A MIS QUERIDOS NIETOS IRINA Y ALEJANDRO
El maestro, muy sosegado,
respondió que aquel niño necesitaba un correctivo, pues numerosas veces se comportaba
mal, no atendía sus indicaciones ni sus consejos, y que le había castigado
discretamente para enmienda suya y ejemplo de sus compañeros.
El maestro añadió: “Señora,
para que no le castigue más, tenga a su hijo en casa mimándole y riéndole, que
de mayor no le verá reír, más sí llorando y gimiendo, pues el maestro que a un
alumno castiga mucho le quiere y los males de su futuro mitiga, pues los
profesores hacen que los niños sean valiosos”.
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En un lejano país
persiguieron y cazaron a los pajarillos por comerse el grano de los campos de
cultivo.
Pasado el tiempo los
labradores observaron enfermedades y plagas de infinidad de insectos en sus
sembrados.
Pero pronto de actitud
cambiaron los labradores, pues convencidos estaban del bien que los pajarillos
desempeñaban.
En otros países compraron
parejas de pajarillos para criarlos y se multiplicaran, pues entendieron que
pocos granos podían comerse, pero grande el bien que hacían en cazar insectos
que destruían sus cosechas
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Un hombre rico y poderoso
quería conocer quien en sus tierras era dichoso, por lo que en la entrada de su
palacio puso un cartel sorprendente y curioso: “Esta flamante finca se regalará
al que se crea el más feliz de la comarca”.
Al poco tiempo llegó un altivo
ciudadano, presumiendo ser el hombre más
feliz que en la comarca hubiera.
Aquel rico y poderoso
señor al instante le contestó, que estaba equivocado, pues si de verdad
estuviera de felicidad rebosado, nunca desearía conseguir su palacio, añadiendo
que no es más feliz quien más ostenta, sino el que tiene menos y se contenta.
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Un rey decidió un día
pasar por mendigo para probar la caridad de sus vasallos, yendo de puerta en
puerta pidiendo ayuda para comer y asilo para pasar la fría noche de aquel
lugar.
En todas partes le dieron con
la puerta en las narices, menos en la casa de un pobre ciudadano que le recibió
con amor sincero, ofreciéndole compartir lo poco que tenía y acogiéndole en su
humilde vivienda.
Al marcharse el rey el día
siguiente, dijo al caritativo y buen vasallo: “Por tu buen comportamiento serás
colmado de dones en un futuro inmediato”.
Sorprendido quedó aquel
buen hombre, pensando lo poco que podía esperar de persona de tan pobre porte,
pero contento quedó por la obra realizada.
Poco tiempo después el rey
envió a sus soldados para que todas las casas del poblado fueran cerradas,
forzando a sus habitantes a que pasaran la fría noche al raso por las calles y
sin tomar alimento alguno, para probar en sus carnes los efectos del frío, la falta
de comida y techumbre, y que en un futuro fueran más caritativos y se
compadecieran de los más necesitados.
También ordenó el rey que
llevaran a su palacio aquel buen hombre que diligentemente le había atendido,
ofreciéndole un distinguido empleo de por vida en los cuidados de su reino.
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Hace años había un joven
estudiante, aplicado y paciente y de sabiduría creciente, en escasas ocasiones
jugaba y era distante con aquellos amigos que apreciaban mucho el ocio y se
reían de él.
Sus amigos estaban
curiosos por conocer su misteriosa actitud, y una noche despejaron sus dudas al
observar que aquel joven estaba a la luz de una farola estudiando con un libro.
Ante la curiosidad de sus amigos les dijo: “Necesito una vela cada noche para
poder estudiar y por no tener dinero vengo a este lugar, y espero no me
reprochéis mi triste situación, pues con la luz en esta esquina sigo mis
estudios con firmeza y constancia, pues pronto tengo un examen de mucha
importancia, que deseo aprobar y dar satisfacción a mis padres”.
Nadie de él se burló más,
al contrario sus amigos sintieron envidia y hasta cierta admiración, pues todos
reconocieron los méritos de aquel humilde estudiante, que años después tuvo
talento brillante y consiguió un cargo importante.
Había demostrado que la
ociosidad es fuente de vicios y el trabajo da buenos beneficios.
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Un sabio que existió en un
lejano país, habiendo observado que en el mundo escaseaba la prudencia,
determinó un día tomar simple silla y una mesa, fuese al mercado donde tantos vendedores de todo
había y allí se puso a esperar.
Sintieron curiosidad los
ciudadanos de la ciudad por ver lo que vendía, y uno más atrevido le preguntó:
¿Qué vendes, pues nada vemos que tengas sobre la mesa?
El sabio contestó: “Vendo
prudencia”.
Ello causó muchas risas
entre los presentes, que hasta iluso le llamaron y por loco le tuvieron.
Hasta el palacio del rey
la noticia llegó y acompañado de su corte al mercado se acercó. Le preguntó al
sabio: ¿Qué haces por aquí?
“Majestad, vendo
prudencia”, le contestó el sabio.
