“Aquel niño contaba con
cuatro años cuando a la muerte de su padre Sancho III, en el año 1158, le sucedió bajo el título de
Alfonso VIII. Fueron designados, como tutor, Gutiérrez Fernández de Castro, y como regente a
Manrique Pérez de Lara, notables y poderosas familias nobiliarias. Aprovechando
las circunstancias por la corta edad del heredero, su tío, el rey leonés
Fernando II intenta usurparle el trono de Castilla. A ello se opone la noble
familia de los Lara que, después de numerosas odiseas y vicisitudes, con el
acoso de las huestes del citado rey, huye a Soria con el rey niño donde
permanecerá hasta 1162, refugiándose en la fortificada villa de Atienza, que
será sitiada al negarse sus habitantes a entregar el niño a su tío”
“El día de la Pascua de
Pentecostés, sale de la villa, en la que estaba acogido el rey niño, una
expedición de arrieros en viaje de negocios, que al llegar a la ermita de la
Virgen de la Estrella notan la presencia cercana de las tropas leonesas que les
persiguen. Entonces camuflan al rey niño entre sus mercadurías y permanecen
bailando, como trampa, ante la ermita de la Virgen de la Estrella, burlando al
ejército leonés. Después prosiguen su
camino sin ninguna consecuencia hasta la ciudad de Ávila durante siete días de
camino.”
“En la mayoría de edad de
Alfonso VIII, su principal preocupación fue la lucha contra los almohades, y su
victoria en la famosa batalla de Las Navas de Tolosa, junto con las tropas del
Rey II de Aragón y Sancho VII, el Fuerte, rey de Navarra, fue decisiva para los
cristianos estableciendo los límites futuros de expansión por los territorios
musulmanes.”
A nuestro célebre viajero,
gran amante de Guadalajara y su provincia, hacía tiempo que tenía ilusión por
conocer las tierras del norte, y en particular Atienza. Había sentido
curiosidad por la famosa fiesta popular llamada La Caballada, ocho veces
centenaria y que la referida villa celebra el Día de Pentecostés, rememorando
los hechos históricos reseñados anteriormente, que tenía anotados en su famosa
agenda de viajes.
La Caballada, Cofradía de
la Santísima Trinidad, creada por los arrieros atencinos en el siglo XII, por
su larga historia es reconocida a nivel nacional. Se rige por unas ordenanzas concedidas
y firmadas de puño y letra por Alfonso VIII. La leyenda cuenta que el propio
rey debió presenciar en persona alguna vez, durante las temporadas que pasó en
Atienza con motivo de la construcción del segundo cerco de murallas.
La fiesta, declarada de Interés
Turístico Nacional, se inicia en la víspera de Pentecostés con toda solemnidad
y posteriores actos dignos de presenciar, destacando desenfrenadas carreras de
los cofrades en sus caballerías, y el paseo, a son de dulzainas y de tamboriles
hasta la ermita de la virgen de la Estrella en recuerdo de aquel hecho
histórico que realizaron los antiguos arrieros de la villa. Los cofrades visten
capa castellana e indumentaria de la época. Al caer la tarde se corren los
caballos, por parejas, en los bajos de la villa.
La Caballada |
La realenga villa de
Atienza, situada en el norte de la provincia, tiene una población de unos
quinientos habitantes, incluyendo la de sus lugares anejos. Ya existía en la
época celtíbera, ciudadela ubicada en sitio estratégico, conquistada después
para Roma por los ejércitos de Escipión. En el siglo X, en tiempo de los
árabes, fue arrasada por Almanzor, que después levantaron nuevos muros los
propios musulmanes, además de una fortísima alcazaba sobre las peñas que
circundan la villa.
En el siglo XI, el rey
Alfonso VI incorpora la villa al reino de Castilla, llegando su máximo esplendor en la segunda mitad del siglo XII, en tiempos del
rey Alfonso VIII, en agradecimiento por
haberle liberado siendo niño de las intenciones aviesas de su tío el citado rey
de León. Se volcó en dádivas y privilegios, destacando el segundo cerco de
murallas y la construcción de varias iglesias románicas, de las que quedan
siete en la actualidad, restauradas a través de siglos posteriores.
La villa tuvo de huéspedes
a ilustres personajes, entre ellos el rey Felipe V al que la villa de Atienza
ayudó durante la guerra de Sucesión. En ella también se asentaron los cuarteles
generales del General Castaños, y del guerrillero llamado El Empecinado, que
realizó importantes proezas bélicas contra los ejércitos franceses durante la
Guerra de la Independencia.
