“Amaneció en la famosa
villa alcarreña, una bella y soleada mañana, con un cielo de azul profundo. Sus
gentes estaban alborotadas por el acontecimiento acaecido en la madrugada del día 29 de Junio
de 1540, festividad de San Pedro. Había nacido una hermosa niña fruto del
matrimonio de los ilustres personajes de aquel lugar. Los sirvientes de palacio
recibieron la orden de sus señores, no solo comunicar a los cifontinos el feliz
alumbramiento, sino de ofrecerles celebrar tres días de fiestas, con bailes y
banquetes que dispensarían en las dependencias del castillo que mandó edificar
en el siglo XIV el Infante Don Juan Manuel, escritor del libro El Conde Lucanor
–cuenta la leyenda que fue allí donde lo concibió.
Nadie podía sospechar en
aquellos felices momentos, que aquella preciosa criatura, hija de una de las
más poderosas familias de su época, sería una de las mujeres más maltratadas del
Siglo de Oro español, gobernando el rey Felipe II, por enigmática y creadora de
intrigas. Investigadores de su vida, muy posteriormente, han extraído nuevas
apariencias y aseveraciones que modelan la fuerte personalidad que gozó hasta
su muerte a la edad de 52 años en otra
importante villa alcarreña.
El bautizo se celebró en
la antigua iglesia del Salvador, en la villa de Cifuentes, con el nombre de Ana
de Mendoza de la Cerda y de Silva y Álvarez de Toledo, conocida con el nombre
de Princesa de Éboli”
La anterior referencia, forma
parte de las anotaciones que nuestro joven viajero escribe en su agenda de
viajes, como referencia de cuanto interesa conocer. Es un enamorado de
Guadalajara y su provincia, que va conociendo y recorriendo con cierta
frecuencia. En este viaje tenía especial interés en conocer el lugar de nacimiento
del famoso personaje descrito anteriormente. Hace unos años viajó a la villa de
Pastrana para conocer el lugar donde finalizó la aventura por este mundo de la
referida Princesa, circunstancia que se plasmó en un escrito en este blog
fechado en septiembre de 2013 titulado “Pastrana”.
Nuestro joven viajero,
ingeniero de caminos, canales y puertos, en una soleada mañana a principios de
otoño, había decidido visitar durante un fin de semana dos villas del corazón
de la Alcarria: Cifuentes y Trillo. Esta comarca se ha definido a lo largo del
tiempo por sus ríos y de sus montañas y cerros, que está enmarcada al este de
la divisoria de la provincia que conforma la autovía 2 con dirección
Guadalajara-Zaragoza, y el río Tajuña; y al sur por los embalses de Entrepeñas
y Buendía, y por el río Tajo con sus múltiples afluentes.
A la hora octava de un
viernes, luciendo un espléndido sol, el joven viajero se puso en marcha con su
pequeño automóvil. Toma la A-2 desde su residencia en Madrid y se decide por la
vía de comunicación más interesante, por los lugares pintorescos que atraviesa,
desviándose en la localidad de Torija a la que se accede en el kilómetro 75,
prosiguiendo hasta Brihuega por la CM-2011, para posteriormente encontrar la
N-204 que le llevará a Cifuentes. Después para llegar a Trillo, segunda villa
que desea visitar, tendrá que desviarse por la CM-2115. Ambas villas situadas entre
los valles de los ríos Tajo, Tajuña y Cifuentes.
La distancia que le separa
de Guadalajara es de 56 kilómetros, después 65 más hasta Cifuentes, y desde
esta villa hasta Trillo 11 kilómetros.
Normalmente nuestro
viajero tenía por costumbre hacer una parada para desayunar en Guadalajara en
los viajes que realizaba por la provincia, pero en esta ocasión estaba muy
emocionado escuchando música clásica, en Radio Clásica de Radio Nacional de
España, de la que es un entusiasta oyente. Fue la magia del creador francés
Héctor Berlioz con su Sinfonía Fantástica la que le hizo seguir adelante y
acompañarle durante casi todo el viaje hacia su primer destino en la villa de
Cifuentes.
