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Algo sobre mí

Algo sobre mí

Empleado de banca jubilado, amante de la música y la literatura, la naturaleza y las humanidades. Nacido en Guadalajara y conocedor ferviente de la provincia. Actualmente con residencia en Madrid, después de un largo peregrinar por diversas ciudades en razón a mi profesión; que ahora con ilusión trato de vivir esta nueva aventura, pues siempre he creído que la providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

13 enero 2011

¿Por qué estoy aquí?



Apolonio apareció sin vida sentado en un sillón frente a la ventana de su habitación, desde donde habitualmente observaba el frondoso jardín y alejados montes que alegraban su vista, ahora vestidos de blanco por la fuerte nevada caída durante la noche de la festividad de los Santos Inocentes. Una mañana fría y brumosa como tantas otras en esas fechas de invierno por tierras alcarreñas.

Parece ser, según cuentan los que estaban cerca de él en sus últimos tiempos, que murió más de pena que de enfermedad. En su postrero combate de lucha por la vida, solo de compañera su soledad y cuando nadie podía ayudarle, sin aliento quedó como dormido en un dulce sueño, en el momento que el alma se desprende del cuerpo e inicia su camino hacia la misteriosa eternidad, y el cuerpo, cansado de vivir, toca tierra firme y goza definitivamente de la paz de los justos.

Apolonio tuvo la suerte de vivir, gozando en vida, haciendo el bien, que nada se llevó el viento, dejando dulce y feliz recuerdo de la aventura de su vida. Supo aborrecer de toda altivez y soberbia humana, no fue esclavo de la avaricia, y su generosidad, sencillez y humildad le hizo acreedor de estar siempre en agradable recuerdo de quienes le conocimos.

Desde los primeros años de colegio fuimos amigos, la amistad la afianzamos en la juventud, y en las sucesivas etapas de nuestras vidas mantuvimos el calor de una amistad imperecedera, a pesar  de la distancia que nos separaba por razones de nuestras profesiones, comunicándonos por carta o teléfono, y en los últimos tiempos manteníamos fluidos contactos a través de Internet, como distracción muy común entre las personas jubiladas.

En la pequeña capital de provincia, donde vivimos nuestra juventud, había pocas diversiones para los jóvenes  que ilusionábamos disfrutar de la vida que se mostraba con extrema austeridad, y cuya principal alternativa era la de pasear los domingos y días festivos, calle Mayor de arriba para abajo, y de abajo para arriba, y así sucesivas veces, y en días lluviosos, bajo los soportales, alrededor de la Plaza Mayor, lugar central de la ciudad, hasta casi marearse de dar tantas vueltas, degustando pequeñas chucherías y en escasas ocasiones entrando a los bares a tomar alguna ligera consumición, ya que los dineros no daban para muchos dispendios, más bien para pocos.

Principalmente nos mantenía felices la ilusión de poder galantear a las dulces jóvenes guadalajareñas, y aprovechar las fiestas populares de los barrios de la ciudad, y con motivo de las ferias y fiestas de la Virgen de la Antigua, Patrona de la Capital, para iniciar ese acercamiento físico y sentimental que la ardorosa juventud tanto anhelaba. En uno de esos bailes Apolonio conoció a la que después sería su esposa.

Los domingos, en la mañana, podíamos encontrarnos con Apolonio y su progenitor en el campo del Club Deportivo Guadalajara, para ver los emocionantes encuentros con sus competidores de la Tercera División, que a más nunca pudo llegar, salvo en los tiempos actuales que se encuentra en Segunda B. Y por las tardes ir al cine con los amigos para ver alguna película, normalmente americana, que tanto nos gustaban a los jóvenes de la época

Apolonio fue una persona honesta, de buenos principios morales y religiosos. Trabajador incansable,  principalmente por la necesidad de sacar adelante a su numerosa familia, pues fueron padres muy prolíficos, dando al mundo seis hijos.