Nuestro viajero conocía la
importancia que tiene Atienza, no sólo a nivel provincial, también por su larga
historia, sus bellas iglesias, palacios y mansiones acordes con su rango, siendo
considerada monumento nacional en su conjunto.
Calle de Atienza |
Decidió salir temprano de
su domicilio en Madrid, pues tenía intención de hacer parada en la villa de
Jadraque para desayunar y después acercarse a visitar la famosa Saleta, en la
mansión que fue del hacendado Juan Arias de Saavedra, quien acogió en su casa a
su amigo el escritor, jurista y político Gaspar Melchor de Jovellanos, nacido
en la ciudad de Gijón. En el año 1808 estuvo cumpliendo destierro en el
castillo de Bellver, en Mallorca, al que le llevó Godoy por razones políticas, y
a su regreso a la Península, después de su reclusión, ya enfermo y envejecido, decidió
aposentarse en la referida casona para descansar y recuperarse de la enfermedad
que le acuciaba.
Panorámica de Jadraque |
Debe la fama de la citada
Saleta, al haber sido decorada por el secretario de Jovellanos, el distinguido
pintor Martínez Marina, en la que también intervino la paleta del inmortal
Goya, que había llegado a Jadraque procedente de Madrid, por ser también amigo de Arias de Saavedra y de Jovellanos, a
los que inmortalizó pintando a cada uno, cuyos cuadros actualmente se
encuentran en el Museo del Prado en Madrid.
Jovellanos estuvo en
Jadraque durante más de tres meses, y allí quedó hasta la fecha la famosa
Saleta, como muestra de la presencia de los dos personajes y de su relevante
amigo Arias de Saavedra, testigos de la historia por el papel relevante que
tuvieron en sus vidas.
Nuestro amigo quedó
encantado por la visita y decidió acercarse con el coche hasta el monumental castillo llamado del Cid, pues
desde su altura se obtiene unas maravillosas vistas, con las sierras del norte
de la provincia al fondo.
castillo de Jadraque |
Parece ser que fue una
importante fortaleza medieval en época de los árabes, de lo que quedan escasos
vestigios. Enclave estratégico fue testigo del caminar del Cid Campeador, y
tuvo mucha importancia durante la Reconquista, pero fue devastado por diversas
contiendas a lo largo de su historia. En el siglo XV, el señor del lugar y
obispo de la diócesis de Sigüenza, además de Gran Canciller del Reino, el cardenal
Pedro González de Mendoza, fue el que se dedicó a la reconstrucción del
castillo en la estructura que ha llegado hasta nuestros tiempos, no obstante
haber sufrido devastaciones posteriores. El Ayuntamiento de Jadraque, actual
propietario, ha venido realizando diversas obras de rehabilitación con el fin
de ser un icono para el turismo de la villa.
Nuestro viajero quedó
admirado ante el impresionante castillo allí erigido, si bien en sus interiores
se siguen obras de rehabilitación, por lo que se deja a la imaginación del
visitante la grandeza que debió de tener en los principios de su historia,
especialmente cuando gozó de mayor esplendor por aquellas tierras en vida del
citado cardenal oriundo de Guadalajara, una de las figuras más brillantes de la
mitad del siglo XV.
Al regreso de la visita al
castillo, se acercó hasta la Iglesia parroquial del siglo XVII, construida
sobre los restos de una pequeña iglesia románica. Las obras fueron financiadas
por el Duque del Infantado, que nos recuerda el famoso palacio que lleva su
nombre en la capital de Guadalajara, y por el legado de un rico lugareño.
Destacan en su interior una talla del Cristo de los Milagros, atribuido a Pedro
de Mena, y un lienzo original de Zurbarán, entre otros muchos ornamentos
religiosos dignos de ser admirados.
Nuestro viajero se puso en
marcha con la idea de llegar a la villa de Atienza antes del almuerzo, y tratar
de ver durante resto de la mañana y tarde de aquel sábado, algunos de los
monumentos más significativos de la villa, pues las visitas en Jadraque le
habían reducido gran parte de la mañana, pero se encontraba feliz por haber
conocido otra interesante villa de la provincia, una más que venía a añadir a
su agenda de viajes dedicado especialmente a los pueblos de Guadalajara y la
capital.
Atienza |
Poco tiempo tardaría en
recorrer los aproximadamente cuarenta kilómetros que le restaban de llegar a su
destino en Atienza.
Lo primero que hizo fue
buscar el hotel donde había reservado una habitación para dos noches. Se
aposentó, dejando su pequeño bolso de viajes, para salir rápidamente a visitar
la villa.