Con el poema sinfónico de
cinco movimientos que compuso aquel joven francés a sus 28 años, se
identificaba nuestro viajero que tenía la misma edad y por las circunstancias
similares de carácter sentimental que concurrían en los dos jóvenes. El primer
movimiento “Ensueños y Pasiones” y los siguientes, reflejan los propios
sentimientos del autor al conocer a la que luego sería su mujer, la actriz
irlandesa Harriet Smithson. Nuestro viajero parece ser también está enamorado
de una joven madrileña, de padres oriundos de la capital de Guadalajara, que
conoció en uno de los ensayos musicales que realiza la orquesta de la Radio
Televisión Española cada jueves durante gran parte del año en el Teatro Monumental de Madrid. Por todo ello sentía
una singular admiración, de una obra en gran parte autobiográfica.
En la villa de Brihuega paró
a desayunar, satisfecho del feliz viaje que hasta ese momento había tenido,
pues la música le hizo sentir más liviano el viaje.
Siguió el camino, y a
nuestro viajero no dejaba de sorprenderle la espectacular panorámica multicolor
que se le ofrecía a su emocionada contemplación desde que se desvió en la villa
de Torija para tomar la carretera que le llevaría a Cifuentes. Observaba las
mieses cerealistas, los huertos y maizales; las mimbreras y sembrados de
girasoles se combinaban caprichosamente tiñendo los campos con infinitas
tonalidades, verdes, amarillas y ocres, salpicados con el rojo brillante de las
amapolas que nacen entre los trigales, o por el azul purpúreo de las
plantaciones espliego.
También serán los pinos y encinas, chopos y olmos, fresnos y sauces que acompañan el curso de los ríos y los arroyos, los que dan la pincelada cromática.
También serán los pinos y encinas, chopos y olmos, fresnos y sauces que acompañan el curso de los ríos y los arroyos, los que dan la pincelada cromática.
En poco tiempo estaba
entrando en Cifuentes. El nombre de la villa proviene de los numerosos
manantiales, como referencia a la composición de cien-fuentes, entendiéndose
cien en sentido de gran cantidad los que concurren desde el cerro donde está
situado el castillo hasta la fuente de la Balsa, formando el origen del río
Cifuentes.
Cifuentes es una de las
villas históricas más importante de la provincia. Ha sido por tradición
cabecera de una de las comarcas y de los partidos judiciales más significativos
de Guadalajara.
Referente a su pasado, la
villa perteneció a doña Mayor Guillén de Guzmán, la amante del rey Alfonso X el
Sabio, a quien se la ofreció con otras tierras próximas a título de señorío. Y
en el siglo XIV pasó a pertenecer al Infante don Juan Manuel, que en 1324 puso
en marcha la construcción del castillo que todavía se alza en el alto de un
cerro próximo a la población de Cifuentes. El rey Felipe V le sometió a un devastador
incendio por haberse situado al lado del Archiduque Carlos durante la Guerra de
Sucesión, y asimismo el palacio de la familia de la Princesa de Éboli, que
estaba situado en la Plaza Mayor de la población. Tragedia que se repitió un
siglo después cuando los franceses marchaban de retirada, como consecuencia de
las presiones a que les sometió Juan
Martín Díez “El Empecinado” en la Guerra de la Independencia. Sobre esta
persona merece la pena dedicarle especial recuerdo.
Al principio de la
contienda participó como jefe de una de las guerrillas legendarias contra la
invasión napoleónica, derrotando sucesivamente al ejército intruso. Siendo ya
capitán de artillería estuvo al mando del regimiento de húsares de Guadalajara.