Luchó hasta el agotamiento físico para darles a todos una digna educación, en unos tiempos difíciles. Su mayor orgullo era que tuvieran buenos estudios conforme exigían las circunstancias para opcionar a un buen puesto en la sociedad, y añadía, que con mejor cultura tendrían más posibilidades para conseguirlo.

Manifestaba con cierta frecuencia, que la mejor herencia que podían dar a sus hijos era una buena formación, ya que de bienes materiales poco podían ofrecerles, pues el trabajo por cuenta ajena siempre fue su principal activo, salvo una digna vivienda adquirida mediante hipoteca en el curso de su vida profesional. Lo consiguió gracias a su tesón y esfuerzo, y a las muchas horas extras de trabajo  en su empresa y con algún que otro pluriempleo, y también gracias a la meticulosa administración de su compañera de fatigas e ilusiones, que con esmero cuidaba de que sus hijos vivieran dignamente. No obstante nunca desfallecía y siempre se le observaba feliz. Con frecuencia añadía, el más feliz del mundo.

Pasó aquella etapa de febril evolución familiar. Se le casaron los hijos, vinieron los nietos, como ángeles enviados del Cielo, para  disfrutar con ellos hasta lo infinito del alma, como ocurre con la mayoría de las personas en el atardecer de sus vidas. Recibiendo el mejor regalo que en la vejez  se pueda esperar, y consiguiendo el maravilloso sentimiento de que la vida no se acaba cuando te jubilas con la herencia de ser mayor, además de otros dones que también se pueden obtener conforme a la animosidad de espíritu de cada persona.

Hasta que un día penoso, de los que suele deparar el destino, la esposa de Apolonio se despidió de la vida con la misma dignidad y resignación que había vivido.

Apolonio nunca más se recuperó de la pérdida de su compañera y con el peso de su menguada salud y su peregrinar por los hogares de sus seis hijos, haciendo y deshaciendo  la maleta conforme a los turnos que le habían establecido, ya no sentía la alegría de tiempos pasados, y en su ánimo aparecieron actitudes melancólicas, que no encontraron soluciones en su entorno familiar.

La reseña necrológica aparecida en la prensa local, indicaba que Apolonio había fallecido repentinamente en una residencia para mayores, finalizando su vida con una hoja de papel en su mano, en la que estaba escrita una frase apenas legible, realizada con rasgos irregulares, resultado de una mano temblorosa: ¿Por qué estoy aquí?

Bien veo que mi tribulación es poca, porque no hay nada tan difícil como hallar palabras justas para un dolor tan profundo. Que si miras a tu alrededor, a todos los mortales, por todas partes, encontrarás suficiente materia para afligirte, como es el caso que cuento.

En su día escribió Miguel Hernández:
“Respeten a los ancianos, el burlarlos no es hazaña… La cigüeña, cuando es vieja,  pierde la vista; y procuran cuidarla en su edad madura todas sus hijas pequeñas; aprendan de las cigüeñas este ejemplo de ternura”

Enero 2011                                                                               

25 diciembre 2010

Ruta Parque Natural Barranco del Río Dulce

Y ahora caminante que sueñas en vivir nuevas aventuras al encuentro de la naturaleza y conocer  otras ciudades, pueblos y caseríos, y conocer a sus gentes y sus costumbres, te brindo la oportunidad de enriquecer tus sentidos y vivir experiencias inolvidables, en lugares insospechadamente maravillosos que, posiblemente, no pudieras imaginar se encontraran no muy lejos de ti.

Abre la puerta de tu imaginación y busca la oportunidad que te pueda deparar vivir horas felices, disfrutando a pleno pulmón en una ruta turística por una  parte de la extensa provincia de Guadalajara, insólita, desconocida hasta no hace mucho, pero que una vez descubiertos sus encantos naturales apreciarás un mundo fantástico por la multiplicidad de sus paisajes, determinados particularmente por las cuencas de los ríos que por ella transcurren, que como arterías en el cuerpo humano, dan vida a flora y fauna infinita y configuran sus regiones naturales con una geografía atormentada de barrancos, gargantas y profundos desfiladeros.