Para ilustrarse, había
oído que existía en Atienza un Centro de Interpretación de la Cultura
Tradicional de Guadalajara, situado en la llamada Posada del Cordón. Y allí
dirigió sus pasos. En él pudo ver una exposición permanente con más de
seiscientas piezas etnográficas. Además, a través de siete pantallas
interactivas se conoce el folclore de la provincia (música, danzas, botargas,
faenas agrarias, literatura, oficios artesanos, etc.) En la oficina de turismo allí ubicada se
informó de cuanto le podía interesar, pues aparte de lo que él ya tenía
información, sentía especial curiosidad en conocer otros sitios para visitar.
Iglesia en Atienza |
Después de la visita a la
Posada del Cordón, nuestro viajero había sentido la llamada del estómago, y
acercándose a un lugareño se informó sobre un sitio donde almorzar para saciar el buen
apetito del que hacía gala, pues era amigo del buen yantar. Estaba cerca el lugar y no tardó en solicitar
un plato de cabrito asado que le había recomendado, además de unas migas
serranas, ya que ambos platos son típicos de la zona. Satisfecho por el buen
servicio y después de haber tomado un cafetito, se dispuso a dar un largo paseo
por aquella villa medieval; para conocer sus calles, con sus bellos palacios y
casonas, testigos de historias y leyendas con las que el viajero quisiera
impregnarse, imaginando los hechos trascendentales que por allí se vivieron
durante siglos.
La situación geográfica de
Atienza le hizo ser punto estratégico en las comunicaciones de las dos mesetas
castellanas. Su mayor apogeo lo tuvo en la Baja Edad Media, llegando a contar
con diez mil habitantes, en los momentos de mayor esplendor de la segunda mitad
del siglo XII y primera del XIII, siendo cabeza de un anchísimo territorio, y
el pueblo entero se convierte en uno de los enclaves urbanísticos de la
monarquía castellana. La villa creció entre moros, judíos y cristianos
conviviendo en paz. Y Atienza se mantiene aún viva después de las muchas
vicisitudes que tuvo a lo largo de su historia por un puñado de hombres y
mujeres que la habitan. Su conciencia histórica la mantienen los cofrades de La
Caballada, los de la Vera Cruz y de las Santas Espinas del siglo XIV, y el
turismo creciente que revitaliza el latir cotidiano de la villa.
Dando un largo paseo se
acercó hasta la muralla que parte de ella todavía queda en pie, rodeando la meseta
en la que se encuentra la Iglesia de Santa María del Rey, pues la villa estuvo
circuida de fuerte muralla desde los primeros momentos en que los reyes de
Castilla se hicieron dueños, entendiendo el gran valor estratégico de su
enclave.
Panorámica de Atienza |
Se interesó por ver la
citada Iglesia, que se encuentra al pie del castillo, en cuyo lugar estaba
situado el barrio más importante de la villa, cuando se construyó la iglesia a
principios del siglo XII. Es una obra grandiosa de estilo románico atencino.
Estando cerca del
castillo, decidió subir hasta el gran peñón elevado y alargado del que solo
queda la puerta de entrada, flanqueada de un espeso murallón, y la gran torre
del homenaje, de planta rectangular con tres pisos. Desde aquel alto roquero el
viajero pudo observar maravillosas vistas difíciles de olvidar.
De regreso al centro de la
población, pasó a visitar la Iglesia de la Trinidad, que cuenta con una sola
nave, bóveda de belleza muy en particular y varias capillas dignas de admirar.
Alberga un museo de arte sacro con valiosas piezas. Destaca también el museo de
la Caballada, con numerosos recuerdos históricos de la famosa cofradía.
Castillo de Atienza |
También se había
interesado en la oficina de información, por el lugar de la villa donde se suponía había residido
durante cierto tiempo el insigne escritor Pío Baroja, por cuyas venas también
corría sangre alcarreña, de sus
antepasados en la villa de Tendilla. Le indicaron que se trataba de la vivienda,
que todavía existe por el Barrio de Portacaballos, propiedad de un atencino
ilustre que vivió en la primera mitad del siglo XX, y en otra ocasión
alojándose en la Posada del Cordón. En la actualidad convertido en el museo
mencionado anteriormente. Ya entonces Don Pío supo retratar en algunos de sus
libros la villa de Atienza y su sociedad; que posiblemente lo hizo con su
sensible pluma sentado en los veladores del Casino de Sociedad que existía
entonces.
Asimismo trató de
informarse de Don Benito Pérez Galdós, que se cree pasó por Atienza en algún
momento, pues es sabido que centró una parte de sus Episodios Nacionales por
aquellas tierras, aunque sin saberse el lugar exacto en que se hospedó en la
villa. Pues es conocida la correspondencia que hubo entre el insigne escritor y
el Ayuntamiento, cuando trató de informarse sobre determinados capítulos de la
historia de Atienza.