Este célebre personaje
llegó a ser ascendido en 1814 al grado de mariscal de campo, y se ganó el
derecho a firmar como El Empecinado de forma oficial. Pero su destino se
enfrentó a los odios que le tenía aquel rey felón Fernando VII, por haber sido
opositor a la restauración absolutista en 1823, después del trienio liberal que
duró los tres años anteriores. Como premio a cuanto hizo aquel héroe nacional
propiciando la derrota del invasor Napoleón, fue perseguido con la intención
despacharle al otro mundo, y después de un humillante proceso, al final fue ahorcado
en la plaza Mayor de la población de Roa.
Las penalidades para
Cifuentes volvieron a darse en el año 1936, al ser víctima una vez más del
desastre y la desolación a consecuencia de los horrores de la Guerra Civil.
Lo primero que hizo
nuestro viajero al llegar a Cifuentes, fue buscar el aposento que había
reservado para pasar las dos noches del fin de semana. Y poco después salió,
como buen turista, deseoso de conocer las cosas interesantes del lugar, que por
referencia tenía anotado en su agenda de viajes.
Así pues, empezó a repasar
cuanto tenía previsto para visitar Cifuentes:
“Referente al arte monumental que goza la
villa de Cifuentes, destaca la iglesia del Cristo Salvador, construida a
finales del siglo XIII, de estilo románico, cuajada de curiosas
representaciones antropomorfas, un púlpito gótico y una colección de tallas
policromadas renacentistas”.
“Es interesante el inmenso
edificio renacentista del Convento de Santo Domingo. Destacando la iglesia de
una sola nave, el claustro y otras dependencias dedicadas actualmente a centro
cultural. Y la capilla gótica que sirvió en tiempos pasados como templo del
Hospital del Remedio”.
“Asimismo conviene ver el
edificio del convento de Madres Capuchinas
de Nuestra Señora de Belén, fundado a principios del siglo XVI, en cuya fachada
aparecen talladas las armas heráldicas de uno de los condes de Cifuentes,
protector del monumento”.
“Y detenerse a contemplar
el remanso de las aguas nacidas por múltiples salidas de la roca formando el
río Cifuentes, que va a desembocar al tajo en la villa de Trillo, y en su corto
camino va de cascada en cascada sobre rocas más o menos altas”.
“También existen otros
bellos lugares que se pueden ver al recorrer sus estrechas calles; con su plaza
Mayor, donde estuvo situado el palacio de la familia de la Princesa de Éboli,
desaparecido totalmente por la devastación francesa en la referida Guerra de la
Independencia. La antigua casa-sinagoga. El palacio de los Gallos y la ermita
de la Soledad”.
“El castillo con su
silueta de varias torres situado en el cerro dominando la villa de Cifuentes,
construido en el siglo XIV por el infante don Juan Manuel, bastante bien
conservado”.
Este último monumento
nuestro viajero lo dejó para visitar por la tarde, después de haber almorzado
un buen plato de cordero asado, ensalada y bizcochos borrachos de la zona.
Al atardecer, paseando por
las calles de la población, se deleitaba observando la balsa de aguas cristalinas donde nace el
río que lleva el nombre de la villa; y viendo cerca una persona de avanzada
edad sentado en un banco, con su bastón al lado, como meditando, soñando o
quien sabe a dónde le llevaban sus pensamientos, quizás pensando si el gobierno
le subiría algo más su pensión. Nuestro viajero se le acerco y preguntó si
había conocido a la persona de don Camilo José Cela, célebre escritor que había
pasado por allí en el año 1946 y posteriormente escribiera el libro Viaje a la
Alcarria. Aquel hombre, con su boina, de tez morena curtida por el paso de sus
muchos años, podría tener los 90; con
cierto aire de asombro por la pregunta improvisada de aquél desconocido joven
le contestó: “16 años tenía yo cuando estuvo en mi casa, pues resultó ser amigo
de mi padre, y aunque estuvo poco tiempo con nosotros, mi padre y yo mismo le acompañamos para que conociera
el pueblo. Mi padre le ofreció comer con nosotros y hasta le facilitó lugar
donde dormir hasta la mañana siguiente que marcho a Trillo. Me pareció una
persona importante con muchos conocimientos, y tiempos después aún tuvimos
buena amistad, y además creo recordar que en su famoso libro algo puso de mi
padre”.
