A
los que perdieron a sus seres queridos
Aquella
pudo ser una mañana más. Amaneció un día gris con cielo encapotado. Anunciaban lluvia, pero la temperatura era suave
conforme la época del año.
Octavio
tomó su paraguas y serio, cabizbajo y meditabundo salió a la calle. Sus
sentimientos estaban afectados por la tragedia de la ausencia imprevista de un
ser querido. Acudía al velatorio a despedirle y expresar a los familiares todo
su pesar por lo acaecido, por su amistad y el gran afecto que siempre había
sentido por él.
En
su caminar pensaba que no hay nada eterno y pocas cosas duraderas, y de lo
frágiles que somos los humanos aunque a veces parezcamos colosos imposibles de
derribar, por la aparente fortaleza que representemos, y así lo creemos hasta
que el destino, siempre imprevisible, nos recuerde lo contrario, que todo lo
que tiene principio ha de tener fin, ignorando como, ni cuando, ni donde.
Así la
sorpresa de Octavio, que creía eterna la amistad de aquel ser querido y que el
destino le arrebata la vida de improviso, quedando sorprendido y aturdido de la
inexorable ley de la Naturaleza que empuja a todas las cosas a un mismo fin.
No me niego
a derramar lágrimas por la desgracia, y es difícil hallar palabras justas para
un dolor profundo, pero el mayor consuelo que siento es haber disfrutado largo
tiempo de su amistad, de su afable
carácter y de su carisma en general, decía a su familia una vez conocida la
noticia.
Todos que
le conocían, sin excepción, le rinden homenaje sincero, y le echan de menos en
honor a su bien hacer. Servía de ejemplo su amor y responsabilidad por su
familia, que extendía a sus amigos y a cuantos conoció en su vida. Destacaba
por su bondad, sencillez y buen sentido del humor no obstante los avatares de
la vida.
Octavio meditaba con cierto pesimismo desde que conoció la
noticia, sobre la clase de vida que nos da la Naturaleza, que ha querido que el
llanto fuese lo primero al nacer y así continúa a lo largo de nuestra vida,
considerando las penalidades que se ciernen sobre la experiencia humana.
Pero
reparando el ánimo, entendía que se debe adoptar expresión distinta para desechar
todo punto de
aflicción y que no aparezca al exterior y así los demás se animen al ver un
rostro menos atribulado, y llevar con entereza las adversas circunstancias,
pues no sería bueno dejarse consumir por el dolor que ya nada arregla el mal
padecido.
Llegado a
aquel lugar de despedidas, Octavio se fundió en abrazos a los más íntimos,
consolándoles cuanto pudo, transmitiendo que ahora nuestro ser querido está
gozando de un cielo sereno y despejado, liberado de ataduras y que no ha
perdido la luz, sino que ha alcanzado otra más pura en la eternidad, y que a
todos nos es común ese viaje.
El no nos
dejó, sino que se nos anticipó, y consolar nos debemos porque todos pudimos
disfrutar largo tiempo de su amor, evocando la memoria de las muchas cosas que
nos deleitó en cualquier momento de su vida, valorando como gran bien haber
tenido a nuestro lado un ser excelente.
La
Naturaleza no nos da en propiedad lo que tenemos, sino en préstamo, y aunque
nos parezca desolador nos lo reclama sin explicación alguna, exasperando a la
codiciosa esperanza humana, que nunca se acuerda de nuestro irreversible final.
Olvidando que nuestra vida no es otra cosa que un viaje con destino conocido,
pues todos caminamos hacia un mismo lugar.
No
obstante es gran consuelo no perder la esperanza y soportar con serenidad los
golpes de la fortuna, que hace cosas con crueldad y ensañamiento; que el tiempo
todo lo cura y que la Divina
Misericordia se expande por todos los corazones por muy hundidos que se
encuentren, y sabe muy bien el momento que debe socorrer a cada uno.
Como
alivio del dolor corresponde evocar la memoria agradable teniéndole siempre en
el recuerdo.
Después
se acercó al grupo de los menos allegados, quienes saludándole empezaron a
comentar de las cosas humanas y divinas, y pasado un buen rato se despidió de
todos retornando a su casa.
Al entrar
en el patio anterior a su vivienda, donde tenía montado un pequeño jardín con
multitud de tiestos y jardineras, observó que los rosales empezaban a brotar
los capullos de futuras rosas multicolores. Era el anuncio de una incipiente
primavera.
Recordó
que debía llamar a su buen amigo Cayo para informarle que, el próximo jueves,
habían anunciado por la prensa local Nueva Alcarria un concierto en el
magnífico auditorio Buero Vallejo, orgullo y referente cultural de Guadalajara,
donde se iba a representar la 6ª Sinfonía de Beethoven, obra maravillosa del
genio alemán, en la que rinde homenaje a
la Naturaleza, y cuya obra expresa los sentimientos que experimentaba al
contemplarla. Escucharla es un regalo para cualquier espíritu que se precie de
cierta sensibilidad musical.
3 de
Marzo de 2013
Eugenio
1 comentario:
Un blog que realmente asombra a cualquier humano amante de las letras escritas.
Cada entrada es una lección en muchos sentidos y para rematar un diseño ordenado y elegante como no podía ser de otro modo.
Gracias por compartir.
Atte. Jose.
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