estancia en la ciudad de Molina de Aragón, declarada Conjunto Histórico, típica ciudad señorial y monumental, en la que había estado durante dos días visitando lugares muy interesantes.

 
Lo primero que destaca al llegar a Molina es su alcázar, situado en la falda de un promontorio vigilante de la ciudad que se encuentra a sus pies. Un conjunto edificado sobre un castro celtibérico que los árabes acondicionaron y utilizaron hasta el silo XII.

Se trata de un impresionante conjunto defensivo que cuenta con castillo, murallas que abraza todo el recinto, y la llamada torre de Aragón, en lo más alto del cerro, desde donde se divisa toda la comarca molinesa separada del resto de las defensas, a las que estuvo unida por una muralla almenada. La fortaleza tuvo ocho torres, de las que cuatro están en buen estado de conservación. El recinto está declarado conjunto histórico

 
El emocionado viajero contaba a su audiencia que por aquellos lugares pasó y habitó con sus mesnadas Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, en sus aventuras y desventuras con su fiel acompañante Alvar-Fáñez de Minaya, quien reconquistó la ciudad de Guadalajara, a su paso por los territorios musulmanes del norte de la  provincia, camino del destierro impuesto por el rey Alfonso VI, de León, en el siglo XI. Iniciado en la población de Vivar del Cid, en la provincia de Burgos, y adentrándose por tierras alcarreñas como lo narra el Cantar del Mío Cid: “El Cid acampa en la frontera de Castilla. El Cid, después de signarse, a Dios se fue a encomendar mucho contento tenía del sueño que fue a soñar. Otro día de mañana empiezan a cabalgar. Último día es el plazo, un día queda no más. En la sierra de Miedes, acampan a descansar, a la derecha de Atienza, que es tierra de moros ya”.

Contaba el ilustrado viajero, que el Cid y su gente se aposentaron en el castillo que les cedió su amigo el poderoso moro Aben Galbón, que  dominaba aquellas tierras como si se tratara de un rey, sin serlo, pues siendo vasallo de la Taifa toledana a la que debía acatamiento, llegó a sublevarse para constituir su propio reino de Taifas.


 
Después de cuanto expuso anteriormente, pasó a recomendar otros monumentos singulares de la ciudad, pero sugiriendo que era conveniente pasar por la oficina de turismo para informarse ampliamente de cuanto mucho  se podía ver en la ciudad y las tierras del Señorío.

No obstante destacaba el Monasterio de San Francisco, fundado en el siglo XIII, actualmente residencia de la Tercera Edad, atendida por las Hermanas de la Caridad de Santa Ana. Es interesante la historia de este impresionante monumento, desde que en el 1284 lo fundara Doña Blanca Alfonso de Molina, nieta del rey Alfonso IX de León, pero por su extensión dejaba al cuidado de los curiosos  en conocer  la historia del que fuera entonces el principal monasterio dedicado a San Francisco.

 
Recomendaba al visitante de la ciudad admirar el puente romano sobre el río Gallo, que con sus tres arcos resiste solemne el paso de los siglos.


Así como la bella estampa de la Iglesia de Santa Clara, del siglo XII, que pertenece al convento de las Clarisas.

Destacaba también la Iglesia de Santa María la Mayor de San Gil, como principal parroquia del Señorío de Molina. Y su torre del siglo XV conocida como la Pisa española por su inclinación. En esta iglesia se encuentra el Cristo de las Victorias, patrón de la ciudad. Y no dejar de ver las iglesias de San Martín,  San Felipe y de San Pedro, y el conjunto de la plaza de España con su Ayuntamiento.

En el museo de la ciudad, que está ubicado en el antiguo convento de San Francisco, se puede disfrutar conociendo la amplia historia de Molina y su comarca, y observar las piezas que representan a las diversas culturas que por allí estuvieron.


Así decía el joven viajero, al final de su narración “Sentiréis retroceder en el tiempo y la serenidad en vuestro espíritu al caminar por sus estrechas y antiguas calles de inconfundible sabor medieval. Por el  Barrio de la Judería y el de la Morería, en pleno casco histórico, así como por  otros rincones de mucho encanto que te deja admirado por su arquitectura civil,  con numerosos palacios y bellas casas nobles luciendo distinguidos escudos que hablan de su pasado señorial, y que invitan al viajero a soñar en tiempos gloriosos de la historia de esta bonita ciudad”.

 
Eugenio
Febrero 2015 


   


                            

22 noviembre 2014

CUENTOS


                                  A MIS QUERIDOS NIETOS IRINA Y ALEJANDRO
                              

 
Un maestro castigó jústamente a un alumno que le había faltado al respeto, y su comportamiento en general no era nada edificante. La madre del niño se presentó en la escuela con mucha altivez y poco decoro para amonestar al maestro, porque su hijo había llegado a  casa llorando tras haberle castigado.