Nuestro viajero estaba
emocionado por haber coincidido con aquel buen hombre que tanta información le
facilito para incrementar las anotaciones de sus viajes, pues en mente tenía escribir
un libro como resumen de todos sus viajes.
Bajo la luz tenue del
amanecer del sábado, segundo día de estancia por la comarca alcarreña, se asomó
al balcón de la habitación donde estaba hospedado para ver el día que le
esperaba. La mañana estaba fresca. Pero con un cielo limpio de nubes. Hilachas
de bruma se hallaban tendidas sobre las alturas de las montañas más lejanas.
Los rayos de sol ya se apreciaban tenuemente, y la villa empezaba a brillar en
los albores de un nuevo día, en contraste con los bosques de encinas y pinos
que cubrían las vertientes.
Podía bajar a desayunar a
las ocho, y ya se oía movimiento de otros clientes de la pensión, pues el día
invitaba a no perder el tiempo, por lo que nuestro viajero al poco tiempo
estaba en el comedor, para después salir por la carretera que le llevaría a
Trillo, dejando el río a la derecha y el castillo de don Juan Manuel a la
izquierda.
A poco de salir de
Cifuentes ya pudo ver en el horizonte los dos enormes cerros gemelos llamados
Tetas de Viana, declarado monumento natural, original regalo de la
naturaleza a la comarca alcarreña.
Tardo unos quince minutos
en recorrer los once kilómetros de distancia que había hasta Trillo, y pronto
se encontraba cerca de las serenas aguas del río Tajo, cuyo curso abraza la bonita
villa.
En la entrada decidió aparcar el coche y aunque hacía algo de fresco el paseo resultaba agradable y pronto empezaría el sol a calentar, sobrando la ropa que ahora llevaba. Recordaba que por allí también había pasado el referido premio Nobel, y según tenía anotado en su agenda para este viaje, aquel histórico viajero ya había admirado la cascada de unos veinte metros que llaman Cola de Caballo, formada por el río Cifuentes antes de desembocar en el Tajo.
En la entrada decidió aparcar el coche y aunque hacía algo de fresco el paseo resultaba agradable y pronto empezaría el sol a calentar, sobrando la ropa que ahora llevaba. Recordaba que por allí también había pasado el referido premio Nobel, y según tenía anotado en su agenda para este viaje, aquel histórico viajero ya había admirado la cascada de unos veinte metros que llaman Cola de Caballo, formada por el río Cifuentes antes de desembocar en el Tajo.
De su patrimonio artístico
puede admirarse el singular puente sobre el río a la entrada de la población.
Es seña de identidad y crisol de historias que acaecieron en Trillo a través de
los tiempos. De origen romano aunque su configuración actual data del siglo
XVI. Desde el puente observa pensativo correr las serenas aguas del río, y
algunos pescadores esperan capturar alguna trucha.
Nuestro joven viajero tenía anotado en su agenda visitar la Iglesia Parroquial, Casa de los Molinos,el edificio más antiguo de Trillo, que es citado en documentos medievales; y en sus cercanías, a dos kilómetros aguas arriba del Tajo, el Real Balneario de Carlos III, inaugurado en 1778, reconstruido hace pocos años para su actividad de balneario, cuyas aguas ya eran conocidas en tiempos de los romanos. Traba amistad con algunos trillanos, como así les llaman a los habitantes de la villa, gente amable y con deseos de charlar con los visitantes, pues al ser lugar de turismo gusta de recibir a personas de otros lugares, y hasta de acompañarles en la visita por el pueblo.
