A Irina y Alex, que remontan la verde colina de la juventud
TRIBULACIONES DE UNA
PERSONA MAYOR Y NUEVO PASEO POR LA PROVINCIA DE GUADALAJARA,
Octavio y su nieto Cesar
habían pensado pasar aquel fin de semana
otoñal, por tierras del norte de la provincia de Guadalajara. Especialmente deseaban
volver por el famoso Hayedo Tejera Negra, declarado Patrimonio de la Humanidad
por la Unesco en el 2017, y descubrir nuevas rutas desconocidas por la gran
extensión de aquel lugar idílico y de mucho encanto, especialmente en época
otoñal, que alcanza el mayor esplendor, pues se cubre de unos colores rojizos,
amarillos y ocres espectaculares, de las diversas especies de árboles: hayas y
tejos, también de acebos, pinos silvestres, abedules y robles.
En el hayedo también
pueden verse corzos, zorros y jabalíes, y otros pequeños mamíferos como
ardillas, gatos monteses y jinetas, siendo una de las mejores rutas turísticas en
otoño a tan solo unos cincuenta minutos de Guadalajara, y a noventa desde
Madrid capital.
Recomendado reservar plaza de aparcamiento a través de la Web: hayedotejeranegra.castillalamancha.es/ventaenlinea/indexHTN.html), debido al acceso limitado, siendo imprescindible en los periodos de mayor afluencia de visitantes (festivos y fines de semana de Octubre, Noviembre y Semana Santa). No obstante también es recomendable su visita en primavera y verano, ya que el entorno es precioso por su encantador paisaje en cualquier época.
También es curioso que en
el noroeste de la provincia de Guadalajara el adjetivo negra tenga tanta
relevancia la Arquitectura Negra y el Hayedo de Tejera Negra, que son dos de
los destinos turísticos más importantes de Castilla La Mancha.
Y en el trascurso del
viaje, el abuelo Octavio se manifestó con ciertas tribulaciones, que rondaban
en su mente y a su modo lo confesaba a su nieto.
No se explicaba o
malamente lo comprendía, que estando
gobernado el mundo por la Divina Providencia, los hombres buenos estén
sometidos a muchos males; que interviene en todas las cosas de nuestras vidas, que está con nosotros y que el gran entramado
del mundo no puede subsistir sin la intervención de fuerza superior a nosotros. En un firmamento con la complejidad de su inmensidad de
estrellas y planetas, de constelaciones, conocidas y muchas todavía por
descubrir por los astrónomos que en nuestro pequeño
mundo siguen investigando el gran misterio de la Creación, a
nadie se le oculta su grandiosidad, no obstante lo poco que de ello conocemos; que
nada es casual y que todo se mueve a un ritmo perfecto difícil de comprender.
Octavio comentaba a su
nieto Cesar, que no era posible grandísimo orden en se mueve el Universo sea
fruto de la materia errante, ni que las cosas estén unidas por azar y
dispuestas con tan gran arte; asimismo que el azar sea la causa de que los
mares no aumenten su capacidad, a pesar de que todos los ríos desemboquen en
ellos; y también el que gérmenes pequeños engendren plantas gigantes.
Tampoco se mueven sin
alguna razón esos fenómenos que con frecuencia ocurren a lo largo de la
historia de la humanidad: las nubes y las lluvias que en ocasiones imprevistas provocan
impresionantes torrenciales, con caídas de rayos, los temblores y convulsiones
del interior de nuestro planeta, provocando terremotos y volcanes que
atemorizan a los confiados humanos, recordando nuestra vulnerabilidad. Como
comprender la atracción de la luna, misterioso satélite de nuestro planeta, a
cuyo albedrío obedece el flujo de los mares y océanos.
Octavio intentaba
transmitir a su nieto, que a pesar de las muchas dificultades que tenían que
soportar en el transcurso de sus vidas, que la Providencia no consiente que las
cosas buenas dañen a los buenos, que entre ella y los seres humanos existe una
gran confluencia que engendra a la virtud, que exige con rigor y aspereza, como
hacen los padres rigurosos con los hijos para que no se distancien de la virtud
en su aventura por la vida.
Difícil admitir por la
equívoca comprensión humana, que las personas justas y amigos de hacer el bien sean
víctimas de tragedias que les atosigan,
y se les premia con más severa disciplina. La Divina Providencia pone a prueba
al ser humano con el que no abunda en deleites, le endurece y le prepara hacia
más altos fines. Afrontando serenamente los embates que le acometen, juzgando
que todas las cosas adversas son una prueba y una experiencia de su valor. Es entonces cuando la virtud
llega a su grandeza, que necesita su fuerza y capacidad de resistencia.
Las personas buenas no
deben temer a los contratiempos ni dificultades, y no quejarse de su suerte,
pues tengan por buenos cuanto les suceda, pues conviene recordar con que
diferente cariño tratan los padres a sus hijos, que hacen se levanten pronto
para que se dediquen a sus estudios y no les consienten ociosidad alguna, ni
siquiera en los días festivos, ni en otras horas libres hasta hacerles sudar y
en ocasiones derramar lágrimas, para hacerlos verdaderamente fuertes y cultos.