El rey volvió a preguntar:
¿Sabes la que necesito yo?
El sabio respondió: “Una
advertencia buena os daré Señor, y si la tenéis en cuenta nunca os
arrepentiréis. Nada digáis sin cabeza, sin una meditación, nunca emprendáis una
empresa sin haber calculado bien sus normales consecuencias”.
El rey mucho reflexionó el
consejo que el sabio le dio, y tanto le agradó que en la puerta de su palacio
mando escribir la advertencia.
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Cuentan que en una villa
de La Alcarria, en la provincia de Guadalajara, vivió muchos años un maestro de
escuela que por filósofo le tenían, el cual prescribía a sus alumnos, que al
acostarse por la noche, reflexionaran con sosiego los hechos que habían vivido
durante el día, indicándoles que es costumbre buena y gran guía para una
saludable vida.
Que antes de disfrutar de
un dulce sueño, hay que hacer examen de conciencia: ¿Qué es lo que he hecho hoy
de malo, que pueda rectificar para tener una normal existencia, y qué es lo que
de bueno he realizado para mi bienestar y feliz supervivencia, con mi familia,
mis amigos y demás ciudadanos?
Así a sus alumnos enseñaba
y poco a poco los perfeccionaba.
También a sus alumnos
decía, que el arrepentimiento alivia y da satisfacción al pecador.
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Era un niño vivaracho, de
sonrisa fácil y con sus amigos contento y dichoso, y además buen estudiante que
gozaba de voluntad interesante en obtener buenas notas en sus estudios. Sus
padres lo admiraban por comportarse bien y los maestros contentos con él
estaban.
Gozaba de buenas actitudes
humanas y la caridad no le faltaba, que sus padres siempre le enseñaban.
El deporte le entusiasmaba
y con la naturaleza disfrutaba.
Le gustaba tocar la
flauta, y no por casualidad lo hacía, que con su dulce melodía hasta a Mozart con sus notas imitaba.
Un día a la sombra de un
abeto estaba en el jardín de su casa, y en el cielo observó un bonito ruiseñor
que en su hombro se posó, y entre sus armoniosos trinos y fina voz al niño
sorprendido se dirigió:
“Escucha querido niño lo
que voy a contarte, pues quiero que pongas mucha atención”.
El niño quedo asombrado,
pero quieto se quedó, pues nunca pudo pensar que un pajarillo le hablara.
El extraño pajarillo siguió
con su dulce trino y acercándose a su oído dijo al niño: “Conozco tu vida desde
la más tierna infancia, y sé que eres tierno y cariñoso y bondades no te faltan,
y como deseo que sigas por ese buen camino, quiero darte mis consejos para que
nunca decaigas y sigas siendo un niño admirable y bueno”.
-Nunca dejes de obedecer a
tus padres y a tus maestros respetar.
-No olvides considerar que
es importante ser persona de austera rectitud y de puntual diligencia en tus
trabajos.
-Que siempre te comportes
con sencillez y humildad en el proceder de tus acciones, pues así obtendrás la
amistad y admiración de muchas personas.
-Asimismo ten presente en
ayudar a los más necesitados, conforme tus posibilidades, pues encontrarás
mucho alivio y gran serenidad en tu corazón.
-En relación a los amigos,
te recuerdo que es muy grata la fiel y sincera amistad, pero he de aconsejarte
que los elijas bien, especialmente entre los que sean honestos, educados y
tengan buen corazón.
-Referente al dinero, toma
buena nota de que siendo necesario para subsistir en la vida, no lo es tanto
para conseguir la felicidad. Y que si alcanzas riquezas sea por tu propio
esfuerzo, no de formas que te puedas avergonzar.
-No te alegres nunca de
los males que puedan tener otros niños o personas mayores, pues ello sería de
gran miseria y muy mal comportamiento.
-Te recomiendo que no seas
perezoso ni ocioso, que tengas por virtud el trabajo y el deseo de superación,
y así serás muy dichoso.
-Serás feliz si tienes
juicio recto y estés conforme y contento con todo lo que tengas por haberlo
conseguido con tu esfuerzo e ingenio, como he observado que hasta ahora vienes
haciendo.
-Por último, como
embajador vengo desde lo más alto del Cielo, te trasmito que no dejes de
observar y admirar la grandeza de toda la Creación: El firmamento y sus
estrellas, especialmente el sol que nos alumbra y la luna por las noches. Las
montañas y verdes valles por donde transcurren los arroyos y los ríos; los
bosques y el campo con sus cosechas, las flores y animalillos que lo pueblan, y
la inmensidad de los mares y múltiples especies de sus profundidades. Y muchas
más cosas, que con el tiempo podrás comprender las maravillas que se nos ofrece
a la humana contemplación. Pero la mayor de todas eres tú mismo, que formas
parte del magnífico universo que ha sido creado.
De repente aquel
maravilloso ruiseñor, elevando sus alas al viento, con sus encantadores trinos
entre las nubes desapareció camino del Cielo.
Eugenio
Madrid, Noviembre 2014
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