Atienza |
Nuestro viajero seguía su
camino en dirección a la famosa plaza del Trigo o del Mercado, considerada una
de las más bellas plazas de Castilla. En uno de sus costados se alza la Iglesia
de San Juan, actualmente iglesia parroquial que data del siglo XII. Cuenta con
ábside y coro alto. El resto de los límites de la plaza lo conforman
edificaciones tradicionales, apoyadas en soportales de madera o piedra. Antiguamente la plaza albergaba en su
conjunto, el mercado de la villa y su comarca, manteniendo sus esencias
tradicionales en el ámbito de la arquitectura popular atencina.
Atienza |
A través de una estrella
callejuela en cuesta, y pasando por el arco de Arrebatacapas, nuestro viajero
llegó a la plaza del Ayuntamiento. Dos de sus costados están ocupados por
soportales, y todo el entorno rodeado de edificaciones de varias épocas, pero
muy características de la villa. Destaca un palacio del siglo XVI, con
hermosísimo escudo heráldico de piedra, y el Ayuntamiento, obra del siglo
XVIII, con un severo empaque arquitectónico y su torrecilla del reloj. Más un
gran escudo en su fachada. En el centro de la plaza resalta una fuente del
siglo XVII.
Atienza |
Anochecía y nuestro
viajero observaba mucha afluencia de gente por las calles, pues era la víspera
de Pentecostés, día que llaman de las “Siete Tortillas”, cuando se ultiman en
la ermita de la Estrella los preparativos de la fiesta del día siguiente. Y
allí se consumen siete tortillas, todas distintas, en recuerdo de las siete
jornadas de camino hasta la ciudad de Ávila hacia la salvación del rey niño
Alfonso VIII. Había mucha expectación por parte de los atencinos para ver una
vez más la repetición histórica, y de muchos foráneos por conocer los desconocidos
festejos que se representan desde hace más de ocho siglos
Así pues, cansado como
estaba del día tan ajetreado decidió reparar fuerzas en el mismo restaurante
donde había almorzado, y retirarse a descansar para continuar al día siguiente
con la visita por la villa.
Los tambores, dulzainas y
cohetes anunciando la festividad, le despertaron el día grande de la villa de
Atienza. Había decidido finalizar lo que le quedaba por ver del impresionante patrimonio que goza aquella
villa medieval, y participar en sus ancestrales fiestas de tanta solemnidad,
que transcurrirían desde las diez de la mañana hasta el anochecer.
Atienza |
El tiempo pasa mientras
nosotros, el viajero y el narrador, consagramos con ardor nuestro tiempo propio
a la villa de Atienza. Pronto la perspectiva de este nuevo Pentecostés, con los
encantos de sus fiestas pasará nuevamente al baúl de la historia, con un año
más para el recuerdo de tiempos venideros y de sus gentes.
Todo había transcurrido de
acuerdo con lo proyectado por los diligentes atencinos, que habían conseguido momentos felices de
gozo y satisfacción rememorando su historia, transmitiéndolo una vez más a propios y extraños durante más de ocho
siglos.
Así lo había entendido
nuestro joven ingeniero de canales, caminos y puertos, viajero infatigable por
las tierras de Guadalajara, disfrutando en esta ocasión de forma singular y memorable. Y teniendo espíritu
impaciente se prometía nuevas aventuras para un futuro viaje no lejano: -Que
ancha es Castilla y de la Alcarria y su entornos, aún queda mucho por ver- Pues
la necesidad de conocer cosas maravillosas, suele ser la llave del mundo de los
sueños.
Finalizó la jornada
festiva a la caída de la tarde, después de haber visitado cuanto aún le quedaba
por ver. Estaba embriagado por sus vivencias y también por los ágapes que no
faltaron, pues de todo hubo; lo pasó correctamente, sin ir tan lejos como en
los banquetes de estudiantes. Al final se encontraba cansado, y cuando la luna
llena apareció plenamente plateada sobre un cielo azul plagado de estrellas, decidió
dar por finalizada su aventura por Atienza. Antes de retirarse a descansar, y
reponer fuerzas con exquisitas viandas, dedicó un buen rato, para anotar en su
agenda de viajes las experiencias vividas en los dos días de su estancia por
aquellas tierras, dedicando también especial recuerdo de sus pasos por Jadraque.
“La naturaleza del hombre,
sus pasiones y angustias son un producto cultural, en realidad el hombre mismo
es la creación más importante y la mayor hazaña de ese incesante esfuerzo
humano cuyo registro llamamos historia”. Erich Fromm
Eugenio
Agosto de 2017
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