A pocos minutos de salir de la capital ya te encuentras mesetas que se elevan suavemente, hasta alcanzar en la zona norte de la provincia, bordeando el Sistema Central, elevadas montañas de más de dos mil metros de altitud sobre el nivel del mar. Así destacan los picos de Ocejón y El Cerrón, una vez atravesada la fértil campiña que riega el río Henares, si bien, la altura media de la región está en unos mil metros, y su secreto reside en la multitud de bellísimos valles de diversos tamaños, en los que transcurren ríos de serenas corrientes y sus afluentes, destacando el Tajo, que en su corta existencia riega tierras alcarreñas hasta crear con sus aguas los importantes pantanos de Entrepeñas y Bolarque; y el Henares, Tajuña, Gallo, Dulce, Mesa y Sorbe.

Estos valles, además de ricas tierras de cultivo, se encuentran tapizados de matorrales de tomillo y romero, espliego, salvia y cantueso, entre otras plantas aromáticas de las que sale la afamada miel de La Alcarria.

Después de esta ligera introducción para iniciar los diversos viajes que se pueden realizar turísticamente a través de mi provincia, hay uno por el que tengo especial predilección y lugar famoso que ya lo hiciera el tristemente desaparecido e inolvidable naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, ensalzando su riqueza paisajística, y sus valores geológicos, botánicos y faunísticos  en particular, quien eligió aquellos bellos parajes para filmar varios capítulos de la famosa serie El Hombre y la Tierra. Se trata del Parque Natural Barranco del río Dulce, cerca de la Ciudad Mitrada de Sigüenza.

Pretendo acompañaros en este viaje del que nunca desfalleces con nuevo intento, pero antes deseo sugerir, para disfrutar plenamente de la experiencia de este viaje, que dediquéis un fin de semana con alojamiento en alguna de las casas rurales existentes en Aragosa, pueblo desde el que iniciaremos la ruta  tranquilamente en las primeras horas de la mañana.

Así que partimos desde Madrid, ciudad donde resido, y con 75 minutos aproximadamente, a una velocidad prudente, superaríamos los 120 kilómetros de distancia para llegar al citado Parque Natural.

Tomaremos la autopista de peaje hasta Guadalajara y seguir por la autovía A2, o por resultar más económico, en el supuesto de escasa circulación, directamente por esta última hasta pasar la estación de servicio Venta de Almadrones en el kilómetro 103, desviándonos a la izquierda  en la salida 104 para tomar la C1101 dirección Sigüenza, que poco después de superar el pueblo de Mandayona, en unos minutos tomaríamos la desviación a la derecha que nos llevará a Aragosa, finalizando el viaje en coche, desde donde iniciaremos la marcha proyectada.

Este pueblo acogedor, inmerso en plena naturaleza, donde se respira  tranquilidad y sosiego tiene pocos habitantes, está protegido por enormes farallones donde anidan aves rapaces, y está acariciado por el río Dulce con abundante arboleda. Destaca como monumento principal su iglesia románica del siglo XII, dedicada a San Roque, su patrón.

De acuerdo con mi recomendación, una vez descansados del viaje con un seguro sueño reparador propiciado por la comodidad que atienden a los visitantes en las referidas casas rurales, y el silencio relajante del lugar, despertaremos con el dulce despertador del trinar de los pajarillos y del suave transcurrir de las aguas cercanas del río Dulce, y reparamos fuerzas con un buen desayuno para afrontar el largo paseo que nos espera.

Conviene tener en cuenta que el clima de la zona es de inviernos duros y veranos calurosos, por lo que se recomienda realizar la ruta, especialmente, en primavera y otoño e ir equipados con cómodo calzado y ropa deportiva.