El maestro, muy sosegado, respondió que aquel niño necesitaba un correctivo, pues numerosas veces se comportaba mal, no atendía sus indicaciones ni sus consejos, y que le había castigado discretamente para enmienda suya y ejemplo de sus compañeros.

El maestro añadió: “Señora, para que no le castigue más, tenga a su hijo en casa mimándole y riéndole, que de mayor no le verá reír, más sí llorando y gimiendo, pues el maestro que a un alumno castiga mucho le quiere y los males de su futuro mitiga, pues los profesores hacen que los niños sean valiosos”.

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En un lejano país persiguieron y cazaron a los pajarillos por comerse el grano de los campos de cultivo.

Pasado el tiempo los labradores observaron enfermedades y plagas de infinidad de insectos en sus sembrados.

Pero pronto de actitud cambiaron los labradores, pues convencidos estaban del bien que los pajarillos desempeñaban.

En otros países compraron parejas de pajarillos para criarlos y se multiplicaran, pues entendieron que pocos granos podían comerse, pero grande el bien que hacían en cazar insectos que destruían sus cosechas

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Un hombre rico y poderoso quería conocer quien en sus tierras era dichoso, por lo que en la entrada de su palacio puso un cartel sorprendente y curioso: “Esta flamante finca se regalará al que se crea el más feliz de la comarca”.

Al poco tiempo llegó un altivo ciudadano, presumiendo  ser el hombre más feliz que en la comarca hubiera.

Aquel rico y poderoso señor al instante le contestó, que estaba equivocado, pues si de verdad estuviera de felicidad rebosado, nunca desearía conseguir su palacio, añadiendo que no es más feliz quien más ostenta, sino el que tiene menos y se contenta.

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Un rey decidió un día pasar por mendigo para probar la caridad de sus vasallos, yendo de puerta en puerta pidiendo ayuda para comer y asilo para pasar la fría noche de aquel lugar.

En todas partes le dieron con la puerta en las narices, menos en la casa de un pobre ciudadano que le recibió con amor sincero, ofreciéndole compartir lo poco que tenía y acogiéndole en su humilde vivienda.

Al marcharse el rey el día siguiente, dijo al caritativo y buen vasallo: “Por tu buen comportamiento serás colmado de dones en un futuro inmediato”.

Sorprendido quedó aquel buen hombre, pensando lo poco que podía esperar de persona de tan pobre porte, pero contento quedó por la obra realizada.

Poco tiempo después el rey envió a sus soldados para que todas las casas del poblado fueran cerradas, forzando a sus habitantes a que pasaran la fría noche al raso por las calles y sin tomar alimento alguno, para probar en sus carnes los efectos del frío, la falta de comida y techumbre, y que en un futuro fueran más caritativos y se compadecieran de los más necesitados.

También ordenó el rey que llevaran a su palacio aquel buen hombre que diligentemente le había atendido, ofreciéndole un distinguido empleo de por vida en los cuidados de su reino.

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Hace años había un joven estudiante, aplicado y paciente y de sabiduría creciente, en escasas ocasiones jugaba y era distante con aquellos amigos que apreciaban mucho el ocio y se reían de él.

Sus amigos estaban curiosos por conocer su misteriosa actitud, y una noche despejaron sus dudas al observar que aquel joven estaba a la luz de una farola estudiando con un libro. Ante la curiosidad de sus amigos les dijo: “Necesito una vela cada noche para poder estudiar y por no tener dinero vengo a este lugar, y espero no me reprochéis mi triste situación, pues con la luz en esta esquina sigo mis estudios con firmeza y constancia, pues pronto tengo un examen de mucha importancia, que deseo aprobar y dar satisfacción a mis padres”.

Nadie de él se burló más, al contrario sus amigos sintieron envidia y hasta cierta admiración, pues todos reconocieron los méritos de aquel humilde estudiante, que años después tuvo talento brillante y consiguió un cargo importante.

Había demostrado que la ociosidad es fuente de vicios y el trabajo da buenos beneficios.

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Un sabio que existió en un lejano país, habiendo observado que en el mundo escaseaba la prudencia, determinó un día tomar simple silla y una mesa, fuese al mercado donde tantos vendedores de todo había y allí se puso a esperar.

Sintieron curiosidad los ciudadanos de la ciudad por ver lo que vendía, y uno más atrevido le preguntó: ¿Qué vendes, pues nada vemos que tengas sobre la mesa?

El sabio contestó: “Vendo prudencia”.

Ello causó muchas risas entre los presentes, que hasta iluso le llamaron y por loco le tuvieron.

Hasta el palacio del rey la noticia llegó y acompañado de su corte al mercado se acercó. Le preguntó al sabio: ¿Qué haces por aquí?

“Majestad, vendo prudencia”, le contestó el sabio.

El rey volvió a preguntar: ¿Sabes la que necesito yo?