Comentaba Octavio a su
nieto, que la felicidad que no ha sido sometida a pruebas, no sabe sufrir golpe
alguno, pues quien ha sufrido contrariedades y obstáculos no se rinde a los
infortunios.
También le comentaba sobre
él mismo, que en el atardecer de su vida sufrió cierta tribulación en los
momentos que sentía la necesidad de conocer el futuro que el destino le tenía
reservado. A veces se sentía cansado y agobiado por la simplicidad de su vida.
Reconocía que era común a muchas
personas que avanzan hacia el final de la vida, tener cierto pesimismo y
mermadas las ilusiones, y que decir de la esperanza, como cuerpo celeste lejano
de alcanzar.
Octavio se resistía a
claudicar en esa batalla cruenta contra las enfermedades propias de la edad
madura, y que en ocasiones disminuyen las posibilidades de acción activa, y
actuaba con optimismo para animar a su familia y amigos y hacerles comprender
que la vida es bella hasta el final pese a las dificultades, que dependía de la
animosidad de espíritu de cada uno y sacar la parte positiva de las cosas.
Junto con algunos de sus
amigos, había conseguido acercarse al mundo de la música, asistiendo a los
conciertos que se celebraban en la ciudad, y hasta les convencía hacer salidas
a otras poblaciones limítrofes siguiendo huellas musicales.
El caso era moverse y no
ser “culos a sillones pegados”, que no traen buenas consecuencias, pues les hacía moverse a pesar de los afligidos
lumbagos, protestonas rodillas, e inclementes días de mal tiempo. Pues había
que rendir batalla cada día sin pensar mucho en el mañana que ya era en el que
estaban.
Un día visitaron a un
amigo amante de la música, que postrado estaba en cama en malas condiciones de
salud, lo que siendo una obra de caridad, que es la de visitar a los enfermos,
les sirvió para darse cuenta de lo efímera que es la existencia humana, y por
tanto hemos de hacerla bella en todo momento que podamos disfrutarla, sin
reparar en medios, viviéndola cuanto mejor podamos. Que nunca se es demasiado
mayor para tener otra meta u otro sueño, que la vida merece ser vivida con todo
entusiasmo y alegría, por ser el don más preciado que se nos ha dado.
-Así pues, te recomiendo
Cesar, que siempre lleves en tu corazón paz y entusiasmo, potencies la
fortaleza de espíritu y la prudencia, y pidas al amanecer de cada día que te
regale lucidez y sabiduría; que al alcanzar tu mayoría estés satisfecho de cuanto bien hayas podido realizar por tu prójimo y feliz con tu
conciencia.
Cesar no contestaba a las
manifestaciones de su abuelo, pero si asentía levemente con movimientos suaves
de cabeza. Solo habló cuando ya estaban cerca de su destino.
-Abuelo, ya estamos cerca la
población de Cantalojas, donde tomaremos, la pista asfaltada que nos conduce al Centro
de Interpretación del Parque Hayedo de Tejera Negra, situado a unos 2.5
kilómetros, y después del tramo asfaltado, que ya conocemos, hasta el puente
que pasa a ser de tierra hasta llegar al aparcamiento situado a unos ocho
kilómetros. Y gracias a tener reserva, que la solicitamos hace tiempo para
poder aparcar en esta época otoñal tan concurrida de visitantes.
En esta ocasión nuestros andarines personajes habían decidido llevar el avituallamiento necesario para pasar el día en el parque, sin tener que reservar mesa para el almuerzo, dedicando más tiempo a disfrutar de aquellos lugares hasta la caída de la tarde. También fueron precavidos de ir correctamente equipados, pues es una zona en la que suele haber bajas temperaturas y posibles nevadas por esa época del año, lo que puede complicar la visita turística, aunque en esta ocasión se anunciaba tiempo agradable. También llevaron bastones que mucho ayudan en estas salidas de largo recorrido.
Habían atendido las sugerencias que les dieron en el Centro de Interpretación, de explorar una nueva ruta de unos seis kilómetros, atravesado por el río Lillas y sus arroyos, por donde el hayedo conserva importante cantidad de hayas, que también se mezclan con robles, tejos, pinos, acebos y abedules, disfrutando de unos bosques impresionantes creando un espectáculo visual inolvidable.
La senda escogida ofrecía un recorrido fascinante, con encantadores puntos de interés, como miradores naturales y cascadas, con un nivel de dificultad moderado, para que nuestros personajes, especialmente Octavio por razones de su edad, disfrutaran de una jornada de plena desconexión del mundanal ruido de las ciudades, en una naturaleza idílica con bellos contrastes de colores, especialmente en la época otoñal que habían escogido. Disfrutaron largo rato, especialmente en la cascada de La Zarza, donde descansaron degustando de las viandas que les había preparado su familia.
Respetando como siempre lo
hacían, las diversas medidas de
protección que buscan salvaguardar la integridad del Parque y su valor
patrimonial, promocionando un turismo responsable que respete el entorno
natural. Su conservación es esencial para garantizar su legado para las
generaciones venideras.
A la caída de la tarde regresaron
de su largo paseo turístico hasta el aparcamiento donde tenían su automóvil.
Eugenio
Diciembre de 2024
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