Ya desde temprano, depende de las fechas que se realice la ruta por el Parque, empezaremos a ver sobre nuestras cabezas, en la altura cercana a los altos riscos, a los buitres leonados, alimoches, águilas reales y perdiceras, y otras rapaces protegidas planeando sobre el cielo cerca de sus nidos, que será otra de las delicias que empezaremos a observar, y que los tendremos como compañeros de viaje a lo largo del camino.
En plena ruta

La ruta, de unos 12 kilómetros, es considerada  de dificultad media-baja, que discurre por un terreno prácticamente llano. Solamente hay que destacar, que la parte que corresponde a la llamada Ruta de la Hoz de Pelegrina, en sus cuatro kilómetros finales, quizás la más espectacular, existe un desnivel de setenta metros de ascenso al referido pueblo, pues se trata del recorrido más abrupto del Parque. En aquella zona se puede observar la caseta donde se guardaba el material de filmación de Rodriguez de la Fuente.

Así pues caminaremos en un primer tramo del Parque hasta el  próximo pueblo de La Cabrera, distante a unos 7 kilómetros, rodeados de un paisaje difícil de olvidar, por la depresión del terreno, los bosques de chopos y álamos, fresnos y encinares, sabinares y enebros, y por su bellísimo cromatismo, especialmente en el otoño, además de las zonas de tomillares y espliego, y otras especies vegetales que sobreviven en ambientes de dura climatología. Siguiendo el curso del río de aguas cristalinas, existe una población de nutrias que se alimentan de la abundancia de truchas comunes, espectáculo que nos servirá de alivio relajante olvidando el posible cansancio de nuestra excursión.

Barranco del Gollorio
En los bosques cercanos existen corzos y jabalíes, pero es difícil poder verlos, porque se encuentran en las zonas más boscosas y de difícil accesibilidad. También podréis observar del barranco llamado del Gollorio, en su pared rocosa, donde se  forma una imponente y bella cascada, sobre todo si ha sido época de fuertes lluvias.
Así mismo podréis observar una antigua fábrica, con una alta chimenea, situada a orillas del río, que según dicen, fue la primera de España en fabricar el papel de moneda y timbre.
Después recuperaremos fuerzas en el citado pueblo de La Cabrera, de escasos habitantes, y que también goza de singular belleza en un paisaje espectacular, rodeado de praderas y de las apacibles aguas del pequeño río Dulce, que permanece impasible a nuestros pasos, pero que a través de los siglos ha labrado la singular hoz; seguiremos nuestro camino en el supuesto de tener ánimos para continuar hacia la meta final que está en Pelegrina,  a unos 5 kilómetros, pueblo situado en la loma de un cerro, de trazado medieval, desde el que se puede observar las magníficas vistas del Parque, distante de Sigüenza a unos 9 kilómetros, dominado por las ruinas de un castillo medieval situado en un alto roquero, fiel vigilante del valle en aquellas tierras frontera entre los reinos cristianos y los invasores musulmanes, desde finales del siglo XII, hasta que en 1710 fue destruido parcialmente en la guerra de Sucesión. Posteriormente reconstruido y  quedando en la ruina que actualmente se observa, con motivo de las guerras napoleónicas a principios del siglo XIX. Es libre el acceso para visitarlo.

Merece la pena visitar su iglesia románica del siglo XII. Y también, pero ya en coche, acercarnos hasta el mirador de Rodríguez de la Fuente, ascendiendo por la carretera dirección Sigüenza a tan solo dos kilómetros y medio, cuyas impresionantes vistas del Parque Natural permitirán completar un buen recuerdo fotográfico de aquellos extraordinarios parajes.

La ruta completa de 24 kilómetros, en su ida y vuelta, se podría dividir en dos tramos, esto es, el primero desde Aragosa hasta La Cabrera, y por la tarde, si las fuerzas responden ó al día siguiente, tomando el coche hasta el pueblo citado y desde allí caminar hasta Pelegrina finalizando el segundo tramo. También se puede realizar en bicicleta por la suavidad del terreno.

Por la cercanía de la ciudad del Doncel podríamos realizar visita en automóvil y conocer su monumental conjunto histórico, pero recomendaría hacerlo pausadamente, ya que Sigüenza bien se merece una visita, sosegadamente, en otra ocasión, aprovechando si es posible otro fin de semana, y para ello me encontrareis para orientaros, si así lo estimáis, con otra ruta que expondré en mi blog.

Saludos

Eugenio



Mapa de la ruta