El sabio respondió: “Una advertencia buena os daré Señor, y si la tenéis en cuenta nunca os arrepentiréis. Nada digáis sin cabeza, sin una meditación, nunca emprendáis una empresa sin haber calculado bien sus normales consecuencias”.

El rey mucho reflexionó el consejo que el sabio le dio, y tanto le agradó que en la puerta de su palacio mando escribir la advertencia.

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Cuentan que en una villa de La Alcarria, en la provincia de Guadalajara, vivió muchos años un maestro de escuela que por filósofo le tenían, el cual prescribía a sus alumnos, que al acostarse por la noche, reflexionaran con sosiego los hechos que habían vivido durante el día, indicándoles que es costumbre buena y gran guía para una saludable vida.

Que antes de disfrutar de un dulce sueño, hay que hacer examen de conciencia: ¿Qué es lo que he hecho hoy de malo, que pueda rectificar para tener una normal existencia, y qué es lo que de bueno he realizado para mi bienestar y feliz supervivencia, con mi familia, mis amigos y demás ciudadanos?

Así a sus alumnos enseñaba y poco a poco los perfeccionaba.

También a sus alumnos decía, que el arrepentimiento alivia y da satisfacción al pecador.

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Era un niño vivaracho, de sonrisa fácil y con sus amigos contento y dichoso, y además buen estudiante que gozaba de voluntad interesante en obtener buenas notas en sus estudios. Sus padres lo admiraban por comportarse bien y los maestros contentos con él estaban.

Gozaba de buenas actitudes humanas y la caridad no le faltaba, que sus padres  siempre le enseñaban.

El deporte le entusiasmaba y con la naturaleza disfrutaba.

Le gustaba tocar la flauta, y no por casualidad lo hacía, que con su dulce melodía hasta a  Mozart con sus notas imitaba.

Un día a la sombra de un abeto estaba en el jardín de su casa, y en el cielo observó un bonito ruiseñor que en su hombro se posó, y entre sus armoniosos trinos y fina voz al niño sorprendido se dirigió:

“Escucha querido niño lo que voy a contarte, pues quiero que pongas mucha atención”.

El niño quedo asombrado, pero quieto se quedó, pues nunca pudo pensar que un pajarillo le hablara.

El extraño pajarillo siguió con su dulce trino y acercándose a su oído dijo al niño: “Conozco tu vida desde la más tierna infancia, y sé que eres tierno y cariñoso y bondades no te faltan, y como deseo que sigas por ese buen camino, quiero darte mis consejos para que nunca decaigas y sigas siendo un niño admirable y bueno”.

-Nunca dejes de obedecer a tus padres y a tus maestros respetar.

-No olvides considerar que es importante ser persona de austera rectitud y de puntual diligencia en tus trabajos.

-Que siempre te comportes con sencillez y humildad en el proceder de tus acciones, pues así obtendrás la amistad y admiración de muchas personas.

-Asimismo ten presente en ayudar a los más necesitados, conforme tus posibilidades, pues encontrarás mucho alivio y gran serenidad en tu corazón.

-En relación a los amigos, te recuerdo que es muy grata la fiel y sincera amistad, pero he de aconsejarte que los elijas bien, especialmente entre los que sean honestos, educados y tengan buen corazón.

-Referente al dinero, toma buena nota de que siendo necesario para subsistir en la vida, no lo es tanto para conseguir la felicidad. Y que si alcanzas riquezas sea por tu propio esfuerzo, no de formas que te puedas avergonzar.

-No te alegres nunca de los males que puedan tener otros niños o personas mayores, pues ello sería de gran miseria y muy mal comportamiento.

-Te recomiendo que no seas perezoso ni ocioso, que tengas por virtud el trabajo y el deseo de superación, y así serás muy dichoso.

-Serás feliz si tienes juicio recto y estés conforme y contento con todo lo que tengas por haberlo conseguido con tu esfuerzo e ingenio, como he observado que hasta ahora vienes haciendo.

-Por último, como embajador vengo desde lo más alto del Cielo, te trasmito que no dejes de observar y admirar la grandeza de toda la Creación: El firmamento y sus estrellas, especialmente el sol que nos alumbra y la luna por las noches. Las montañas y verdes valles por donde transcurren los arroyos y los ríos; los bosques y el campo con sus cosechas, las flores y animalillos que lo pueblan, y la inmensidad de los mares y múltiples especies de sus profundidades. Y muchas más cosas, que con el tiempo podrás comprender las maravillas que se nos ofrece a la humana contemplación. Pero la mayor de todas eres tú mismo, que formas parte del magnífico universo que ha sido creado.

De repente aquel maravilloso ruiseñor, elevando sus alas al viento, con sus encantadores trinos entre las nubes desapareció camino del Cielo.

 

Eugenio

Madrid, Noviembre 2014