Nuestro joven viajero tenía anotado en su agenda visitar la Iglesia Parroquial, Casa de los Molinos,el edificio más antiguo de Trillo, que es citado en documentos medievales; y en sus cercanías, a dos kilómetros aguas arriba del Tajo, el Real Balneario de Carlos III, inaugurado en 1778, reconstruido hace pocos años para su actividad de balneario, cuyas aguas ya eran conocidas en tiempos de los romanos. Traba amistad con algunos trillanos, como así les llaman a los habitantes de la villa, gente amable y con deseos de charlar con los visitantes, pues al ser lugar de turismo gusta de recibir a personas de otros lugares, y hasta de acompañarles en la visita por el pueblo.
Le recomendaron y hasta un
buen hombre le acompañó hasta la entrada del
museo etnológico, ubicado en el centro cultural San Blas, que tiene por
objetivo conservar, documentar y difundir la cultura popular del lugar. Un
centro singular que sorprendió a nuestro viajero, tomando buena nota de cuanto
iba observando.
También comentaron los
vecinos con quien mantuvo conversación, sobre los acontecimientos festivos que
tienen lugar en la villa, resaltando el más llamativo conocido como “Vacas por
el Tajo”. Se trata de suelta de toros que van por el río y ver la mocedad del
pueblo trastear con las reses bravas por el agua en una zona acotada bajo el
puente de la villa
A nuestro viajero no le
dejó indiferente la bonita villa de Trillo, especialmente por su entorno
natural y cuanto estaba viendo en la población y quedó encantado con sus
gentes, por su amabilidad y agrado. Al final de la mañana se informó de algún
lugar donde saciar su buen apetito, había varios pero al final se decidió por
uno que estaba cerca de la cascada que formaba el río Cifuentes, por el
espectáculo tan lindo que se podía apreciar, con el bravío descenso del agua y
observar la vaporosa espuma que se forma al final, y después
conformar un apacible trascurrir hasta desembocar en el Tajo.
Por la tarde decidió hacer
un recorrido hasta le ermita de Montealejo, distante unos diez kilómetros, en
dirección a la lejana presa del pantano de Entrepeñas, donde la intensidad del paisaje
impresiona a todo amante de las maravillas que ofrece la Naturaleza. Y al
regreso se acercó a la Central Nuclear, una de las más importantes de España,
para apreciar las impresionantes instalaciones que la ciencia humana ha creado
para producción de energía eléctrica; que si bien ha supuesto importante auge
en la economía de la villa de Trillo, rompe con la armonía de las bellezas
naturales que por aquella comarca se distinguen.
Nuestro viajero regresó a
Cifuentes, para pernoctar y salir hacia Madrid al día siguiente, pero por otra
carretera, atravesando también pintorescos paisajes, camino del pantano de
Entrepeñas, que lo iría bordeando después de pasar por los pueblos de Gárgoles
de Arriba y de Abajo, y llegar hasta Durón, atravesar el viaducto que conduce a
la margen izquierda del pantano, y después por Sacedón hasta adentrarse en la
provincia madrileña. Pensaba que la finalidad de su viaje por el corazón de La
Alcarria había cumplido con sus expectativas.
No olvidó comprar varios
frascos de la famosa rica miel de La Alcarria: de romero, espliego y de mil
flores, para regalar a familiares y amigos.
La vivacidad de su sentido
por apreciar las cosas bellas creadas por el ser humano, y las que le brindaba
la naturaleza, en sus diversas formas, le producía sensaciones de enorme
satisfacción y sosiego. Era consciente de que si los años de la niñez son
vividos lentamente, ahora en la plenitud de su juventud la vida se desarrolla
cada vez más de prisa y se precipita con el paso de los años, por lo que deseaba
aprovechar intensamente todo el tiempo que le brindaba la Providencia, que la
percibía con gozo y agradecimiento, realizando viajes conociendo la pluralidad
de las personas en los diverso lugares que iba visitando por España.
Eugenio
Abril de 2017
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